jueves, 28 de mayo de 2020

Dos apuntes acerca de la era actual de la “inmortalidad física”



(1)
 
Hubo tiempos en los cuales todos los hombres actuaban bajo la directriz instintiva del “muérete tú antes que yo me espero a mañana” (frase que Dostoyevski rescatara de la vida en prisión, en una de las cuales pasó una temporada). Esta totalidad acabó reduciéndose un poco (a grandes rasgos) Al dividirse entre conductores-organizadores y débiles, creándose asi una mayoría esclava, servil o retribuida de algún modo (asalariada por ejemplo en los ejércitos) para beneficio (político, ya que el económico es consecutivo) de una minoría. Esta minoría inicialmente temeraria, que ponía por encima de todo poner a prueba, arriesgar, entregar la vida para “ganar” la inmortalidad postrera del cielo o del recuerdo futuro de sus pares en nombre del futuro de la Patria o de la raza, llámese a ello gloria, dignidad, honor, virtud... Inmortalidad cuya otra cara acabaría ofreciendo luego “para todos” las religiones con sus premios paradisiacos. Esta pretensión inextirpable (que también se expresaría mediante el arte y la escritura que inmortalizaría por el valor “perdurable” de la belleza... lo que también se frustraría!) ha muerto en todos esos términos, es decir, ha encontrado una  simbolización distinta bajo la cual subsiste la vieja idealización. Esto es lo que ha venido de la sustitución de la religión por la ciencia, como nuevo mito, aún más democrático que el de las religiones ya que no requería ya de ningún heroísmo sino incluso de la misma cobardía. En concreto, abriendo la actual era del sueño de la “inmortalidad  física”, el cual se hace uno con el primitivo “principio” (también del criminal de mentalidad igualmente primitiva) originario: “muérete tú hoy que yo me esperaré...” a que llegue la vacuna.
Claro que no es la única faceta de esta era y su valoración de y apuesta por La “inmortalidad física” o “corporal”. Ni tampoco su predominio generalizado reduce a cero la atracción que infunde la temeridad sobre la base de una conquista del éxito sea inmediata y efímero (criminalidad o seudorevolucionarismo mediante) pero reiterativo con cada pequeña hazaña cometida, o sea el “perdurable” similar al del artista aunque basado en el trabajo escultor Ivo del propio cuerpo, en concreto mediante el deporte (o incluso la criminalidad “en serie” que a fin de cuentas también es deportiva.

(2)
 
No hay un solo suceso (prefiero este término a “hecho” o “fenómeno” ya que remite al tiempo, al movimiento) que tenga una faceta única y ni siquiera una “dominante”. Considerar lo contrario es obra de los intereses que sustentan los discursos.
Así, el pasaje que atravesamos en compañía de un virus que se convierto en coartada.
El suceso contaría con tres componentes propios del estadio en el cual se enmarcaría la sociedad burocrática:
1)la irremediable delegación que ya bordea el límite del caos,
2)la irremediable necesidad burocrática de asumir ser garante de su continuidad y desarrollo,
3)el descarrilamiento hacia el absurdo, es decir, el capricho que se aleja de toda justificación (razón, ideología, tergiversacion o inversión de las aspiraciones en las que el mecanismo descansa a cuenta de la complicidad que pone a unos y otros en sus sitios).
Tres resultados indudablemente históricos en el sentido de haber estado precedidos por interacciones previas sucedidas en el estadio anterior que entre otras cosas vivió la muerte De Dios y del espíritu, del que quedamos despojados como recurso Salvador o sea de su carácter depositario de la inmortalidad (el Espíritu se redujo junto con los símbolos a él asociados a conservarse como Pura máscara teatral, incluida la propia institución teológica que en aquella existencia se fundaba). Algo que ha llevado al refugio en la fe en la ciencia y la técnica y a una relativa y hasta hipócrita resignación al deseo de una vida lo más prolongable posible (incluso hasta la eternidad) concentrada en la duración exclusiva del cuerpo vía reparación perpetua. Esto dando de sí tanto una obsesión epicúrea como una temeraria, donde en ambos casos y sentidos(salvación/protección) se cuenta con la potencia de la Ciencia en cuyas manos se pone la preservación del cuerpo.
Este pasaje que como todo tsunami amainará en su virulencia dejando los destrozos, ha puesto el mecanismo social vigente al desnudo, a fin de cuentas no mucho más que para que al amainar resulte sustancialmente reforzado, al menos por un tiempo (por inercia) bajo formas supervivenciales trágicas y en todo caso para Producir alguna recomposición recurrente.
Durante el pasaje se ha observado una opción mayoritariamente obediente así como una confianza ciega en la delegación total, tanto para confinarse como para el desmadre. En ambos casos reforzando el binomio que sostiene a la "servidumbre voluntaria". Todos a una se han puesto al servicio del mantenimiento en pie del castillo de naipes en el que se sienten cobijados (lo que es real en el marco de los axiomas asumidos). Estamos todos atrapados y entrampados de manera inevitable dejando abierto el camino solo y en primer término  al Caos (si no en este embate en uno de los próximos).
Es interesante observar las reacciones de los pensadores más acomodados a. La Paz occidental previa a los que el suceso en especial en parte ha conducido al estupor. Se repite la perplejidad de La Boetie ante la constatación del grado en que se ha manifestado la servidumbre voluntaria, perplejidad que en ambos momentos/casos responde al anclaje racionalista/utópico sea el que confía en una solución mesiánica cualquiera como en la existencia de un límite infranqueable, un dique que impediría la repetición y la extralimitación Despótica o salvaje así como un relativo retorno o retroceso. Esto les resulta incomprensible e inaceptable en nombre de la razón alcanzada, de la propia conciencia del miedo, sin poder considerar las propias potencias reductoras que el propio mecanismo encierra: el desborde inercial que lleva al re equilibrio. Las virtudes de la propia trampa.
Esta “confusión” (en realidad una elección semiconsciente o instintiva de enfoque o de mirada y de no mirar; igual que me lo parece a mi mirada invertida) que no encuentra fundamento y por eso se mantiene en la superficie descriptiva en lugar de en la descripción del mecanismo subyacente, remite nuevamente  a mi criterio a las mismas raíces de la sociedad burocrática y burocratizada actual. Los miembros de la estructura no pueden verla sin perder pie. Y ellos lo son, son otros de sus engranajes. Lo vemos en intelectuales de la talla (mediática y/o culturalmente sacra) de un Eric Zemmour o un Agamben entre otros. La obtención de un status propio y autónomo del academicismo y el mundo editorializado inicialmente en lucha contra la escolastica (Galileo, La Academia, incluso en sus primeras manifestaciones antiguas pero igualmente pretensiosas) le es irrenunciable. Muy pocos se encuentran ya fuera o en todo caso suficientemente  desgajados de las estructuras burocrático-piramidales de modo de verse “libres” de “su necesidad” para someterlas a crítica radical (cada vez más domesticados por las instituciones más difíciles de remover y por este motivo más nefastas: el gobierno, la policia (sobre todo la "secreta" y demás servicios asociados del Estado), el partido, la escuela...). Sin un considerable grado de desvinculación a las establecidas, de manera voluntaria o involunataria, no habría madurado Spinoza ni Nietzsche ni Kafka ni Musil. Ser suficientemente "libre" en el sentido de dispuesto a realizar una "crítica radical" –y no "esquemático-dogmática" y consecuentemente superficial– del estado de cosas, implica una máxima desenraización de lo instituido.

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