miércoles, 16 de febrero de 2011

Nietzsche en el Oeste Americano

Muchos (¿el 99% de la gente que va al cine a ver un espectáculo?) habrá que hagan del cine de los hermanos Cohen en general y de su última entrega, True girt, en particular, una lectura más o menos superficial o, mejor dicho, distanciada; esto último en el sentido de la que permite al espectador situarse ante el ser humano, y ante sí mismo, con la misma predisposición observadora que adoptaría ante el ir y venir de las hormigas; la predisposición de quien acude a ver un espectáculo (lo que sin duda ¡ES lo establecido!) En cualquier caso, se trata de una conducta precavida; precavida en relación con la peligrosidad de la conciencia.

Pero, independientemente de que el mensaje esotérico que contiene (a mí no me caben dudas de que lo hay) los conmueva, pocos habrá que reconozcan en él la textura subyacente de carácter nietzscheano que llega hasta el guiño delator de asociar "la solterona" a "la sabiduría" (Más allá del bien y del mal). Para eso hay que tener buena memoria y además haber leído el texto, como me resulta obvio que lo leyeran -y rumiaran- los Cohen, además de coincidir con sus lineamientos más notables.

La conducta temeraria de la niña de catorce años, que pone en riesgo la vida con el único fin de realizar una venganza fría, es casi un aforismo personificado. A la actriz, pero también al propio personaje, se le asignó un rol casi sin fisuras, al menos al respecto (aunque sometido a los avatares reales que no se pueden controlar, como lo que lleva a que la venganza no se realice de la manera planeada o deseada), y en ese sentido, demasiado histriónico, como corresponde a la tragedia y sin duda no a la novela posmoderna con sus pretensiones (igualmente falsas) de reflejar la Realidad. También esto pone en evidencia la greicidad de los hermanos Cohen, su greicidad nietzscheana, y quizás hasta straussiana... Después de todo, tal vez esto sea lo que caracterice a toda su filmografía y cada vez un poco más (recuérdese especialmente: Oh, brother, o Un hombre serio, que parecen apuntar a lecturas de Leo Strauss... y a una incuestionable sapiencia en el leer).

Estar más allá del bien y del mal, en Nietzsche, no significaba ausencia de valores morales ni relativismo (con Strauss pone de manifiesto de hecho), sino la asunción de los propios como algo personal, la franca predisposición a defender el "compromiso" (Strauss dixit), no dejar la lucha, la "obra" (Nietzsche dixit), se justifique ello de una u otra manera, respondiendo si acaso al "amor propio" (ídem).

Según Nietzsche, la venganza y el castigo están ahí para resarcir, para alcanzar la irrenunciable compensación que se necesita; por eso ambos son invocados. Según esta filosofía outsider, hay que agradecer a quien le salva la vida a uno (una en concreto en este caso) porque se siente la deuda. Cobro y deuda están en los orígenes de la moral, y Nietzsche (y los Cohen con él), simplemente, lo asumen. Lo humano no va más allá de lo animal salvo en cuanto a ser consciente de ello... y a tratar con la conciencia de hacerlo callar, de someterlo al silencio, en todo caso de adornarlo. Pero ese ir más allá está empujado por la mera perplejidad tanto como cualquiera de las mil y una conjeturas de las que el ser humano ha sido y es capaz (toda la Metafísica, es decir, toda la Filosofía, incluidas sus "inversiones", incluidos desde sus formas más dogmáticas hasta sus más líquidas, están construidas por ello, y como colecciones de conjeturas), y, como los mitos y las religiones, sirven para distinguirnos y agruparnos como los más humanos (esto es, los más divinos), como los verdaderos humanos.

Es justo cuando logra no saberlo, cuando intenta ignorarlo y se siente divino (esto es: omnipotente), ¡inclusive por lograrlo!, cuando la moral propia se erige en poco menos que Ley Revelada (Torah), Ley del pueblo elegido, Ley de la Humanidad que se considera ser, que se autoadjudica, en todo caso que se diga que se quiere instituir (mediando para ello La Conquista, La Domesticación, La Conformación -educación, adoctrinamiento... ay, de nuevo la maestra- a imagen y semejanza propias pero también a imagen del clon y del muñeco, El Sojuzgamiento, por fin, en las proporciones adecuadas... so pena de aniquilación.

La Sabiduría (la maestra solterona) lleva a cabo su venganza como bien puede (el mundo, ay, no permite siempre que los planes racionales se realicen a la perfección, ¡y la perfección es La Ley!) e intenta manifestar ritualmente su agradecimiento, en la medida también de lo que la realidad (ay, somos mortales) le permite (¡permanece soltera tal vez por dedicarse a recorrer el mundo tras aquel que le salvó la vida a costa de su salud y venciendo los remilgos idílicos de la niña, que incluso habría preferido morir en lugar de su caballo!). Venganza y devolución del don, exigencia y autoexigencia, responsabilidad... obediencia que también habría vuelto a decir Nietzsche.

miércoles, 9 de febrero de 2011

De cómo y por qué Marcus Rorty Antonius honraba a Julius "La Institución" Caesar

"Foucault fue un hombre brillante, pero su brillantez fue utilizada para arrojar sospecha sobre las instituciones más que para intentar reformarlas."
Estas fueron las palabras que Rorty dedicó a Foucault en una entrevista que le hicieron en 2005 (y con la que topé muy oportunamente por cierto, dado lo bastante que se habla del primero y el grado y extensión con la cual hoy ha llegado a adoptadarse el "pragmatismo" que él defiende con altisonancia y que otros consideran poco menos que un proceso natural... de licuefacción). Unas palabras, debo confesarlo de entrada, que no producen en mí sino un efecto opuesto al que percibo como pretendido: refuerzan a mis ojos el valor del pensamiento del francés y mi desprecio por la mezquindad evidenciada por el crítico americano, confirmando mi convicción de que esa pobreza y ruindad es la propia de todo el movimiento realtivista que Rorty prefiere llamar "pragmatista".

Indudablemente, a veces no hay como unas frases cuidadosamente calculadas (es decir, políticas) para desnudar a su autor y sacar de paso conclusiones adicionales acerca del entorno presente y de los tiempos que corren.

Foucault brilla... según Rorty, pero, según él, eso no sólo no sirve para nada, no sólo sería apariencia, adorno fútil, sino que incluso le haría un flaco servicio a... la realpolitik, al status quo, a "las instituciones"... al "arrojar sospecha" sobre ellas... algo que no puedo sino asociar  al método propagandístico par excelence de la izquierda, desde la jacobina hasta la bolchevique y más allá (Marx lo habría hecho así, y Lenin... y Mao... siempre con gran pragmatismo por cierto, y, sin duda, desconcertante a propósito, que es cuando ese enfoque y/o preferencia se hacen merecedores del nombre, es decir, cuando sirven para algo, cuando son efectivos... para que se entienda: tanto como los venenos) (*).

¿Puede haber más retorcimiento oportunista, más intento de colar mediocridad y chatura, miserabilidad y truco barato detrás o debajo de palabras que parezcan corresponderse con grandes ideas? La frase me remite automáticamente a William Shakespeare: ¡sí, Shakespeare! Porque el "...fue un hombre brillante, pero....", me remite al "And Brutus is an honourable man" en boca de Marco Antonio; cuyo su sentido embozado, lo que se descubre luego y su resultado final nos son conocidos... o, de no ser así, convendría que lo fuesen por lo mucho que nos pondrían en guardia.

Sin duda, sólo se puede decir que Rorty es (en tanto texto registrado) lamentable. O, como apuntó Nietzsche, un filosofastro, un obrero intelectual y manual de las "ideas", justamente, a mi criterio, lo que nos permitiría explicar básicamente todo. Pero seamos cautos, dado que... ¡Rorty "es un hombre honrado"!

Supongamos que Rorty no admite, o, mejor dicho, que nos diga que no admite la inacción, la renuncia a la praxis, en cierto modo en la línea defendida en la vieja tesis de Marx contra Feuerbach: "no se trata ya de interpretar el mundo"... aunque a la manera superadora de la posmodernidad: ya (tampoco) se trataría de una praxis revolucionaria, sino de una praxis reformista. (¡lo que, por lo visto, no sería "contextual" sino... curiosamente, incondicional... y acaso por el mero hecho de ser... democrático!)

Así, se coloca en un papel bien estudiado de "reformista a la manera del revolucionario", a la manera de los socialdemócratas (o liberals) en tanto se consideran herederos legítimos, reencarnaciones incluso, de la vieja izquierda (algo así como lo que, curiosamente o no tanto, hacen los actuales gobernantes españoles cuando presentan sus reformas regresivas como trampolines necesarios para volver a la senda del progreso y el bienestar que les corresponderían por antonomasia y en exclusiva... aunque hagan lo contrario. Total... los que se encargarán de perpetuar esa regresión haciéndose dignos de escarnio y movilizaciones... será la oposición triunfante... en-todo-caso. ¡Y adelante con el circo!)

Aceptemos pues que Rorty optase por rechazar justo lo que Nietzsche valoraba y valorar lo que le repugnaba; es decir, que prefiriera imponer "inventos filosofóficos" (por racionalistas, por idealistas, por utópicos, por tiránicos) y despreciar a quienes sólo se dediquen a... "encontrar", como sería el caso de Foucault, al menos según dice Rorty, que sin duda, "es un hombre honrado", sea o no un feliz ejemplo (y al menos lo parece, aunque lo que también parece es que ha sido estigmatizado con esa figura tan poco grata a los ojos de la izquierda, por una razón fundamental que se señala: haber "arrojado sospecha sobre las instituciones", haberlas traicionado, haber herido con su daga a César...)

Ahora bien, entrando en su terreno, ¿por qué tiene que tener menor valor la interpretación inocua, el "encuentro" al margen de lo que se derive del mismo, la crítica sin pretensiones, sin metas predefinidas, crítica que en todo caso llama a la  elucidación inclusive si su resultado fuese inútil... todo ello en comparación la honra a  la acción o al llamamiento a la acción, incluso por tanto si fuese servil (siempre que sirva disfrazada de unas determinadas maneras y no de "otras", las estigmatizadas, las que ya fueron desemmascaradas, las... agotadas), a la "invención" retórica, a la mentira piadosa, a arrastrarse para conservar la fuente de las migajas, incluso a la contrición y la resignación... cuando ya no queda (y porque no queda) más espacio para soñar con revoluciones mesiánicas, con mundos paradisíacos de leche y de miel, de justicia y de virtud? ¿Por qué hay que claudicar y ponerse al servicio pragmático de la "edulcoración", de la disuación a los sueños más ambiciosos... aunque tan falsos y preparatorios del pragmatismo final como de costumbre? ¿Es que Rorty ha recibido como Verdad Revelada el que eso deba ser así (flaco servicio sin duda, como puede verse, el que nos hiciera ese domesticador aforismo kantiano)?

Ahora bien, Rorty no quiere exagerar... por las dudas... o quizás porque, aún sin haber reflexionado mucho al respecto, perciba, intuitivamente, epitelialmente incluso, instintivamente sin duda, que ya no es tiempo de revoluciones y de tiranías obvias sino de eufemismos y de máscaras, de paciente trabajo de topo... En cualquier caso, tributando al desprestigio alcanzado por el mesianismo revolucionario, hace desaparecer, por las dudas, ese lado de la ecuación, sustituyéndolo por "las reformas"... Justo lo contrario de lo que habría hecho Foucault, negativamente (!) al parecer, ya que "arrojar sospechas" ayudaría a sembrar desconfianza y al parecer haría crecer revoluciones (aunque más no fuese utópicas) o en todo caso un nihilismo al parecer perjudicial... Es decir, lo que supuestamente debería hacer, al parecer, todo intelectual comprometido, y práctico...

Podemos pensar, con menos malignidad que la que nos lleva a ver en Rorty a un lacayo de su propio status socioprofesional y del de "su comunidad", pero, en ese caso, sólo se puede pensar que esa incondicionalidad que atribuye a La Democracia y a La Acción Positiva se deba a una suerte de Revelación (y esto, además, sin entrar a desgranar el hecho de que esos conceptos son rellenados por él con un contenido propio que alcanza nunca a explicar lo suficiente, comme il faut... porque, total, él sólo pretende "crear universalidades gradualmente" -R. Rorty, Universalidad y verdad, en Sobre la verdad, Amorrortu, Bs. As., 2007, pág. 59-, es decir, "crear un público" -ibíd., pág. 64-). Sólo así se podría comprender (superficialmente sin embargo) por qué se debe evitar "arrojar sospecha" sobre La Democracia o por qué haya que actuar en la línea del servilismo reformista o gatopardista... que de todos modos no tiene vergüenza en señalar al enemigo interno... yo diría... con el que para qué discutir. Y por qué se opta por poner "lo real" (por lo instituido, por lo adoptado) über ales... Y por qué, por fin y sobre todo, se insista en ello a pesar de lo que el estado de cosas da de sí y por sí, a pesar de lo que produce realmente y motus propio, que no es más que la encarnación de lo contrario (de lo que promete el concepto, el ideal, la propaganda...), encarnación como la de aquellos dioses que pasan a jugar entre los hombres como sus míseras antípodas...  todas perdonables, todas comprensibles, todas... "justificables".

Nietzsche apuntaba bien a la cuestión de fondo (aunque quizás de una manera demasiada sutil, demasiado alegórica para el buen entendimiento de muchos, quizás rescatando lo que ya ha sido enterrado y muy hondo, y que incluso no era del todo inmaculado, porque como él mismo reconociera, lo inmaculado es un disfraz...):
"...círculus vitiusus deus [dios es un círculo vicioso]" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1997, pág. 61).
Lo que resume honestamente el carácter de los divinos intelectuales, los humanos más divinos, el mejor de los cuales no puede evitar querer: "volver a tenerlo todo tal como ha sido y como es, por toda la eternidad, gritando insaciablemente da capo! [¡que se repita!] no sólo a sí mismo sino a la obra y al espectáculo (...) porque una y otra vez tiene necesidad de sí mismo..." (ibíd.); los humanos a quienes le vino dada poco a poco la fragmentación del mundo e inventaron los ropajes con los que cubrir sus desnudeces vergonzantes: la religión, la democracia... Por vergüenza pero también porque "honraban algo de sí mismos cuando honraban al santo" (ibíd., pág. 78), "animalizando" a dios (después de haberlo proyectado desde la conciencia perpleja de sí mismo).

¡Vade retro!, exclamo yo ante ese nuevo cristianismo pragmatista al que cabe aplicarle, otra vez, lo que del original dijo Nietzsche:
"No su amor a los hombres, sino la impotencia de su amor a los hombres es lo que a los cristianos de hoy les impide -- quemarnos a nosotros." (ibíd., pág. 98)
Nietzsche nos radiografió psicológicamente como pocos (algo que sin embargo hizo a caballo de su propio mesianismo iluso, típicamente intelectual, de cuya idiosincrasia nunca pudo evadirse a caballo, sencillamente, de su amor propio inextirpable -¡de esta "tragedia" da cuenta el periplo de Zarathustra... y es lo que menos se toma en cuenta al analizarlo!-):

Somos los que emplean "el hablar para callar y silenciar" (ibíd., pág. 65), y al hacerlo registran frases como las de Rorty, propias del Marco Antonio que venerara el cadáver "aún caliente" de La Institución yacente ya a sus pies, buscando con ello "arrojar sospecha" sobre unos asesinos a fin de cuentas inconsecuentes como Marco Bruto y sus conjurados. Pero esto, pienso, no debió preocupar profundamente a Rorty, quien se debió contentar con actuar contextualmente y poco más... proponiendo sin embargo cosas cada vez más indelebles e irremovibles, incondicionales -como corresponde con la idiosincrasia humana-, en su caso mediante el método de "cambiar los conceptos de modo que sirvan mejor a nuestros propósitos" (R.Rorty, ibíd., pág. 80).  Indudablemente, se dirigía con tanta franqueza (relativa) a "su comunidad" -dentro de la cual se puede hablar con bastante franqueza... para conservarla y acrecentarla como "público"- y de la que esperaría, digo yo, que por obra de una actuación tan sagaz como la que propone, logre convertirse alguna vez, "gradualmente" claro, mediante un trabajo de topo de esa índole, en victoriosa y dominante, un objetivo platónico, en fin, que siempre será consustancial al intelectual  y a sus esperanzas mesiánicas, y que otros, como Nietzsche -ibíd., págs. 130-137 o aforismos 201-203-, o Heidegger, entre otros, creyeron realizables o auguraron que lo podrían ser de otras maneras... no democráticas o aristocráticas con las iguales resultados utópicos o idílicos... e iguales motivos grupalistas y socio-profesionales.

Por eso, en lo que se refiere a La Democracia, como Rorty llama al Régimen burocrático hoy vigente y decadente, a pesar de que no cesa de marchar contraconceptuales y no ya reformar los conceptos sino conseguir vaciarlos del todo... debo constatar y resaltar el hecho que permite explicar radica y decisivalmente las cosas consiguiendo con ello someter los hechos a la crítica a calquier precio contra los muchos deseos de no escuchar ni responder que proliferan...:

La Democracia es una realidad inventada que le permitió a él, como a todos los especialistas contemporáneos, ser aún un ponente privilegiado y protegido; por eso es para él "Lo único que importa" (ibíd.). Y lo que lo define todo, él incluido.



(*) No es de extrañar que los que se sienten "legítimos herederos" del marxismo, es decir, de la "necesidad histórica -y natural- de la revolución proletaria", para dar su concretos anunque eufemísticos nombre y apellidos, se empeñen en devolver al redil del dogma (levemente revisado, comme il faut) a los reformistas, es decir, a los socialistas, socialdemócratas y liberals diversos, a retomar la fe en el futuro... futuro que no podría ser según ellos el del paraíso tecnocrático en el que viven como peces en el agua los más integrados (y por ello... reformistas) sino el del poder burocrático pleno, el control absoluto, la planificación extrema de una idílica camarilla burocrática "sabia" y "justa" (y por ello... revolucionaria). Una y otra vez cuestionan a esos usurpadores de la herencia arruinada su seguridad en el "sistema" tecnocrático y de los especialistas, advirtiéndoles que bailan con ingenuidad sobre la "eterna inestabilidad del capitalismo". Y si los períodos de bonanza dan ínfulas a unos, los de "crisis" dan coraje a los otros... y así es como corren de los libros de unos padres a los libros de otros, mientras siguen añadiendo humo a la cortina que encubre la marcha zigzagueante de la burocracia real. Porque "cambio" va, revisión viene, la mentira se repite, típicamente humana, con disfraces cada vez más efímeros, burdos y despreocupados; especialmente cuando de lo que se trata es de "conservar una especie de vida", como bien apuntara, una vez más, nuestro dilecto Nietzsche (rúmiense , por favor, los 23 aforismos de la Sección Primera de Más allá del bien y del mal, dedicados a "los obreros..." "filosofastros de la realidad", para una primera aproximación, y acerca de su "ambición metafísica de conservar el puesto perdido" -ibíd., págs. 24, 29, etc.-). Y conste que mi principal acusación no es que sean "mentirosos", sino que eviten reconocer a toda costa que lo son como nos vemos forzados a serlo todos, a "inventar" lo "incondicionado", a sostener "juicios falsos"... so pena de "renunciar a la vida" (ibíd., pág. 24); un reconocimiento que nos pone ante el problema, y que inmediatamente nos pide una explicación (de todos modos, puede verse algo más justo aquí.

domingo, 6 de febrero de 2011

Crimen y venganza

Creo que el componente fundamental del “castigo” es “La Sed de Venganza”, que a su vez no es sino una fórmula de apropiación/recuperación, “la más contundente y extrema que fuese posible”, la que estuviese con toda seguridad por encima del daño causado, de la pérdida infringida... y pudiese así “compensar” a "todos" los que se consideren "damnificados" por “el crimen”. Claro que definir un acto como "criminal" no viene de la mano de la racionalidad sin que se hayan establecido los apriorismos a cuyo servicio La Razón se pone, y en cambio obedece a la imperante o adoptada interpretación imaginaria socio-histórica de los hechos. Por eso entiendo que el castigo aparece siempre como “venganza” colectiva, “de la sociedad”. Para lo cual el acto delictivo debe sentirse antes como una violación de lo justo.

Las justificaciones de cada época pasada (Santo Tomás, por ejemplo; que cita Nietzsche en “La genealogía de la moral”) ocultan precisamente ese carácter "compensatorio", especialmente en estos tiempos de seudoracionalidad oportunista, tiempos en los que todo lo que se entiende por legítimo se hace en nombre del común, de la humanidad y del futuro... como si ello fuera lo natural-humano incondicionalmente establecido... por decreto, por definición…

Si, además, reconocemos que el ser humano de hace unos centenares de años (¿o menos si consideramos los diversos campos de exterminio y/o reeducación?) es “el mismo”… entonces, juzgar cosas del estilo de que "el hombre ha evolucionado positivamente" o "ha cambiado y se ha hecho más..." bondadoso o sensato o pacífico o… no pasa sino por correr un velo sobre los problemas (ya veremos cuáles lo son en realidad, ya que hasta los problemas suelen ser enmascarados mediante el enunciado de otros) para proveer un mero cambio de disfraz a los intereses embozados, un fenómeno que incluso ya no basta llamar hipocresía…

Se habla del horror por las ejecuciones punitivas, pero no es “real” ni convincente: se podría decir en todo caso que se ha sofisticado el gusto y se prefieren soluciones de la máxima tecnología (cámaras de gas, sillas eléctricas, picana, inyecciones letales…) en lugar de los descuartizamientos operados por caballos o cuellos rotos a base de cuerda o de garrote… Y aún más cuando se recluye lo cruento en el desván de la imaginación personal. ¿O es que cuando “se clama” contra un “criminal”… no se desea al unísono verlo descuartizado o sometido a algo que permita estirar al máximo su sufrimiento en vida; no aparecen las imágenes de “los viejos tiempos”?.

La sed de venganza y la correspondiente sensación de que el criminal nos ha arrebatado “algo” que no tenía derecho a tomar “de nosotros”, no han desaparecido, y no desaparecerán mientras no lo haga antes ese sentimiento (de apropiación indebida: donde, sin duda mágicamente, siempre se asume la existencia previa de un propietario... natural o metafísico).

La mala conciencia contemporánea debe rechazar lo primitivo en nombre de su propia fundación identitaria (es un rasgo inseparable del racionalismo), pero el recurso ante lo innato sólo puede consistir en histrionismo e hipocresía… clamor y dejar hacer… volviendo la cara y sin embargo… imaginando si no recreando las reparadoras llamas del infierno.

Seguramente se puede arrojar mucha más luz sobre todo esto. Incluyendo esa sustitución racionalista fundacional de la modernidad que llevó a la institución de penalizaciones pecuniarias en los tratos puramente pecuniarios, separando así estos de las exigencias medievales de la libra de carne… Así y todo, más de una vez el pueblo desearía que el robo sistemático que experimenta en carne propia mediante corrupción y engaño de signo monopolista y burocrático se pagaran de aquella vieja manera. En cualquier caso, es obvio (se puede ver cada vez que se pide el cumplimiento de las condenas máximas y, allí donde se la ha proscrito, la aplicación de cadena perpetua y/o pena de muerte al menos en aquellos casos donde, precisamente, se trate de "lo irreparable".

Creo que, de nuevo, la única salida a la aplicación del sentimiento de venganza, ajena a la vez a la hipocresía y a la mala conciencia racionalista, sería la resignación a perder in extremis todo, la vida de los nuestros y hasta la propia... y entregarnos a la nada voluntariamente.

Lo constato, que conste; no es que lo proponga. ¡Basta ya de eufemismos pusilánimes!