jueves, 24 de junio de 2010

Donde la comprensión no se echa en falta... sino todo lo contrario

La experiencia y la intuición me han llevado de entrada a concluir a mí también "that ‘to know more’ is not always ‘to hear more’" (where "more", of course, it's not "better" y donde "to know" no es sino una de las formas simbólicas de realizar el deseo de apropiación humana, la sucedánea más precisa de la equivalente apropiación real).

Sin duda, esto nos remite en buena medida a Nietzsche, que a mi criterio fuera bastante más allá, sentando las bases para que pudiéramos convencernos de que a todo individuo le resulta imperativo apropiarse al máximo posible -y del máximo posible- de mundo, ni más ni menos como la manera de evitar diluirse en ese mundo hasta el extremo de dejar de ser lo que hasta ese momento se era. En el caso del hombre, dejando al mismo tiempo de sentir y de pensar, acariciando así la muerte... hasta morir en vida o por fin abandonarla del todo. La música nos sumerge en un sueño que podemos controlar y no que nos controla como cuando dormimos.

El esfuerzo agotador de esta resistencia activa de carácter conservador (que asimilo a la idea de una cierta inercia retroalimentada) tiene en la música, o a al menos a mí me lo parece, un refugio inocuo, uno en el que se puede entrar, residir por unos instantes, y regresar después de allí indemne, como si el tiempo hubiese sido suspendido para uno... por un tiempo, o como si se hubiese tratado de un viaje fuera del espacio-tiempo mundano (que o es ruido o es agobio).

Nietzsche que lo dijo casi todo, ¡y a los 25 años!, debe ser citado en este punto como mejor síntesis:
"Con el lenguaje es imposible alcanzar de modo exhaustivo el simbolismo universal de la música, precisamente porque ésta se refiere de manera simbólica a la contradicción primordial y al dolor primordial, y, por tanto, simboliza una esfera que está por encima y antes de toda apariencia. (...) el lenguaje, en cuanto órgano y símbolo de las apariencias, nunca ni en ningún lugar puede extraverter la interioridad más honda de la música, sino que, tan pronto como se lanza a imitar a ésta, queda siempre en un contacto externo con ella, mientras que su sentido más profundo no nos lo puede acercar ni un solo paso, aun con toda la elocuencia lírica" (F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, Alianza, Biblioteca de autor, Madrid, 2007, pág.74)
Tal vez suceda también en cierto modo ante la pintura y la escultura "expresivas"... pero diría en todo caso que no con el mismo alcance. Esas artes apolíneas nos pueden sustraer apenas un instante y parcialmente, mientras que en la música podemos perdernos por un largo rato... y con los ojos cerrados.

La música me parece, así, un territorio de irresponsabilidad por excelencia, tal vez el menos peligroso, para la propia vida y el propio mundo en y al que no queda sino someterse, capaz de sustraernos de la exigencia de respuestas que ambas realidades nos generan; donde uno puede morir por unos momentos... y volver a la vida, donde nada amenaza con el tan temido no retorno. Como escribiera Nietzsche: "...sólo partiendo del espíritu de la música comprendemos la alegría por la aniquilación del individuo" (F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, ed. cit., pág. 144), lo que yo no diría que sea ni mucho menos alcanzar la unicidad metafísica que supone la filosofía platónica (Schopenhauer y el joven Nietzsche incluidos) que nos sería deseable, sino el Paraíso perdido que no se compartía con nadie porque todo estaba sólo para uno mismo.

En este sentido, la música (y la danza a la que esta motoriza) tiene las mismas propiedades que la inmersión erótica, donde el sexo, mientras dura, lleva al mismo resultado. Y también debo decir que la poesía nace sobre todo de la música que el lenguaje impone en tanto que pensamiento, de su encierro y su necesidad de expresarse mus¡calmente, es decir, con algo que no pretende trasmitir contenido alguno sino simplemente agradar, atrapar, aprisionar, es decir, por estar al servicio de la apropiación.

Ciertamente, lo lingüístico (que incluiría las formas más "primitivas" -y complementarias- de lo gestual, lo gutural... incluso lo gráfico...) y en particular lo textual, puede parecer a muchos y ser por tanto considerado como nacido con un fin, y aún más con el fin superior de procurar entendimiento y comprensión... Sin embargo, y mal que nos pese a muchos, el lenguaje nació prioritariamente para unir en el marco del grupo, para identificarse y para engañar externa e internamente. Su utilidad tiene pues y sobretodo un sentido fraudulento que se ha ido ampliando y sofisticando al ofrecernos una vía superior para la supervivencia, vía que en realidad no existirá nunca... y que en realidad permite que los que las prometen tengan una vida al menos superior a las de los demás. Y por eso, el propio canto añadido a la música es reducido por nuestros oídos a un instrumento adicional que se suma a la composición y a la orquesta.

La presencia, a veces, en la música de cierto "contenido explícito aunque cualitativamente insuficiente" (lo entrecomillo para darle el sentido de un concepto), como sucede sobretodo en la Ópera y las misas, donde yo diría que no pretende hacer tanto el papel de texto sino el del canto, permite por el contrario la entrega in extremis y a pesar del texto la experiencia de la sensibilidad, en cierto modo de una manera "más animal" o, por decirlo de otro modo, "menos conflictiva" que en presencia de un mensaje textual que se nos dirija explícitamente -o que hayamos hallado o descubierto por haber ido en su búsqueda- que nos proponga algo. Incluiría en parte a la poesía, que indudablemente tiene algo de esta especie de abducción contemplativa o no reflexiva, de entrega y no de confrontación, que sosiega en lugar de perturbar, que olvida la presencia de la muerte gracias a pasar por unos instantes al otro lado. Y también más libre en relación al usufructuario de los engaños mencionados. Sin duda a la vista de esta realidad, se impulsó el uso de la lengua nacional en la lírica, lo que no tuvo ciertamente mucho efecto como no se quiera mencionar el del fomento del espíritu nacionalista (como en los casos de Wagner o de Verdi) que no es precisamente lo que pasó a la Historia e hizo sus obras perdurables y tal vez deba atribuirse más a la música que a sus referencias explícitas, históricas y/o mitológicas presentes en el canto.

Estas experiencias se dan en la audición (y en la ejecución, que sería audición compartida del ejecutante y del creador) de música, aunque sea en su reproducción mental y en su lectura, incluso cuando la voz humana sólo "canta" y no transmite mensajes, cuando no intenta comunicar algo que intenta ser común a todos... siéndolo de hecho, sino que busca simple y centralmente conmover, capturar, secuestrar, apropiarse...

viernes, 11 de junio de 2010

"Medida por medida"

Medida por medida, según Lampedusa, refleja la profunda decepción alcanzada por Shakespeare por la humanidad y en todo caso por su tiempo. Esto aparte de constituir la obra un exponente de una técnica teatral que es lógico que no fuera aceptada hasta mucho más tarde, cuando por lo que sea la actualidad se dispuso a valorarla (después de todo Shakespeare ya era Shakespeare).

Coincido con Lampedusa, que entiendo que haya visto decepción en esa crítica de Shakespeare a la realidad política y social en la que se las tuvo que arreglar para apropiarse de algo de vida y esperanza (eso que se llama querer sobrevivir), en donde unos se culpabilizan a otros de la propia miseria y mezquindad y de la pusilanimidad heredadas. Se habla mucho de la coerción, de la opresión, del lavado de cerebro realizado por el Poder o sus esbirros (y antes de caer el muro ya se ha hablado... y algunos lo hicieron aún antes y sin ser del todo comprendidos ni por los defensores de la libertad -en realidad, de mercado, y ni siquiera-)... pero se deja de lado al propio fumador del opio de los pueblos: la esperanza en que alguien proveerá o en que llegará el mesías. Es decir, se mira hacia cualquier parte menos hacia dentro de uno mismo, donde está el abismo y la necesidad.

Sin duda, Shakespeare estaba bastante apesadumbrado cuando escribió este drama. Dolido por las injusticias que en tal estado son vistas por el individuo que de ellas se siente afectado, generalmente de manera repentina y por todas partes (lo que suele decirse: La Sociedad), como expresiones de la miseria humana.

Sin duda, este estado parece ser el más idóneo para observar el comportamiento de los gobernantes, la corrupción, el abuso de autoridad, la estrechez de miras, la veleidad sin limites... en fin: el mundo tal y como se compone y da de sí esa continuidad que se nos impone... hasta para los que somos conscientes de ella. O los que nos sentimos conscientes frente a ello. Cuando se vive una situación de orfandad como esa, se pierde toda o casi toda pusilanimidad, se está en situación de rechazar toda prebenda, se puede resistir toda propuesta de prostitución... porque no viene ninguna, porque sólo cabría imaginarlas...

Indudablemente, hay rasgos comunes entre los individuos... pero también es evidente que hay cosas, facultades o grados diversos en que están en uno, que nos diferencian y nos empujan a vidas paralelas. La fuerza, la astucia, la capacidad de engaño, la vehemencia, la capacidad para mistificar...

Desde la perspectiva de algunos, la mía por ejemplo, y en el estado en el que se hallaba también por lo visto de Shakespeare, los que tenían el poder en sus manos, ya por delegación (como Ángelo, el delegado), ya por que la Historia (que sea y que el autor no detalla y que con él presuponemos obligados) lo ha situado en ese lugar (el Duque Vicentio, que delega momentáneamente el poder en Ángelo... por lo que no puede ser considerado sino un capricho o un juego que él se puede permitir), son en todo caso muy poco "virtuosos", por decirlo brevemente y obligaros a mi vez a que presupongais lo que esto significa (un significado a fin de cuentas grupal, inserto en la visión moral que se tenga de las cosas como y desde el grupo y a la que se intente atenerse más o menos seriamente, más o menos hipócritamente).

Los poderosos y sus "leales" (que incluso resultan "traicioneros") son mezquinos y ruines, superficiales e inconsecuentes... y como tales son pintados por Shakespeare... que indudablemente estaba fuera de ese ámbito e incluso sufriendo estarlo.

Cuando los creadores, los que descubren que tienen una facultad que les granjea tendencialmente cierto respeto por parte de la sociedad (y esto se experimenta con apenas la formación de un pequeño círculo de admiradores y sostenedores) y esa facultad no consigue por su propio ejercicio hacerse el lugar más alto (o casi) que se pueda conseguir (el poder, qué otra cosa), o por lo menos no se avanza de manera notable hacia la cumbre... ¿qué queda sino el resentimiento? Es en estas situaciones bipolares donde a Shakespeare y a mí y a todos los que en otros tiempos y también hoy se descubren marginados por ser el mundo extraño a nuestros interesados ojos, cuando vemos que los "necios son los listos" (Adorno dixit) o que en nuestros pueblos "los tontos hacen los relojes".

El desprecio y la crítica que nacen de los creadores y pensadores hacia poderosos e igualmente hacia los que se someten, es en realidad desprecio por la absurdidad del mundo, pero esta absurdidad no es sino la propia realidad del hombre, en donde es la fuerza y el capricho y no la racionalidad y la sabiduría (que autodefinimos según nos conviene, ¿qué si no?) trazan los caminos y circunscriben los espacios.