lunes, 16 de abril de 2012

Una reseña crítica de mi novela por la escritora peruana Tanya Tynjälä

Una nueva conciencia de Carlos Suchowolski, por Tanya Tynjälä

Esta original novela de ciencia ficción es la primera novela del autor argentino Carlos Suchowolski, quien desde 1976 radica en España en donde dirige una empresa de equipamiento digital para artes gráficas y audiovisuales. Sin embargo no es un escritor novel, pues  tiene varios cuentos publicados en diversas revistas del género y en antologías, tanto en Argentina como en España, entre otros países de habla hispana.
En un mundo conocido como Tietnianish, una joven miembro está a punto de iniciar un viaje que cambiará no solo su vida, sino también el orden de la sociedad en la que vive. Sin desearlo, se convierte en el principal elemento en un juego de poder, que la lleva a comprender el pasado de su pueblo, el falso presente en el que vive y la realidad del mundo que habita.
Interesante propuesta que retoma clásicos temas del género (el viaje iniciático, un mundo dentro de otro mundo...) al mismo tiempo que incorpora elementos innovadores. Así pues este Tietnianish evoluciona alrededor de un único mar en donde vive Boroosh: una forma orgánica luminiscente, considerada como gestor del tiempo y guardián de la puerta que conduce al mundo de los dioses. El período de tiempo en el cual Boroosh permanece en la superficie del mar se conoce como Elimash y su luz permite ver lo que sucede alrededor, a diferencia de lo que ocurre durante el Osimash: momento en el cual el mundo se encuentra en la oscuridad.
Alrededor de este mar viven los orilleros, es decir los tietnitas habitantes de catorce aldeas construidas en las orillas del mar, temiendo de alguna manera a los de las laderas: lugar en donde otro grupo de tietnitas, conocidos como los  Innovadores fundaron sus ciudades, mucho más avanzadas tecnológicamente y que desde el principio se dividieran entre cientifistas tecnócratas y metafísicos gaidy, lo que a la larga causaría su ruina.
Los tietnitas poseen un caparazo, dentro del cual pueden protegerse de las lluvias de roca y lava, un cuello retráctil, un aparato digestivo compuesto por un rumiómago y boltestinos y termovisión.  Pero quizá los rasgos más interesantes de los tietnitas sean los géneros que poseen. En efecto al nacer no hay diferencia sexual entre ellos, el sexo se manifiesta más tarde e inclusive –en algunos casos excepcionales de mutación tardía– puede cambiar durante la adultez. Los sexos son dos: -agray y –dory. Las -agrays son lo que más se asemejaría a una hembra, con la particularidad de que hay dos: la que queda inseminada  o “embarazada de primeras” (convirtiéndose en Primadre) y la que recibe la simiente desarrollada por la primera, quedando pues “embarazada de segundas” (siendo así una Segundamadre) La actividad sexual narrada en este libro se da pues entre jóvenes asexuados, que a raíz de la experiencia desarrollan el género correspondiente o entre adultos que disfrutan de uno u otro género.
La historia está narrada desde varios punto de vista: el de Mouil-Agra - quien tras encontrar unas membranas luminosas, se ve envuelta en este viaje iniciático que constituye el núcleo de la historia – de Güian-Dor, enamorado de ella hasta el punto de seguirla en su viaje y de Roueg-Dor, importante personaje del pasado conectado con Mouil-Agra, principalmente debido a las membranas.  Así pues, en algunos capítulos se retrocede al pasado de Tietnianish. Sin embargo todas estas voces y saltos en el tiempo no hacen difícil la lectura de la novela.  Si bien algunos lectores pueden perderse un poco al principio, muy pronto se ubican entre los personajes y períodos de tiempo, pues la historia está sólidamente narrada.

Una nueva conciencia en una interesante parábola sobre la posesión del conocimiento: las luchas de poder que ésta conlleva, el oscurantismo impuesto para no compartirla, el temor que inspira, pues poseer el conocimiento – sea este tecnológico o metafísico – implica responsabilidades y cambios para adaptarse, lo que de alguna manera quiebra la paz de lo ya establecido.   Por eso, a pesar de narrar eventos de un mundo lejano al nuestro, nos sentimos identificados con los personajes pues los incidentes en los que se ven envueltos los personajes encuentran eco en nuestro propio mundo.  Como una vez le escuché decir a Ian McDonald, que la gente se equivoca al pesar que la ciencia ficción nos habla del futuro o de mundos lejanos, pues en verdad nos refleja de manera lúdica nuestra propia realidad, nuestro presente.  Esta novela es un buen ejemplo de ello.
Quizá una crítica que se le pudiera hacer a Una nueva conciencia, es el excesivo uso de neologismos. Unos son innecesarios por el gran parecido con palabras existentes en el español, como por ejemplo la lush o la luz  que emite Boroosh o ishla, evidentemente una isla. Otros, como los géneros de los tietnitas, son completamente pertinentes, pero en ese caso lo criticable podría ser el léxico que se encuentra al final del libro.  En primer lugar, muchas de estas palabras se sobreentienden a medida que uno avanza en la historia, en segundo lugar, ¿Necesita el lector saber  que  un mushis es un insecto o que un beiglaud es un pez? No aporta gran cosa al desarrollo de la historia y en todo caso, la lectura nos hace comprender que se trata de algún tipo de animal.
Pero ésta es una apreciación personal. Quizá haya quien disfrute del léxico y el saber exactamente qué significa cada palabra. Yo me contento con disfrutar de una historia bien construida y de muchas propuestas innovadoras al género de la ciencia ficción.






(En breve: en formato ebook editada por Grupo Editorial AJEC.)

Página del autor en Facebook:
http://www.facebook.com/pages/Una-nueva-conciencia-y-otras-andaduras-literarias-de-Carlos-Suchowolski/169224196477186



domingo, 1 de abril de 2012

¿Y por qué poetas ("desolados") en tiempos de penuria? ¿Por qué tanto "sediento de sangre"?

La democracia representativa occidental (que incluso vive -¿o ha vivido?- su "primavera" oriental y meridional) agoniza... (Y aclaremos: puede hacerlo durante mucho tiempo, tanto como los que lleva haciéndolo, y con vaya a saberse cuántas recaídas circunstanciales, encubiertas o desnudas).

Agoniza en el fondo, en la raíz, en la médula.

Y esa agonía medular es cada vez más grave en la medida en que va siendo cada vez con más dificultad y menos vergüenza: embozada, mentirosa y desconcertante... aparentando buena salud tan sólo para seguir ocultando sus designios: cumplir su verdadera misión, a saber, la de establecer un escenario seguro para las luchas de las camarillas burocráticas por el poder, un escenario que garantice un resultado que no acabe con las esperanzas de conquista por quienes entran en el juego, sea por el camino de la herencia (¡muy importante!) como por el de la "ascensión social" (¡tan esperanzadora y tan domesticadora!). Por ejemplo: hoy no hay prácticamente nadie que se atreva a declarar en público el objetivo marxista de principios de acabar con la propiedad privada de los medios de producción... principio que se ha vuelto... anti-marxista poco más o menos, por obra y arte de su evolución. Sin embargo, sigue siendo la conclusión a la que deberían llegar (y tal vez lleguen en la intimidad... siempre y cuando sus intereses sociales se lo permitan) los defensores de las "realidades" justas ("democracia real", en concreto) si no quieren reconocer publicamente (tampoco) que lo que pretenden no son sino las migajas que recibían hasta ayer.

La estructura socio-política actual se nos presenta así como un inmenso bosque de pirámides (que ya me esforcé en describir hace un tiempo) y el proceso de su institucionalización subterránea, pero también -bajo disfraz- formal, ha dado lugar a dos fenómenos:

(a) prácticamente nadie que forme parte del sistema productivo (de la artificialidad legitimada como producto útil) no pertenece a alguna de las pirámides en pugna, sea en la base o más arriba, en algún punto de su estructura;

(b) cada vez son más las pirámides que adoptan métodos mafiosos de consolidación interna y de cohesión identitaria (para lo cual es básico el fortalecimiento de la lealtad), como obligar (desde la iniciación, o admisión en filas) a ejecutar una acción criminal inculpatoria capaz de hacer remar a todos los que quieran subirse al barco en "la misma dirección" autodefensiva, una dirección, por cierto, que no apunta a ninguna meta sustancial sino a la conservación del poder de la camarilla bajo cualquier forma y con cualquier argumento coyunturalmente eficaz.

Esta situación, explica (y es la única manera de hacerlo) todas las cosas que suceden en el plano político. Ello mal que les pese a los inocentes encubridores de la realidad. Y sin duda explica, como parte del cuadro, la existencia y conducta inevitable de estos últimos.

Entre estos, abundan los neo-intelectuales en estado permanente de debate, todos caracterizados por ser a la vez:

(a) asalariados en el marco de una cierta producción de cultural o educativa, productos a su vez de la formación alfabetizadora/domesticadora dadora de dignidad diferenciadora en el seno del pueblo y de esperanzas de ascenso social o, cada vez más, de una capacitación técnica diferenciadora respecto de la máquina y del esclavo.

(b) conformados en la sensibilidad (en tanto siga habiendo literatura auténtica y libros de anteriores tiempos de penuria), que en unos lleva a la repugnancia por la violencia (¡y la sangre!) -diría que cada vez son menos-, y en otros a elevarla en sí a la categoría de la vía regia de la depuración -me atrevo a suponer que cada vez son más y lo serán en masa: algo que el creciente atractivo por el moralismo como salvación hace prever-, sea ello con unos u otros signos identitarios (formalmente) "ideológicos", tomados de "los libros" de los que se sabe algo. Y pongo aquí el caso de los que piden nuevas "tomas de la Bastilla" y nuevos "asaltos al Palacio de Invierno" (esta vez, repito, sin la famosa meta final "ya superada") o a los que utilizan el subterfugio de minimizar la importancia de "roturas" e "incendios" en nombre de los verdaderos "objetivos", los "verdaderamente sublimes", mientras los más sensibles a la sangre hacen lisa y llanamente caso omiso.

Esto explica precisamente, me reitero, que haya tanta gente "desolada" y muchos más consideren que la coacción en las calles por parte de unas minorías deba considerarse un ingrediente "nimio" de un proceso que expresaría la voluntad de una "democracia real".

Esto explica, insisto, que esas acciones "de vanguardia" ("vanguardia" de la fuerza bruta sin más y, a lo sumo, futuros locutores/agitadores de radio, a la manera, ¡ay!, de la de las Mil Colinas) puedan servir apenas para mejorar la relación de fuerzas de una camarilla respecto de las demás en la escalada  ciega e inescrupulosa hacia el poder.

¡Tomad nota... y no volvais la cara ni os cubrais las orejas con las manos!