Me encorvé lentamente, flexionando las piernas, hasta que el cuerpo bajó y las rodillas y las manos se posaron en tierra. Casi de inmediato comenzaron a brotarme nuevas extremidades a los lados mientras las originales se llenaban de pelos temibles... Ay, qué pena no haber alcanzado a desarrollar un aguijón o algún otro medio defensivo, y que, ni siquiera, los ojos llegaran a adaptarse lo suficiente en la medida en que se fragmentaban como para dejarme ver con precisión lo que junto a mí se delineaba, invitándome a huir como buenamente pudiese. De todos modos, pronto lo comprendería: a mi lado se había producido, y con una velocidad superior de desarrollo que en mi caso, o tal vez porque hubiese comenzado antes sin que lo advirtiera, una metamorfosis paralela cuyo producto, más grande, más pesado y más completo del que habría podido ser yo nunca, ya me estaba paralizando, preparándome para su cena.
LITERATURA / ASÍ FUE LA MUERTE DEL CAZADOR, DE DANIEL BADOSA MORIYAMA
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Dentro de lo que se conoce como novela histórica, la que se circunscribe a
la Prehistoria supone un subgénero en el que prima más la aventura y la
ima...
Hace 30 minutos
Auuuuu!
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