lunes, 3 de junio de 2013

Tanya: pincelada de una amiga escritora


Apenas comienza a dormirse, su cuerpo comienza a menguar. O quizás sea la cama la que se expande y es el tejido, aparentemente compacto, del colchón y de las sábanas, el que se va abriendo hasta asemejarse a una gigantesca hamaca de red, cuyos nudos se separasen más y más y más... El proceso dura el lapso que tarda en dormirse, mientras su cuerpo, con peso suficiente todavía, provoca aún que la zona de la red en la que reposaba se mantenga abombada, aunque cubriendo cada vez menos alveolos. Por fin, en cuanto el sueño la abraza por entero, ya casi sin peso  y diminuida suficientemente, se escurre por alguno de los huecos abiertos (cada uno de ellos a una galería diferente pero sin paredes, conducente a un lugar aún inexistente) por donde entra a caer en el vacío, eso sí, lentamente, como una pluma minúscula, o como si el espacio tuviera allí, en esos imprecisos conductos que se forman, algunos con forma de toboganes alambicados otros de embudos retorcidos, otros como tubos y esferas, la densidad de un gel. O como si en ellos la gravedad fuera inapreciable.

Tanya entra de ese modo en el mundo de los sueños, muchas veces nuevos, en todo caso a renovar o a revisar, y allí, durante "una hora" (según "el conejo corredor del reloj de bolsillo" habría cronometrado por ella) entreteje una (o más) historia(s) que crecerán hasta convertirse en un mundo de fantástícos amigos dispuesto a ser plamado por ella en "negro sobre blanco", más iluminado y coloreado aún que al ser imaginado, en el sueño del sueño donde el personaje es ella misma y la soñada, en el que despertará para escrbirlo...