lunes, 19 de julio de 2010

La venturosa posteridad de "la especie que se queja"

Desde (que nos conste) el reconocimiento exotérico de Empédocles de que pretendiera hacer "saber a la posteridad" lo que fuera que intentaba trasmitir a sus "conciudadanos" (*) pasando por la declaración que en 1818, dos siglos después, haría Schopenhauer (Prólogo a la primera edición de El mundo como voluntad y como representación) acerca de que su texto, "... destinado a una minoría de personas, tranquilo y modesto, esperará hasta encontrar esos contados individuos a quienes una tendencia del espíritu, que no es la ordinaria, hará capaces de apreciarle", en todo caso "en lo porvenir" hasta donde "la acción de la verdad se extiende", podemos observar que el 99,99% de los pensadores miró hacia el más allá de su tiempo y de su mundo. Sócrates en especial por su trascendencia (Fedón, pero también Apología...) cuando se autoconsuela (que sea honesta o histriónicamente no cambia nada, asumiendo que no se tratara de una impostura debida a quien lo cuenta, esto es, a Platón), camuflando incluso su autocondescendencia, aferrándose a la convicción de que en el Hades, al que sería desterrado gracias al trago contundente de la cicuta y a la errónea idea que tienen "los hombres cuyas almas se impregnan demasiado de la carne", como los que creían haberlo condenado cuando en realidad de ese modo lo estaban premiando, y donde aseguraba sin tapujos, sin vergüenza, que hallaría interlocutores mejores, intelectualmente más atractivos que los buscados denodadamente en Atenas e inclusive que los bien hallados, sus propios amigos, a quienes sin embargo logra convencer de La Verdad en sus últimos momentos... y sin embargo continúa despreciándolos comparativamente, odiosamente; interlocutores divinos, interlocutores de la misma naturaleza que el "alma pura del filósofo", sin ir más lejos, la suya... Un destino donde se sentiría, por ello, mucho "mejor" como "filósofo", es decir, por volverse completamente divino, por merecerlo, algo de lo que no dudaba (traté esto hace un tiempo de manera exhaustiva aquí).

¡Parece mentira que tuviese que tener la presión irreversible de la cicuta para descubrirlo después de una vida dedicada a dialogar esforzadamente con simples mortales...!, pero ya se sabe: no hay mal que por bien no venga, y la conciencia tardía, llegaría por fin para hacerle preferir la muerte a cualquier otra alternativa (¡por eso la opción de una fuga no le parecería sino más de lo mismo!); sin duda, su decepción había sido honda y lo había llevado muy lejos del mundanal ruido; reafirmándolo en la idea (¿acaso se puede negar ahora que era ciertamente previa?) de que él, o su alma, ya era algo distintivo... y, claro, por qué otra cosa sino por ser capaz de ir a la búsqueda de la sabiduría.

"Pero, ¡qué les importa eso a los árboles!" (Prólogo de 1887 a La genealogía de la moral); ¿verdad, mi querido Nietzsche? Así es: la famosa "indiferencia del mundo", aunque ese no sea a mi criterio el quid, como en concreto propone Kolakowski para salvar la ropa (prometo un post sobre el particular) y continuar "otorgando" y "repartiendo mercedes" (ibíd. adaptando por necesidad el tiempo verbal que Nietzsche emplea en su texto).

En todo caso, el propio Nietzsche se suma a los ejemplos cada dos por tres, ese escéptico hasta cierto punto, cifró una y otra vez esperanzas en el futuro, futuro que para ser suyo debía ser del hombre a la vez que éste se superara a sí mismo, y dejara simplemente de ser un hombre, para lo cual debía antes "pasar tiempo todavía hasta que mis escritos resulten legibles"... y fuera "casi vaca"... (también en el citado Prólogo de 1887 a La genealogía de la moral, párrafo final; ¡ay, dejadme confesar que ese Prólogo me parece hermoso, un escrito que ciertamente tiene buenos pastos, pastos indudablemente dignos de ser rumiados... que deben serlo incluso y hoy pueden serlo, en ese futuro suyo que ha resultado ser mi presente... rumiados para hacerlos legibles -si se entiende esto a la manera en que lo entendiera Leo Strauss-, pero también para hacerlos madurar un poco más y librarlos de los pastos secos y, a mis ojos y a mi gusto, indigestos... ¡Lo haré en cualquier momento, inevitablemente...!, en parte, sin duda, como Nietzsche mismo decía en el mencionado texto, al final del primer apartado: porque "permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice cada uno es para sí mismo el más lejano..."; lo que unas líneas después Nietzsche confunde con la vieja, remanida, idea de la voluntad de saber de los filósofos... ¡justo, en fin, lo que exige a esa parte de mí que se rebela y que desconoce mi propia conciencia de lo inútil y del absurdo, que lo trate, cosa que, repito, haré por separado!)

Y en su Zaratustra, que de entrada reconoce la necesidad de "manos que se tiendan hacia mí"... a cuenta de tener una "copa que intenta desbordarse" (Prólogo -también- de Zaratustra, I).

En fin, todos ellos, como muchos otros antes y después, fueron intelectuales consecuentes o auténticos en el sentido más bien laxo con el que aceptamos tales calificativos, fieles en fin a su idiosincrasia; esa "especie que se queja", como la denominara Valery (citado en Wolf Lepenies, ¿Qué es el intelectual europeo?). Todos ellos llevaron hasta el límite de sus propias fuerzas y medios su irrenunciable vocación de defender sus razones, en primera instancia al menos, por considerarlas superiores y convenientes para todos... con el innegable fin de instituirlas como mejor pudiesen, y a pesar de que la realidad les indicara, lo vieran o no, lo quisieran ver o no, que se trataba como poco de una ilusión, de una proyección e incluso y quizás especialmente del deseo informe de contar con un mundo adaptado a su propia medida, condescendiente con su propia idiosincrasia, compuesto por individuos aproximadamente a su imagen y semejanza, bastante dispuestos y orientados a la devoción por la sabiduría (?!) como poco, como la que cada uno de ellos profesaba... es decir, como disfraz de su narcisismo... y justificación para su comodidad, su fatiga, su pretensión de obtener de la sociedad tributos y cuidados y consideración y honores... ¡Todo en nombre de un don divino: el dominio en exclusiva de La Razón y del buen razonar que se atribuían!

Deseo informe, sí, ya que al tomar concretitud... sólo es capaz de desatar el fulminante rayo de la frustración y del sentido del absurdo y del vacío, cuyo camino está empedrado de los buenos sueños. Muy simple: porque el propio deseo nunca será el de los demás, y menos de muchos. Y porque el propio deseo, para realizarse en una medida considerable, requiere de unos cuantos, de un grupo, y de que ese grupo consiga engañar suficientemente a los demás, para lo cual se postula como su representante. Sí, muy simple: toda la mecánica humana puede reducirse a este simple mecanismo. Lo demás es adorno artificial, es decir, creación astuta.

A tal punto esto es así, que cuando la frustración amenaza con sus nubarrones, el intelectual, como muestran los ejemplos, opta por despreciar el presente de la incomprensión, la marginación y la condena, y si se rechaza el ofrecimiento mefistofélico que propone el único canje posible, "las 24 patas" del poder (figura que Goethe utiliza en su Fausto como feliz sinónimo no sólo del poder sino de la manera en que ese poder se prolonga más allá del individuo y se concreta) a cambio de la autocorrupción o la claudicación, que impone la aceptación dolorosa de la imposibilidad total de ser el que se quiere ser y como se sueña ser (sin poner en cuestión o en duda su propia adopción del mundo con el que se ha encontrado, la propia idiosincrasia que ha logrado construir en ese marco...), opta por apuntar o apelar al futuro o al mundo de los dioses, mundos ambos para cuyo acceso se hace obligatoria la muerte y la vida postmortem más o menos alegórica, pero que constituyen el sueño eternizado, deseado, perseguido, inventado... y situado donde ya nadie será capaz de arrebatárselo... sabiéndolo como si alguien ajeno y superior a él se lo hubiera revelado... cuando sólo, "¡También (...) forma parte de la comedia" (Nietzsche, op.cit., ibíd.)

¿No habían hallado ellos mismos voces enterradas que rescataron del olvido, que sonaron a sus ojos como reveladoras y como injustamente ignoradas... de cuyo eco parecían llamados ellos mismos a hacerse cargo, de cuyo despertar y mejora se sintieron responsables? ¿No es esa claudicación y esa oferta del Diablo la que permite el éxito al mismo tiempo que la condena en vida?

¡Oh, sí que "no nos entendemos", sí que "tenemos que confundirnos con otros..." para escribir estas cosas, para seguir escribiéndo!



(*) Cito a partir de Peter Kingsley, Filosofía antigua, misterios y magia, Ediciones Atalanta, Gerona, 2008, pág. 91, quien, en un intento de recuperación de una salida mística alternativa (que él pretende opuesta al engaño racionalista), el sufismo, permite extraer datos y aspectos interesantes sobre la antigüedad y su relación con la conducta intelecytual de todos los tiempos (su propia conducta se añade a esos datos, por cierto). En su ensayo a fin de cuentas un tanto panfletario (eso sí, de manera muy sutil y sibilina) ofrece en correspondencia con su cruzada, evidencias del carácter artificial del mundo (humano) así como de la correspondiente capacidad (relativa) de creación (imperfecta) humana. Claro que como muchos... lo logra viendo más fácilmente la paja en ojo ajeno que la viga del propio... Ahondaré en breve en sus descubrimientos y en sus paralelas valoraciones interesadas. Baste por ahora señalar que la jugada de Kingsley no expresa sino su búsqueda de un lugar alternativo al burocrático-cultural moderno y posmoderno en decadencia, tanto en el presente como en la posteridad y en los márgenes de la sociedad posmoderna que considera no sólo frustrante sino contra-humana. Sus hallazgos obedecen a su lucha por una legitimidad específica, como parece inevitable.


viernes, 9 de julio de 2010

Hormiguitas cumplidoras... casi como las de verdad.

No sé lo que cada uno ve/siente/experimenta al enterarse de los resultados de las investigaciones en curso en los diversos campos de la práctica científica (mil y uno en cada mil y uno... y sumando). En general tanto la divulgación como la recepción de esa información minuciosa, cada vez más inestable, nebulosa y hasta inaprehensible se parecen cada vez más, a mis ojos y oídos, a los extremos de un ruido necesario en nuestra vida, ruido que escuchamos durante un rato, ante el que se experimenta algún grado de catarsis (Aristóteles dixit) y de la cual por fin y al momento suele no quedar sino... la idea de que "se han descubierto cada vez más cosas de detalle", o sea... un mensaje mítico que se podría resumir en algo así como "la Ciencia nos lleva hacia arriba" (sea esto lo que sea y que resumiría un ideal más amplio y absoluto que sin embargo y al menos por ahora parece alejarse cada vez más en los hechos -¡lo que se acerca... es la guerra! y ¡el caos!, mientras un montón de gente trabaja en el detalle como hormigas... ignorando de hecho o de derecho para qué se usarán realmente los resultados de su trabajo "bien hecho"-).

Yo prefiero resaltar este aspecto porque creo que nos da más datos de nosotros mismos y de nuestra sociedad, y por ende de nuestro posible futuro, que esos detalles y las generalidades que de ellos deduzca Ciascuno a Suo Modo. Al respecto, me atrae resaltar las siguientes frases (abreviadas) de un científico entrevistado con fines divulgativos (algo que, como se evidencia por estos comentarios, a mí en particular me viene de perillas, por todas las buenas conclusiones que me inspiran... lo que en cualquier caso es capaz de hacer cualquier clase de buena narrativa): "No tengo una hipótesis sobre el origen de la vida. Creo que la idea actual (...) es de aceptación general. Le sugiero que consulte a...". Frases que a mi criterio reflejan toda una idiosincrasia y definen nuestro mundo y nuestro tiempo, como no puede ser menos (¡y nada de supuestos valores absolutos o algo parecido!).

¿Qué me dice esto en lo fundamental, a mí al menos? Pues en primer lugar que los científicos de hoy han adoptado a rajatabla la recomendación witggensteiniana de callar lo que "no saben": ya no tienen ni siquiera interés en las hipótesis, por lo visto, y me pregunto cómo es que dicen saber lo que creen saber y no sabrán al día siguiente, es decir, lo que no callan... Pero para ellos nada de eso importa: serían hipótesis quizás... Ellos, por el contrario, están concentrados en el trabajo de hormiga o de detalle ("Nuestro trabajo está centrado en comprender la organización de la información en los genomas...", etc., añade nuestro científico) con una disciplina digna del soldado de hormiguero que respondiera a un imperativo cuyo centro de irradiación de órdenes y normas se desconoce y se omite; un deux que ya ni siquiera es invitado a entrar en escena ni ex machina.

Bueno... lo demás es cosa del público, que debe poner la fe y hasta las hipótesis o el credo... y que conforman aquello con lo que se queda.

¿O no?

Claro que, a la vista de tal ausencia notable de sentido y meta así como de ceguera ante la construcción social que realmente se realiza a base de esas conductas de los unos y los otros (productores, divulgadores y receptores de la información), es inevitable interrogarse acerca de lo que da lugar a toda esa dinámica... ¿Se trata de locura o alienación, se trata de confusión, de ceguera efectiva o de miedo? Es interesante señalar que tales hipótesis son alzadas por quienes proponen a todos... aunque sea en la intimidad, meros artículos de fe alternativos; fe que abracadabrantemente abriría las puertas de la "verdadera conciencia" y de la "verdadera conducta" -humanas, claro-, promisoriamente emancipadoras, come il faut.

Pero ¿qué tal sugerir que se trata tan sólo de una manera de aferrarse al mundo tal y como se nos presenta a medias construido, en marcha hacia ninguna parte, del que todos intentamos sacar algún partido, es decir, sobrevivir, con los medios y facultades disponibles por cada cual? ¿Qué tal si admitimos que la tan encumbrada práctica científica sólo y fundamentalmente sirve para mantener un medio del que muchos obtienen la justificación para ser alimentados? ¿Un rol bien visto y bien acogido... aunque comiencen a ser demasiados para cubrir los papeles principales y cada vez quede más sitio para extras proletarios? ¿Y... que a muchos provee, además de eslogans, de... entretenimiento del bueno, entretenimiento lleno de colorido y variedad?

En fin, dejo por escrito una vez más esta infructuosa provocación...