domingo, 4 de octubre de 2009

De nuestros denodados esfuerzos por hacernos comprender (tercera y tal vez última)

Se puede pretender ser comprendido a toda costa en nombre de la Razón que se cree tener, o reconocer, aún creyendo lo mismo, que eso no será nunca posible ni tendría sentido alguno (y también, por qué no, sentir que no se hace sino llevar a cabo un ritual como lo hacen los otros). ¿De qué depende? Pues yo pienso -lo he dicho ya otras veces- que del grado de madurez alcanzado por la intelectualidad honesta (*), es decir, como se desprende de la psicología evolutiva a la que me permito hacerle un guiño: del grado en que se haya asumido la frustración (cosa que depende de los tiempos que corran).

Nietzsche dice que Sócrates provocó su propia muerte, que "él fue quien se dio la copa de veneno, él forzó a Atenas a dársela..." ("El crepúsculo de los ídolos", "El problema de Sócrates", 12, Alianza Editorial, Bolsillo, Madrid, pág. 43), ¿y él mismo; no se entregó él a la sífilis y a la locura...?

A raíz del juicio al que es sometido, Sócrates da claras muestras de estar decepcionado de Atenas, su decepción lo lleva a decir (¿convencido o dolido?, ¿bien o mal interpretado por el decepcionado Platón?) que piensa hallar mejores interlocutores en el Hades ("... si o creyese encontrar en el otro mundo dioses tan buenos y tan sabios y hombres mejores que que los que dejo en este, sería un necio si no me manifestara pesaroso de morir", "Fedón", "Diálogos", Editorial Porrúa, México, 2007, pág. 547), eso según Platón, debió impulsarlo a darse la copa de veneno, como dice Nietzsche. Y según Platón, estaba convencido incluso de que los cielos lo habían reclamado; creía según Platón que era "preciso que dios nos envíe una orden formal para morir, como la que me envía a mí este día" (ibíd., pág. 546).

En cualquier caso, era, o mejor dicho, podemos pensar que fue, un acto nacido de una decepción. Una decepción propia de la infancia de la filosofía (**).

El Nietzsche de la madurez, el Nietzsche que augura la venida del superhombre a la luz del mediodía... ya no piensa así, ya no está seguro para nada de que será comprendido, ni se dirige "a todos" ni al "pueblo", y casi vislumbra la mezquindad de las élites corrompidas por la polis...

Pero aún muestra su decepción por momentos. Y por eso ve en Sócrates algo tan diferente de él mismo. Por eso lo dibuja especialmente nefasto y vuelve a condenarlo, esta vez desde la tribuna de los sabios. No admite que su caminar hacia la muerte fuese en realidad parte inseparable del caminar hacia la vida; del deseo, sin duda vital, en fin, de llevar al mundo hacia su mejor vida.

Y no equipara su propio "sí a la vida" que esgrime contra los demás como si de un martillo se tratara con su propio caminar hacia la muerte.

Sin duda, Nietzsche aún no había alcanzado la madurez necesaria como para abandonar toda pretensión de trasmitir futuro. No había roto el cordón umbilical que lo hacía sentir responsable por la humanidad. No había rumiado lo suficiente la indudable frustración que le produjo y que produce a todo pensador la vida, ni a ver por ende que esa facultad de pensar "bien" era uno de los tantos recursos posibles del hombre: el que él, como Sócrates, habían elegido como el más idóneo... O, como diría el propio Sócrates de Platón en su "Banquete", acorralado por su propia dialéctica racionalista: "el más justo". ¡Vaya, ni más ni menos!

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(*) Creo haber reconocido de manera satisfactoria para mi propia persona (tal vez por la cuenta que me trae) que existen (existimos) pensadores honestos, serios, rigurosos, responsables... con relación a su preocupación trascendental (lo es aunque sea imaginariamente hablando), aquellos que no pusieron ni ponen por delante de sus pensamientos una meta inmediatista o un "ideal" que entiendo equivalente (la mezquindad, en fin, vestida de etiqueta para asistir a un evento social), todos... (quizás de hecho y en parte hasta los mismísimos "oportunistas") no son o serían después de todo sino repeticiones del rey Midas en procura de Sileno (cito la leyenda muchas veces y en la nota del post previo): el hecho de tener una herramienta que tiende siempre a excederse (la conciencia) nos fuerza a todos los humanos -y a unos más que a otros- a intentar capturar el mundo más allá de lo que se necesita y la mayoría de la gente y de las veces, hace y se hace para "capturarlo" o dominarlo. Creo firmemente que ahí está "todo" (lo significativo) dicho (como diría Wittgenstein). Sobre lo demás (parafraseando al lógico en concreto): "no podemos callar".

(**) No por nada la pregunta en la que todavía se cae, se reconozca o no, sigue siendo "quid sit deus" (Leo Straus, "La ciudad y el hombre", frase final, Katz Editores, Bs.As., pág. 341)

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