sábado, 15 de febrero de 2014

Cielos e infiernos alternos (a cuento de "Resurrección")



"Resurrección" podría considerarse una novela inconclusa. A lo largo de la misma vemos transitar al príncipe Nejludov por una serie de estaciones conflictivas. Todo en él tiene un paralelo en el mundo exterior, de modo que atraviesa estaciones emocionales a la vez que estaciones hambientales, lugares en los que se manifiestan sus contradicciones y preguntas insatisfechas, lugares en los que los hechos ahondan su malestar y su desubicación. Sus decisiones modifican la realidad desde el principio, pero no a su gusto. La culpabilidad por sus actos lo persigue y lo condena a buscar una solución. Más de una vez sentirá que la ha alcanzado y fugazmente se siente bien consigo mismo, incluso iluminado. No obstante, en la estación siguiente el mundo lo estará esperando con una nueva muestra de contumacia, y debe reconocer que aún no ha alcanzado la perfección que lo liberaría. La novela, por eso, "acaba" formalmente dejando la situación abierta: la vida y el mundo continúan su marcha y por eso la novela se pierde en la bruma, sin que se pueda vislumbrar nada que no se haya producido antes, entre estación y estación. Lo que no se alcanza, por mucho que el personaje se aferre, de nuevo, a la certeza que acaba de descubrir, esa piedra filosofal a la que atribuye la solución final del mismo modo que ya había hecho antes con las anteriores, es una garantía, un absoluto, aunque, de nuevo, toma lo descubierto como tal. La vida, el mundo, a fin de cuentas, son una sucesión de situaciones en las cuales los elementos que las determinan son todos consecuencias los unos de los otros, y la conciencia humana, las construcciones simbólicas que esa produce, el dolor, la alegría, la angustia, la certeza, los cielos y los infiernos, son resultados que escapan a los fines a los que sirven gracias, precisamente, a sus excesos; igual que la comida alimenta gracias a estar compuesta de un sinfín de sobrantes que acaban siendo residuales. Sólo de ese modo pueden cumplir con su propósito (un término en realidad impropio, ya que una y otra de las dos partes se han formado juntas aprovechándose en "lo fundamental" de un modo por tanto "imperfecto"). Los efectos sobrantes, al igual que todo tipo de residuos de la digestión, acaban produciendo enfermedad, sea la de la ceguera de la autoconfianza o la infección dolorosa de la incertidumbre. Y como la vida debe volver a responder sin alternativas, aquellas situaciones de desborde, de exceso, de material sobrante, tienen que volver a alternarse. Por eso, la novela no puede tener un fin y se queda en una última estación de tránsito. En tanto quede vida.


jueves, 13 de febrero de 2014

La muerte comienza en vida


Morir no es un hecho que acontece repentinamente, sino un proceso que da nombre a su propia conclusión. La búsqueda de la inmortalidad que, más explícita e identificablemente que en otros casos realizan los escritores y los artistas en general mediante la producción de sus obras y su consecuente difusión (una especie de sembrado, sin duda; muy de agricultor), no es en realidad más que una manera de ir anticipándose a esa conclusión irreversible, de reconocer esta irreversibilidad, de responder a la certeza de que nada nos desviará de esa expulsión que, en cualquier caso y paradójicamente, no nos impedirá otra cosa que continuar muriendo. La muerte, así, acaba con el esfuerzo de morir.