Morir no es un hecho que acontece repentinamente, sino un proceso que da nombre a su propia conclusión. La búsqueda de la inmortalidad que, más explícita e identificablemente que en otros casos realizan los escritores y los artistas en general mediante la producción de sus obras y su consecuente difusión (una especie de sembrado, sin duda; muy de agricultor), no es en realidad más que una manera de ir anticipándose a esa conclusión irreversible, de reconocer esta irreversibilidad, de responder a la certeza de que nada nos desviará de esa expulsión que, en cualquier caso y paradójicamente, no nos impedirá otra cosa que continuar muriendo. La muerte, así, acaba con el esfuerzo de morir.
SOCIEDAD / LA PLAYA
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