domingo, 14 de mayo de 2023

La corriente que nos lleva: EL RÍO, de Emilio Gavilanes

 


 

Hay libros que hoy en día se leen gracias a la casualidad por quienes no sabían hasta entonces nada del autor. Creo que es el caso de los relatos que componen “El río”, de Emilio Gavilanes, que sin duda tendría que ser mucho más conocido  y reconocido en atención a sus enormes valores literarios (habiéndolo sido en su momento, aunque pasajeramente, gracias al premio Setenil obtenido después de su edición por La Discreta, así como por otros premios de significación a otras obras suyas un tanto olvidadas por el presente y que se recuerdan una y otra vez en las solapas de las nuevas ediciones de sus obras sin conseguir por ello la repercusión que entiendo que merece). 

Me pregunto a cuántos "buenos lectores" pudo llegar (y a cuántos más tomando el conjunto de sus obras publicadas), y a cuántos a quienes su lectura los conmoviera literariamente a la manera en que lo habría dicho y entendido Roland Barthes; conmovidos en fin por el placer experimentado al ser leídos. Cuántos que no los abandonaron en sus librerías quién sabe para qué otro momento o se contentaron con una lectura parcial, quizá minúscula, tal vez superficial. Durmiendo ya por fin en esas tumbas que son los anaqueles de las bibliotecas y las librerías donde de casualidad a veces alguien digno de su riqueza los descubre y acaba reconociendo su valor, Mausoleos de los "descatalogados" o, con  algo más de suerte, en espera del lector sabueso, o en  los tenderetes y librerías "de viejo" a donde habría ido a parar como libro de segunda mano; al menos para tener así una segunda vida potencial que a veces se hace efectiva.

Pero hablemos del texto que fue en su día impreso, y que quizá llegara a quinientos lectores potenciales. O, más estrictamente, del conjunto de los textos que componen el libro hasta hacerlo único, como los eslabones que forman una cadena, o como las gotas de ese río al que se alude cuyas aguas pasan dejando huellas sumergidas que, al menos en este caso, vuelven a la memoria del lector después de haber sido descubiertas, de haber sido salpicados por ellas, como si su río ciclara sin poder perderse.

Los textos, en su mayoría muy breves con unas pocas excepciones algo más extensas, responden a la misma intención que llega al lector después de una profunda y atenta lectura. Un intención y un intento que sale a flote de una textura notablemente "delicada" y "deliciosa"; especialmente sugerente. Textos que, al margen de su extensión formal, a veces apretada, sintética hasta lo inmejorable, dan muestras de la fuerza literaria que caracteriza a Emilio Gavilanes tanto en esta obra como en las otras que tuve oportunidad de leer (como "Bazar" e "Historia secreta del mundo"...), es decir, de disfrutar. Una fuerza que se esconde en la propia sutileza, tanto en los relatos breves como en los largos, en los cuales la brevedad en el fondo se sucede, se escalona, componiendo un único relato que se vuelve magistral escalón a escalón (como es el caso de la historia que para lo habitual en Emilio, es toda una novela corta, la titulada "Hospital de escombros"; pero también en el caso de "Memorias del espacio" con la que se cierra la colección para apuntar ya al futuro típico de la ciencia ficción... El final de un libro que en sus "fuentes" iniciales ponen a rodar la historia humana hacia ese futuro que apenas será un eslabón más, y que a lo largo de la corriente el hombre reiterará  sus deseos y ansiedades, sus intentos de éxito, sus éxitos fútiles y sus frustraciones, sus alegrías y desdichas, su vida, su muerte y su renacer, es decir la  Repetición).

Emilio Gavilanes trasmite esa convicción suya con una economía que invita a ser desentrañada, una economía sutil, insisto: "delicada", que funciona en base a la elección notablemente esmerada de las palabras y de la sintaxis de sus frases, ambas dentro de unas estructuras impecables. Remarco esa delicadeza y sutileza  porque me parecen relevantes en sí mismas, como maneras de hacer llegar la intención que esconde su mensaje. Unos atributos que dan lugar al placer de su lectura que llama a la vez al pensamiento, intelectual en el mejor de los sentidos. A un mensaje redondo, suficiente y sugerido que legará al lector en uno u otro grado según sea capaz de atender a los recodos sucesivos de ese Río en el que sólo encontrará la vida tal y como es, tempestuosa, trágica, dulce en los remansos, prometedora, digna de salutación, dura a veces, inclusive hostil, que corre por su auténtico cauce haciéndose literatura.

La síntesis con la que cuenta cada eslabón de la cadena, cada salto de la corriente, cada recodo del río, parece a veces estar reducida a un simple crónica, donde el relato parece reducirse a lo histórico en apariencia, es decir, a lo reelaborado como si lo fuera. Bajo ellos, sea en las cerradas sobre sí mismas, sea en los párrafos de otras mayores, se esconden sin embargo, en uno u otro grado, los secretos de las aspiraciones humanas. Una primera lectura me llevó a ver en esas síntesis escuetas una suerte de contención instintiva más que intencional que Emilio habría preferido considerar "suficiente", como dejándola más al descubrimiento que al secreto… Y, así, a valorar más y más rápidamente los relatos más largos o, quizá mejor dicho, más ambiciosos. ¿Acaso la suficiente para el propio escritor que espera que el lector se convierta a instancia del texto en su alter ego? Es posible, tal vez es lo que pretendemos todos los que hacemos literatura, en tanto es el autor quien se lee antes que nadie al escribir el texto y también al corregirlo (¡so pena de tergiversar el carácter de su propia literatura si intenta que la en todo caso posible comprensión del lector resulte explícita, inmediata!...), e incluso al irlo extrayendo del dictado de la mente en un inicio y en sus sucesivas correcciones. Pero una lectura más atenta pone al descubierto en esas más breves historias y en los párrafos de las demás mucho más que unos hechos externos sino propiamente "la metáfora" y "la intencionalidad", dejando expuestos los frutos de una profunda reflexión acerca de los sentimientos que la humanidad tiende masivamente a ocultarse para seguir sobre la balsa de lo cotidiano.

En ese sentido, las frases mismas de unos y otros consiguen una notable eficacia mediante la mencionada delicadeza, y muchas son lisa y llanamente implacables, al punto de dar por sí mismas la dimensión del drama o la tragedia humana. En su sencillez (del todo muy compleja, muy trabajada), y, para decirlo de otro modo, mediante su economía, logran una contundencia y una fuerza expresiva envidiables, a la vez que hacen pensar que surgieron tal cual de una escritura mental instintiva, natural, como cuando se escribieron por primera vez... lo que es un logro que hace transparente todos los posibles ajustes hecho a posteriori. Fluyen, son ondas, remolinos, remansos, unos y  otros poéticos, ricos y llenos en su brevedad. Tejiendo a retales que se unen la Historia Principal sin decirlo... porque en realidad nuestra Historia es en efecto, a mi criterio y creo que al de Emilio, "un Río"; donde los hechos particulares contribuyen a dibujar de a la totalidad del ser humano sin necesidad de explicitar nada acudiendo a la definición o la teoría. Lo que pintan es por lo general descarnado, intenso, auténticas pinturas visuales que se suceden como sin pretender llamar al despertar de las conciencias, pero para intentarlo de hecho, hipnóticamente, diría, sin dar noticia de su secreto objetivo y menos por anticipado.

“El río” ha pasado por delante de mis ojos de ese modo, ofreciéndome  sus arremolinadas aguas, sus penachos líquidos, su espuma, sus apaciguamientos momentáneos, para desaparecer unos momentos tras otros, dejando la sensación placentera de haber sido golpeado, salpicado y marcado por sus arrebatos, lo que queda en el recuerdo más allá de las anécdotas que le sirven de apoyo; invitándonos, a algunos al menos, a rebobinar y releer para volver a gozar…Valdrá la pena. Así como buscar en otros textos de Emilio los anzuelos que nos llama con la lectura a echar al agua de sus ríos. 

Sin duda, habrá que hacerlo y hasta volverlo a hacer, como corresponde con los mejores textos que han sido escritos.

 

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