viernes, 7 de agosto de 2009

Detrás de las valoraciones elitista y masiva del arte y de la ciencia

En una entrevista relativamente reciente, Rebecca N. Goldstein ofrece en Edge el siguiente punto de vista acerca de la literatura, las ciencias y en particular las matemáticas, que ella practica en paralelo con la filosofía (tal vez habría que decir, o ella preferiría decir, como un todo, aunque no sea estrictamente así):

"To me the affinities are natural. It's a matter of different forms of beauty. Mathematicians and physicists are just as guided by principles of elegance and beauty as novelists and musicians are. Einstein told the philosopher of science Hans Reichenbach that he'd known even before the solar eclipse of 1918 supported his general theory of relativity that the theory must be true because it was so beautiful. And Hermann Weyl, who worked on both relativity theory and quantum mechanics, said "My work always tried to unite the true with the beautiful, but when I had to choose one or the other, I usually chose the beautiful." I would say the same thing about writing novels. The question comes up, when you're using ideas in math or physics or philosophy in a work of fiction, just how far can you distort the idea to make it work in the novel, work as a metaphor. I try to keep as close to the truth as possible, but when I have to choose, then I choose Weyl-ly.

Mathematics seems to be the one place where you don't have to choose, where truth and beauty are always united. One of my all-time favorite books is A Mathematicians' Apology. G.H. Hardy tries to demonstrate to a general audience that mathematics is intimately about beauty. He gives as examples two proofs, one showing that the square root of 2 is irrational, the other showing that there's no largest prime number. Simple, easily graspable proofs, that stir the soul with wonder. I read G.H. Hardy's book the summer after graduating college, right before going on to graduate school. It was the same summer that I read Newman and Nagel's lovely little book, Gödel's Proof. It was great to read them at the same time. Nothing could have convinced me more of Hardy's point about mathematics and beauty than reading at the same time about Gödel's proof.

Hardy's book is not only intellectually engaging but also moving, even elegiac, because he was mourning his loss of mathematical creativity. He was in his fifties, and, as he wrote, mathematics is a young man's game. He wrote the book after his first suicide attempt and before his second—and successful—suicide attempt. C.P. Snow talked him into writing a book that would describe the special joys of mathematical creativity to those who had never experienced it. The book had a big impact on me, impressing me with the hollowness of bifurcating the intellect and the passions. The intellect is passionate.

And of course it was Snow, too, who coined the phrase that you've one-upped, the two cultures, warning that practitioners of the mathematical sciences, on the one hand, and the arts and humanities, on the other, are losing the ability to understand each other, to the impoverishment of all. Your idea of bridging the two cultures, creating a third culture, approaches the bridge primarily from the scientific side. A lot of your Edge scientists engage themselves with the kinds of questions that have traditionally been addressed by humanists, questions that have to do with what it means to be human. But there's movement from the other direction as well. There are other other narrative artists —I'm thinking of the novelists Richard Powers, Alan Lightman, and Dan Lloyd, and the playwrights Michael Frayn and Paul Parnell (who wrote QED about Richard Feynmann) —who are integrating mathematical and scientific ideas into their work. It's a hopeful spot in the culture.

I like to think that the shallower aspects of the intellectual scene of the last century have played themselves out. I mean in particular the assaults on objectivity and rationality, which often take the form of attacks on science. There's nothing less exhilarating than reducing everything to social constructs and to our piddly human points of view. The pleasure of thinking is in trying to get outside of ourselves—this is as true in the arts and the humanities as in math and the sciences. There's something heroic in the idea of objective knowledge; the farther away knowledge takes you from your own individual point of view, the more heroic it is. Maybe the new ideas that are going to revitalize the arts and humanities are going to be allied with the sciences. It's not, of course, that novels will all address scientific themes—that would be ridiculously restrictive. But I hope that the spirit of expansiveness that's associated with the pursuit of scientific truth can get infused into the arts and humanities"

El problema de la relación de la realidad con la literatura tiene varias dimensiones y muchos matices. ¿Qué la hizo nacer y a qué se vincula su desarrollo en el tiempo o la Historia, qué pretende y por qué, qué ofrece y qué produce la lectura, qué persigue, más allá de la imperiosa necesidad humana de comunicar y de conmover al otro y en especial a quien es realmente el prójimo (esto es, el más próximo, el que con nosotros podría hacer algo por nosotros), para cuyo objeto el propio esfuerzo, el propio trabajo, el propio extremado cuidado, cuando se realizan, ya producen por sí mismos el placer necesario y buscado, el premio que confirma la certeza íntima de que esa comunicación, esa trasmisión, esa conmoción serán logradas?

Se aprecian tales rasgos de modo indiscutibles, pero también se observa que hay otros objetivos que a la luz de la pureza racionalista acabaron acusados de perversión o de alienación. Esa misma pureza prefirió siempre resaltar de la escritura y de la narrativa sus perfiles virtuosos y no sus perversidades (en realidad... meras manifestaciones de un animal superior que no tiende sino a sobrevivir): como su utilización para el engaño o la opresión...

Se trató y se trata sin duda de la búsqueda de un público que aplauda tras ser suficientemente conmovido (a veces... porque se usan iconos ante los cuales hay un público que caerá seducido porque así debe ser) o simplemente de la conquista de posición y/o de dinero... que permiten escalar hasta o al menos hacia la cumbre social establecida, con los propios o entre los superiores, a su servicio pero también aprovechándose del vínculo.

En el mercado que hoy en día nos contiene, un público amplio y diverso es garantía de fortuna y prestigio (lo que abre puertas al poder). En realidad, no hacen falta amigos doctos que lean lo que de verdad haya querido decirse, sino oyentes superficiales, entregados al olvido, la evasión, la inopia, la pereza mental... oyentes dispuestos a reconocer los mismos iconos, marcas, etiquetas reafirmatorias de su esclavitud y conformismo, de su esperanza cómoda, de su preferencia por la supervivencia asistida.

Incluso, siendo así... ¿para qué complicar las cosas con profundidades, por qué no contar simplezas llanas, meros juegos de entretenimiento que no provoquen nada, que permitan seguir con el letargo en vida, al fondo el traqueteo del metro conduciéndonos de un lugar a otro, de ida y de regreso...?

Y ojo, no hagan propias estas consideraciones aquellos que rechacen esas conductas por menos humanas atribuyéndose la verdadera humanidad a sí mismos. Aquí sólo se han descripto... meras alternativas posibles de las que se han excluido otras como por ejemplo la del sueño eterno...

¿Pero, abundando, da esto el calor de la masa que necesitaba el vanidoso bardo... o el vacío se ahonda ahogado antes o después en el mar de sus siempre hambrientas vanidades, convertido en algo más que uno pero nunca en dos y de manera fugaz y dolorosa?

¿Cómo es que a pesar de no acceder al arte y a la ciencia, las masas las rechacen a la vez que las admiren, las respeten (dejando el desprecio para la verguenza que actúa soto voce)? ¿Cómo es que, de todos modos, se desarrolla una creciente ola de arte menor, mediocre, aparente, comercial, de entretenimiento que le llaman para justificarlo contra el elitista de otros tiempos... y para, también, avergonzarse menos de no alcanzar eso que todos siguen considerando Sublime?

¿Qué tiene que ver su producción con el mercado y con el proceso de divulgación, de transmisión o meramente histriónico, qué relación hay entre sus contenidos, sus intenciones y la forma en que se ofrece (libro, blog...)? ¿Es acaso un sucedáneo alienado, una cosificación de esa comunicación, de esa proximidad; un simulacro expresado en unidades de venta del cariño que se persigue, del calor humano indiscriminado que se prefiere porque no se es capaz de buscar otro, más intenso, más particular, más profundo aunque menos multitudinario? ¿Acaso un cariño que se escapa entre los dedos dejando mera prostitución y sexo mecánico?

La literatura, como las matemáticas o la filosofía, aparecen como superiores, como elevadas, como más cercanas a los dioses... pero esos dioses no son sino los creados para que así sea, los ideados para ser condescendientes con el ser humano; esto es, el proceso inverso. La superioridad a fin de cuentas sólo se puede medir en base a lo que sirvió para resistir o dominar el mundo en comparación con otras cosas. Los Eloi que se sirven de los frutos que les dejan los Morloks en bandeja acaban admirando la fuerza de sus depredadores: esa fuerza ajena es su vía de subsistencia para la misma nada que persiguen los otros alimentándose de ellos...

No es extraño que los intelectuales que son los que practican y desarrollan arte, filosofía y ciencias, y que sean los únicos capaces de autovalorarse en esos mismos aspectos, lleguen a conclusiones como las citadas al principio. "Belleza" y "Verdad" les parecen unidas y maravillosas en aquellas obras que más han conmovido a los miembros de su propio grupo y que a la vez más lejos están de ser alcanzadas y practicadas por la masa, por lo que esta las ve también como sublimes, aunque no las comprenda en su totalidad y a veces en modo alguno.

Sin duda, algo tiene de maravilloso, de mágico, de incomprensible esa habilidad humana capaz de conmover y de orientar al mismo tiempo. Pero no "fuera de nosostros mismos" como dice Rebecca sino desde nosotros mismos.

Todo se mira a fin de cuentas desde la propia historia, de cuyos resultados logramos vivir... o de los que pretendamos hacerlo, esperanzados e ilusos según las circunstancias. Cada mirada tiene ese origen, cada hecho que nos roza pertenece a esa dinámica por mucho que nos gustaría que tuviera otros significados más sublimes y por mucho que nos impresionen, como a Narciso, nuestras propias habilidades.

Y todo lo que parece eterno y sublime está sujeto a dejar de serlo en nombre de lo que le confirió esa apariencia.