Nada puede doler más a un teólogo que el creciente desinterés por la cuestión de Dios. Ni a un zapatero remendón la fabricación de zapatos de usar y tirar que las importaciones chinas y la deslocalización a favor de países de "alta productividad" (bajos salarios y alta competencia laboral) llevan a lo superlativo. Y aunque se pretenda que lo que sucede en el "campo cultural" no sea "lo mismo", es decir, que en estos casos haya "más dignidad" por tratarse de productos humanos "sublimes" (al ser obras de la más reflexión compleja o de la sofisticada composición artística), eso mismo es lo que sienten los artistas y los pensadores filosóficos ante la producción en serie de libros en todos los formatos, incluso el tan fácilmente desechable vía "delete".
Claro que la belleza de muchas construcciones religiosas devotas se salvan de la quema a causa de una renovada o sostenida sacralidad... en la que se tiende inevitablemente a tener "grandes esperanzas" (la experiencia permite garantizar la certeza de una "posteridad" para la que, en todo caso, se podría escribir...).
La literatura fue trágica desde Cervantes y Fielding en cuanto dio lugar a unas construcciones textuales que tenían por objeto expresar los conflictos entre el individuo y el mundo y ofrecer la catarsis personal del autor realizada mediante esa construcción para la realización de la ajena mediante la posterior lectura, y así al de la ilusión de una común identidad (la "buena lectura"). El espacio comercial explosivo abierto en el campo de "la cultura" por la democratización, ha provocado la envidia de los escritores. En él ha crecido hasta abarcarlo casi por completo "otra literatura", una cuyas corporizaciones (libros, impresos o digitales) ya no nacen de la necesidad típica del escritor ni con el fin típico de la escritura, al menos en uno de sus planos, el que lleva a Fielding precisamente a fundar "una nueva provincia literaria" y rechazar para sus textos los nombres establecidos de "novel y romance (...) porque, apenas descubierta, ya invade la "nueva provincia un enjambre de novelas estúpidas y monstruosas"..." (Milán Kundera, El Telón), y por fin a llamar a su experimento un "texto prosai-comi-épico" (ídem) cuyo fin sería proponer, "a nuestro lector" como "alimento (...) la naturaleza humana" (ídem), "elevando (en palabras de Kundera) la novela al rango de una reflexión sobre el hombre como tal" (ídem).
Pero esa apariencia de "literatura" que denominamos "comercial" destila un público gigantesco que la "tradicional" nunca logró conquistar y a la que todo escritor, idílica y autoengañosamente, aspira -y ha aspirado siempre- (del modo en el que todo actor desea ver abarrotada la sala del teatro... aunque no haya una mayoría de espectadores que sean capaces de comprensión ni de sentir y valorar el mensaje profundo y sólo se manifiesta snob a través de unos aplausos que se interpretan con condecendencia...) y, por fin, los honores, privilegios y emolumentos que de esa actividad se derivan. Ello hace inevitable la envidia... a la vez que dan lugar a un rechazo que nace de la vergüenza (descubrir la cara mezquina del oficio -he hablado de esto otras veces, como por ejemplo aquí mismo entre otros-) y de la indudable condición inextirpable, irreprimible, del yo-artista, del yo-contumaz... que quiere dominar sin dejar de ser él mismo. El "autor" que crea un texto literario sobre la base del sentimiento que Baudri de Bourgueil, un poeta-clérigo (benedictino) que dejó su escueta impronta en el siglo X, exponía en sus poemas medievales (epistolares) al decir: "Sin testigos, lee hasta el final mis versos, sigue atentamente la pista que dibujan: todo cuanto en él se encuentra fue la mano de un amigo quien lo escribió", un sentimiento y un deseo ferviente que se prolonga hasta nuestros días en los así (y por ello) llamados "grandes escritores", un sentimiento que en sus tiempos ignoraba rotundamente a las masas iletradas que ni siquiera podía imaginar y no sólo no podía pretender que constituyeran "su público" sino que se dirigía a sus "amigos" letrados, sensibles, capaces de llegar hasta "la pista que dibujan" o que él pretendía dibujar, hoy vive una profunda confusión gracias a esa apariencia y a sus logros simbólicos (gran público) y materiales (honores, privilegios y riqueza)... ese autor no puede sentirse satisfecho rebajando sus pretensiones de comunicación para obtener esos aplausos masivos que no hacen más que festejar la propia debilidad de los oyentes, su beneplácito por aquel que les endulza sus miserias y no les exige que se enfrenten a ellas... es decir, a la nada de la existencia que el autor sufre en carne propia y expresa mediante su alarido y hasta mediante su carcajada... Y el objetivo de quien escribe porque lo sufre y necesita compartirlo se opone por entero al de la conquista de una población inmensa e indiscriminada de oyentes cuya base amplia tiene necesariamente que ser la más leve, la menos "trabajada", la más "reticente" y "refractaria". De ahí que sólo le interesen a este escritor "los amigos", los "oídos predispuestos", y salga en su búsqueda sin engañar a nadie, ¡con sus textos demasiado sutiles y sus innovaciones!, aunque una y otra vez no encuentre a casi nadie... A casi nadie que sea capaz de responder como Baudri le pedía a Geraldo que respondiese:
"Si por lo tanto deseas -deséalo Geraldo- serme agradable, inclínate sin descanso sobre libros y tabletas. Hojea los libros, hojéalos todavía más; lo que ignoras, búscalo, búscalo todavía más; produce una obra digna de ser declamada ante tus compañeros" (Baudri, citado en los dos casos transcriptos por Roger Chartrier en su Inscribir y borrar, Katz Editores, Bs. As., 2006)
Ello es, repito e insisto, en gran medida debido a la base elemental que subyace al ejercicio del oficio. Y esto, sea como sea, da lugar a un profundo resentimiento y/o a un hondo dolor, en realidad común a toda la intelectualidad (como vengo precisamente sosteniendo), sin duda los filósofos pero incluso los científicos, un dolor trágico que duplica el sentimiento de muerte al producir una conciencia de la propia extinción, es decir, de la pérdida hasta de la prosperidad... O, como lo llamara Heidegger, "una noche" que en realidad anunciaría "un invierno eterno" (¿Para qué poetas...?, Caminos de bosque).
Pero creo que la confusión se deriva de un cambio de escenario a la vez que de una persistencia de una visión desfasada, visión que incluso persiste cuando se opta, si ello es posible en realidad, por la claudicación, es decir, cuando se piensa que la adaptación al medio basada en la aparente pérdida de "dignidad" es una claudicación (una sumisión a los intereses en boga y a la mezquindad propia, una puesta en segundo o tercer plano de los contenidos soñados en nombre de los honores, los privilegios y la riqueza; la entrega a los instintos, a los imperativos del cuerpo, a la hybris, al diablo con el que se pacta para sobrevivir... e incluso para ser eterno... en las bibliotecas de la prosperidad...; y caben más maneras de decirlo).
Pero, si el escenario (el histórico) ha cambiado, acaso no sea ese el escenario donde se deba jugar. Acaso ese escenario "venda" su falsa imagen como sustituto del antiguo, insistiendo en que debe ser así aceptado, y en realidad... simplemente... haya que resistir... haya que comprender que es una maniobra socio-histórica que, nuevamente, no puede contentar al individuo que sin embargo y sin duda se ve a sí mismo marginado por culpa de una excentricidad de la que pretenden (¡ellos!) que se avergüence...
Esto señalaría como pura paranoia observar una excesiva proliferación de aprendices de brujo en el terreno literario (que sólo en cierto modo se puede equiparar con el fenómeno de la proliferación de "técnicos" y "equipos" en el terreno de la "ciencia" y la "filosofía"). Tal vez sea un error creer que lo que hoy acontece se pueda describir como una sustitución objetiva de los artistas y pensadores por meros técnicos asalariados o premiados, sustitución de viejos reyes-sabios-guerreros por meros caballeros que participarían en torneos, de los renombrados amantes de la sabiduría y la belleza de la antigüedad clásica (al menos tal y como indican las leyendas) por meros "gallos de riña" cortesanos...
Heidegger describía así un fenómeno que Sainte-Beuve ya había notado en carne propia en 1840, y que, a pesar de que lo restringiera al dominio de la investigación (filosófica, científica y técnica), afecta a la totalidad de las actividades centradas en la reflexividad humana (¡reflexividad, pensamiento, y no astucia y picardía!):
"...el decisivo despliegue del moderno carácter de empresa de la ciencia acuña otro tipo de hombres. Desaparece el sabio. Lo sustituye el investigador que trabaja en algún proyecto... (...). Se vincula a contratos editoriales, pues ahora son los editores los que deciden qué libros hay que escribir." (La época de la imagen del mundo, Caminos de bosque, Alianza Editorial, Madrid, 1995).Pero podría ser que eso debiera seguir siendo considerado OTRA COSA... Una cosa que no tendría nada que ver con los artistas, que debería seguir siendo por ellos (nosotros) tan ignorado como antes, cuando la cultura "de verdad" era "de verdad" sagrada... Aunque eso nos obligase a pasar "hambre" y otros tormentos aún mayores... o a "desdoblarnos", como bien a visto que sucede, hoy más que nunca, Carlos Eymar en su El funcionario poeta aunque dando del fenómeno una visión contemplativa que lo saca a la luz apenas para volver a oscurecerlo y por tanto no saca las conclusiones más radicales que sin embargo se desprenden del mismo.
¿Elitismo?, sin duda. Y un elitismo aristocrático "demasiado humano", como habría dicho Nietzsche, específico de los que necesitan autolegitimarse como conciencia de la raza humana propiamente dicha de todos los tiempos.
El escenario debe de cualquier forma ser descripto de manera radical, es decir, evitando dejarse seducir por los cantos de sirena de la presión social que quiere y tiende (con riesgo de colapsarlo todo) a domesticarnos a todos para que funcione según su criterio dominante (y adoptado por todas las partes), criterio que hace constantemente crisis (y de ahí el mencionado riesgo).
De entrada, tenemos en él los resultados de la labor educativa que al enseñar a escribir y a leer a todos, en realidad apenas para pasar de curso y fundamentalmente para justificar unas instituciones y unos oficios instituidos, consigue producir un mercado en el que se animan a pescar todos los nuevos sofistas de la seudo literatura capaces de "redactar" y "componer" historias que se copian las unas a las otras sin entrar en profundidades que muchas veces no son capaces de abordar pero que, sobretodo, no interesan a unos lectores que no desean ir más allá de casi nada. La cosa llega ciertamente a extremos de parodia cuando se ven los escenarios "novedosos" que se abren "para todos", como el caso de esa "web" que hace poco ha comenzado a ofrecerse a "los escritores noveles" para "difundir su basura".
La suplantación y reducción de toda literatura a esa literatura superficial, que nace de la adopción mutua de las partes interesadas (ciegamente) y que responde a los dictados de la domesticación actual, permite crear una falsa dignidad de masas en referencia a la cual casi todo el mundo se considera digno de llamarse literato o escritor. Eso sí, siempre que esté doblemente refrendada por los cánones instituidos, los de la burocratización y los del comercio propiamente dicho. Y esto se explica en el propio terreno de esa falsa dignidad conquistada y asumida como producto de una elección por la seguridad en detrimento de la libertad, como se explica la progresiva licuefacción de todo pensamiento (Bauman), es decir, en tanto pueda venderse la idea de que esa seguridad depende del status quo que nadie debería ya poner en riesgo (como sí se estaría haciendo "de nuevo" en esta "crisis financiera" que nos aqueja...).
Lo indiscutible es que tanto las escuelas propiamente dichas de hoy en día como en la escuela de la calle bajo la batuta y el ejemplo de los políticos y periodistas posmodernos o "líquidos", no es que se comentan "faltas" -lapsus, ocasionales, siempre puede haber- sino que se defiende que pueda haberlas ¡y con fervor patriótico -por así llamarlo-! Tal superabundancia ahoga, o más exactamente intenta ahogar, el conjunto de lo que hoy seguimos considerando y privilegiando como "auténtica cultura" y con ella intenta ahogar "la literatura" y "el arte" en general, dentro el "mundo de los libros", dentro... sin ser exhaustivo listando subconjuntos, estos foros y webs, y revistas... etcétera. Lo hace en cierto modo al confundirlo todo y al inundar sin límites los lugares de venta y exhibición entre los que que se pierden los que no tienen amigos suficientes y significativos... Se produce así, adicionalmente, un abismo entre la "gran literatura" reconocible en los pasados siglos y los sacralizados de hoy... porque, sin duda, no tienen nada que ver ("redacten" o no "de maravilla"... a veces gracias a un buen trabajo de otros técnicos incluidos los traductores) los "grandes" del siglo XIX y principios del XX con los Ewan, Auster, Vargas Llosa, etc., los que acaban glorificados por los grandes públicos y los grandes premios, que dicen cada vez menos y cada vez más nada.
Hace poco tuve un pequeño debate con una escritora y correctora de estilo profesional acerca del carácter puramente "evasivo" de la mayoría de las cosas que se escriben hoy en día por todos los que se llaman muy rápidamente escritores apenas se sienten capaces de "imaginar" cosas y "plasmarlas" por escrito como sea (algo que, como se sabe, podrían hacer hasta los monos... si supiesen teclear en una máquina... en tanto... hasta los animales "sueñan", y cómo no, mucho más o con autoconciencia de ello, nosotros, los humanos). Allí sostenía que la "literatura" con el fin del mero "entretenimiento" no era para mí estrictamente literatura, y me reafirmaba y me reafirmo en ello. La palabra (entretenimiento) tiene como primera acepción -en el diccionario puede verse- la de "desviar del camino" y yo entiendo que (al margen de que pueda TAMBIÉN divertir, agradar, atrapar, capturar, conmover, hacer reír, hacer soñar, producir goce estético, etc., la literatura alcanza su "verdadera naturaleza" cuando y sólo cuando... "conduce por el camino" (esto es, intentando en todo lo posible no dar lugar a desviación alguna), que es todo lo contrario de "entretener" en el sentido señalado. Y esto se logra cuando se narra desde y mediante la propia experiencia y no desde la idea de "hacer pasar un rato" o describir (se haga o no bien idiomáticamente) una serie simple de hechos... para que alguien pague o simplemente se entretenga con ello y comente lo bien que se ha hecho a su ineducado criterio.
En todo caso, el grado en que haya más o menos de esto define el grado en que se consigue ser literato, lo vea o no el mundo, la mayoría, los editores, etc., y ni siquiera la posteridad... que podría acabar siendo la de un mundo como el de "La máquina del tiempo" de Wells o la más incierta de 1984 de Orwell, con muchas cosas que hoy valoramos... pudriéndose en unos deshabitados edificios abandonados y ruinosos.
Por todo ello y en base a considerarlo así, yo no me extraño de lo que pasa y de dónde se pueda acabar, ya que los pasos hacia la masividad implican no cerrar el círculo de fuego o hacerlo con un diámetro demasiado amplio... tal vez. No me extraña que algún amigo escritor, a mi criterio muy serio y muy preocupado por lo que construye literariamente, que sufre las consecuencias de nadar en un océano que crece para que nada destaque, se niegue a participar en foros de este tipo.
Pero lo que no parece imposible, al menos todavía (es decir, si no se consuman los fines últimos de la domesticación en marcha; algo que me inclino a pensar que no será lo más probable), es que algunos, especialmente los que aceptamos mantenernos desdoblados, dándole, por así decirlo, al cuerpo lo que es del cuerpo y al alma lo que es del alma a la manera contumaz que inaugurara Sócrates, podamos encontrar "un público" con el que nos sintamos satisfechos y que se sienta satisfecho de nosotros, esto es, nos reconozca, nos valore, se sienta reflejado en su catarsis por la nuestra... Ello al margen de los premios y de las tiradas... en ámbitos en todo caso marginales, tal vez sintiendo también que se halla en vías de extinción... lo que, en todo caso, no es la cuestión. Vivir creando y recreando literatura, arte, pensamiento, es algo que se lleva dentro (todavía pero tal vez siempre) y que por estar dentro se sigue y se seguirá haciendo al margen del grado de repercución y de amenaza de soledad o marginación que penda sobre nuestras cabezas... Podría incluso darse el caso del "último hombre de la Tierra" plasmado por Matheson y que en el extremo... acaba siendo "leyenda". Y puede ser que, a fin de cuentas, el Ministerio de la Verdad y la Policía del Pensamiento triunfen hasta hacer de hombres como el Smith de Orwell (el de 1984) un hombre "definitivamente resignado" que ya nunca más escribirá ni para sí ni siquiera volverá a comprar un cuadernillo en blanco "por si acaso"... Y es que las circunstancias, mal que nos pese, imponen su peso lapidario multiplicando día a día los obstáculos no ya para que nuestros textos sean leídos por todos o por muchos, sino para que lleguen hasta nuestros amigos, de todos ellos.
¿Acaso es esto "un grito" que no consiga nada, que ni siquiera haya merecido ser escrito? Bueno, al menos me he dado el gusto de hacer de mis sensaciones, alienadas, erróneas, absurdas o lo que sea, unas... "páginas" más (en sentido literario, claro).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjate oir... déjate atrapar...