domingo, 6 de octubre de 2013

Paralelos de la muerte (ante la igualación que escenifica la burocracia dominante con sus puestas en escena)


Hoy los muertos pueden ser igualados entre sí mediante la constitución de un espectáculo de feria. O pueden ser por el contrario bien diferenciados por decreto.
 
Un grupo de infelices apelotonados desborda una de las periódicas embarcaciones esperanzadas, frágiles hasta la temeridad, para huír de la penuria hacia adelante sin pensarlo dos veces, tratando de no tener demasiado miedo a la vista del casco semihundido por el peso excesivo. El mar no está ese día para cabalgatas arriesgadas, de modo que, tras hacerla corcovear hasta los vómitos y las magulladuras, agravando la debilidad de los ingenuos, hace naufragar a la barcaza. No todos sabían nadar, lo que hace aún más notable el grado en que contaban con la ayuda de los cielos, o el grado en que haber embarcado a la buena ventura era una apuesta inevitable, edulcorada con promesas que era preferible creer; la apuesta al todo o nada, ¡al todo... como si lo que habría de llegar después mereciera ese nombre! O, simplemente..., el grado en que sólo les quedaba la sombra de la esperanza en el atardecer de los tiempos...

Los imagino como meros arbustos arrancados de la tierra, a un instante de secarse por completo y exhalar por última vez, sometidos al empuje de un viento que calienta y salpica una peligrosa espuma a modo de advertencia. No sabían que el mar podía ser tan furioso, ponerseles tan en contra... Además, les habrían dicho: hoy está en calma, es como un lago... Habían conocido el viento del desierto, que disparando fina arena produce pequeñas y sistemáticas heridas en la piel cuarteada... Y de ese modo habíaní llegado hasta los muelles de salida, donde los espera una barcaza que realiza las esperanzas de la mafia que organiza esas travesías a voz de folletos de paraísos factibles y que da para vivir a los timoneles que no se quedan sino que vuelven para seguir trabajando, y que de todos modos... saben nadar (¡es una exigencia del trabajo que figura en sus “currículums”!). Y, last but not least, todos los burócratas vinculados a los diversos poderes de la tierra...

Y se suben a las barcas, y se apretujan en las barcas, que parecen aguantar...

Tal vez supongan un futuro, tal vez el sueño se resquebraje por momentos, pero ya no hay una elección, ya han entregado todo lo que habían reunido para cubrir el billete al paraíso, y lo decisivo es el destino que está delante hacia el que empuja la fuerza del viento y el derrumbe del pasado detrás, que cae a los abismos, a la nada...

Y cuando el mar los acoge, lo que despierta con el miedo que se ha ido fraguando al vaivén de las olas y las salpicaduras saladas es justamente lo que ya se ha quedado sin otra oportunidad: el instinto, incapaz de sobreponerse de nuevo. Y el sueño se ahoga.