jueves, 1 de octubre de 2009

De nuestros denodados esfuerzos por hacernos comprender

En mi pretensión de conocer mejor los antecedentes del pensamiento de Nietzsche, bajé de los estantes de mi biblioteca el primer tomo de los dos en que se divide la edición de que dispongo de "El mundo como voluntad y representación", la de Ediciones Orbis de 1985, que, parece mentira haya esperado tan pacientemente durante todo este tiempo, como otros cuantos, a que por fin lo abordara (y ya puede darse con un canto en los dientes).

Esto sucedió ayer, y como comprenderán, especialmente si supieran cómo de lento leo, y por cuántos desvíos me dejo llevar mientras consumo líneas, significa que no podré apenas decir algo de su contenido sustancial. No obstante, las reflexiones que siguen son una continuación del efecto que produjo en mí lo que Schopenhauer se sintió movido a decir en su "Prólogo, de la primera edición" de 1818, lo que no puede estar, entiendo un tanto a priori, desligado de lo que vendrá a continuación y que en breve comenzaré a rumiar.

Lo que concretamente me desvió hasta las siguientes reflexiones fue lo que a continuación transcribo:

"Un sistema de pensamientos debe tener siempre un encadenamiento arquitectónico... (...) En cambio un pensamiento único, por vasto que sea, debe conservar unidad perfecta. (...) En este supuesto, es evidente que, para comprender bien mi pensamiento, no hay otro recurso que leer dos veces el libro... " (Arthur Schopenhauer, op.cit., pág.9)

Y poco más abajo:

"... he hecho concienzudamente cuanto me ha sido posible (...) para poder ser comprendido. En general, no he perdonado medio para ser claro y comprensible." (ibíd.)
Etc.

Me impactó el preámbulo, la descarada intención de influir o, mejor dicho, controlar los pasos del lector, de pretender un lector a la medida... Y me sentí reflejado, al margen de que yo actúe o no del mismo modo, por vergüenza o por conciencia de la impotencia que tuviese al respecto salvo... en relación a los discípulos fieles allí donde pudiera tenerlos... imaginariamente. Pero, sobretodo, supe ver en ello la esforzada pretensión de Schopenhauer de ser, simplemente, comprendido. Y me puse a reflexionar (desviándome de la lectura como de costumbre, como este artículo acredita por cierto) acerca del por qué de tal esfuerzo.

Exactamente: ¿por qué nos preocupamos tanto por conseguir un lenguaje riguroso, una conceptualización que apunte sin confusiones al objeto (a veces confusiones mediante), una narrativa que conduzca al lector a tener sed para darle a beber luego lo que pretendemos que tome luego como si fuera agua pura? ¿Por qué el hombre ha fraguado lo mejor posible las armas de su lengua y su escritura, no cesa ni cesará nunca -deduzco- de mejora sus diseños, de mantener su filo y su efectividad...? ¿Por qué yo igualmente insisto, cono tantos más, en que sea bien leído?

Bajo una óptica freudiana, válida para empezar como cualquier otra, se diría que aprendemos a hacerlo desde que nos expulsan (y/o extraen) del seno materno y comenzamos a quejarnos mediante el llanto de tamaña violación de nuestra seguridad (comodidad incluida), de nuestros derechos adquiridos. A partir de ese momento, comenzaría un duro aprendizaje, de prueba y error, sin mediación de otra escuela que la de la propia vida, en busca de un lenguaje que nos permita conseguir lo necesario (mezcla de lo real y de lo imaginario en el caso que nos ocupa de los seres humanos); un lenguaje violento o seductor... un lenguaje que nunca será lo suficientemente perfecto ni alcanzará nunca una efectividad insuperable.

Lo cierto, sin duda, es que desde esos primeros tiempos: "el que no llora no mama".

Y también que en el mundo cada vez más diverso que descubrimos a nuestro derredor, un mundo que ni siquiera es el ya frustrante hogar exterior -supuesto el más idílico inclusive-, nos veremos empujados a mejorar más y más ese lenguaje, a depurar y a sofisticar (incluyendo enmascarar, distorsionar, adornar... etc.), nuestros mensajes.

Esto podría sugerirnos que somos simples presas de una inercia de la que no nos desembarazamos nunca. Que no conseguimos ni conseguiremos romper nunca con aquel trauma primigenio, con ese deseo frustrado de recuperar aquel Paraíso Perdido... Y que, todo lo dice a gritos, que vamos más allá de la queja o la protesta en un intento de realizar esa recuperación de algún modo adaptativo, a medias resignados a hacerlo en el mundo real, con las facultades reales y usando los medios que logremos hallar a nuestro alcance y los que con ellos logremos fabricar... Lenguaje, tecnología (escritura incluida, instituciones incluidas, esclavitud impuesta, etc.), se harán de ese modo inseparables e irrenunciables... El objetivo, en el fondo, sería... volver.

Me pregunto y me contesto positivamente acerca de si allí se halla pues la cara y la cruz de todos los fenómenos sociales por los que pasaron de una u otra manera los grupos humanos desde que fueron invadidos por esa nueva arma a la vez arrolladora y dolorosa que representó la conciencia autoreflexiva más allá de un cierto punto. La producción de alimentos, el Estado, la opresión, las leyendas bíblicas y equivalentes... la propia queja capital de Cristo... el mecenazgo,la democracia, la burocratización...

En fin, si es así qué remedio: óigaseme, pues, léaseme bien y reconozcaseme.



* * *

Adendum (a 6-10-2009):

¡Pobre Schopenhauer! Tantos esfuerzos para por fin ser "superado" y para que el positivismo y el racionalismo generalizado que acabaron conquistando la Ciudadela de los Expertos (que no Sabios) lo arrinconaran entre los casos exóticos e inservibles... Véase si no en base a qué y cómo un tal Alexia Philonenko (con el que me he topado en busca de unos datos) se digna a despachar (que no a "desmontar) a Schopenhauer:

"Al meditar quizás sobre los criminales (?), como lo harían Nietzsche y Dostoievski, Schopenhauer llegó a rehabilitar esa razón que tanto había hecho por superar. Lo hizo en un apéndice del párrafo 36 (!!) del Mundo como voluntad y representación. La locura tiene diferentes caras... (...) ¿En qué consiste... (...) en el apego a la vida? Esto es lo que toda la filosofía de Schopenhauer nos invita a pensar (¡y a lo que Philonenko la reduce con el fin de despacharla sin más con un finale apropiado para el olvido!). Pero él da una explicación muy distinta, que no dejará de sorprender (?) si se recuerda todo lo que ha dicho del tiempo..." (y aquí Philonenko hace un resumen restringido al tema de la "alienación" y cita a Schopenahauer al respecto... como si esa cuestión fuera lo más significativo e importante a destacar de sus escritos. Todo para concluir:) "Como se puede ver, Schopenhauer da la espalda a su propia doctrina. Más exactamente, renuncia (...) a adentrarse en una fundamentación radical del pesimismo." ("Historia de la filosofía" -una muestra de la cultura francesa de divulgación-, tomo 8, capítulo 3, Siglo XXI Editores, México, 1980, págs. 90-91; los paréntesis con signos y notas, así como la negrita irónica son todos míos)

¿No es una pena? ¿No da sinceramente pena... extraer tan poco y pasar como si nada página? ¿Ser incapaz de leer bien y lo sustancial, reducir un pensador a cantor del pesimismo y, presentándolo como traidor y renegado respecto de su propia causa, hacerse fácil a sí mismo y a los lectores enciclopedistas que hayan llegado hasta su texto, el trago de olvidarlo para siempre.

Pues por mi parte, me propongo leeré bien a Schopenhauer contra todos los mezquinos del mundo intelectual que no saben ya cómo huir de todo descubrimiento que los ponga ante el abismo, que no saben cómo evitar saltar para volar, desprendiéndose del lastre con el que rinden tributo a la escasa comodidad insatisfactoria a la que se resignan sin dejar de quejarse... y mostraré hasta dónde llegó un pensador desprendido, que sin duda fue lejos; al menos mucho más lejos que lo que señalan los mapas de esos bienpensantes proletarizados o corruptos que apenas saben bailar mal bajo las estrellas fijas.

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