domingo, 1 de julio de 2012

El eterno retorno en la literatura.

Será porque un cerebro humano al fin y al cabo es un cerebro humano, o porque los falsos (e imposibles) indeterministas que han reemplazado a Dios por la Diosa de la Fortuna (como Gould denominó al Azar) tengan razón (¿quién puede negar que la suya sea una forma más entre muchas de explicarlas cosas?), lo cierto es que de tanto en tanto me encuentro con que alguien ha publicado en medio de su libro una idea o una frase literaria prácticamente idéntica a otra que yo inserté en un texto mío... en algún caso publicado sin casi difusión y en otros aún no publicados. Lo más curioso es que esto a mí no me da rabia, sino que me hace sentir clarividente... Y también parte del mundo y no, como a veces otras cosas me hacen sentir, como un marciano anclado en este planeta.

El caso que me ha recordado otros que he vivido antes y que nunca he "denunciado" tiene que ver con una novlita corta, quizás relato largo, de un escritor rumano que muy pocos deben conocer por estos pagos, el por lo visto "nobelable" (eso dice el prologuista de la edición española realizada por Impedimentos, que me permitió leerla), Don Mircea Cartarescu (con acentos rumanos sobre las letras A del apellido con forma de media luna otomana tomándose una siesta).

Se trata de "El ruletista", un relato de indudable adscripción al "realismo mágico" y con buena dosis de pensamiento reflexivo a modo de digresiones del autor (un tanto a lo Kundera, o, como diría este, a lo Musil y a lo Broch... en línea en fin con lo que Kundera entiende como propio de la novela).

En un momento dado (pág. 17 del ejemplar del que lo transcribo y tercera de la historia), el autor-personaje/personaje-autor desliza el siguiente párrafo:
"Permanezco aquí, en mi sillón, aterrorizado por la idea de que ahí fuera ya no exista nada más que una noche sólida como un infinito témpano de bre, una niebla negra que ha engullido lentamente, a medida que he ido envejeciendo, las ciudades, las casas, las calles, los rostros."
Ahora dejaré que juzgues tú, lector hoy por hoy poco frecuente de mis textos, si el párrafo transcripto no es una combinación de los siguientes dos nacidos de mi facultad de combinar palabras para hacer literatura:
"A las nueve menos cuarto, la niebla que apareció en el mar ocultando el horizonte comenzó a avanzar hacia la costa. Al rato vimos desaparecer las islas y los grandes barcos que navegaban a lo lejos, más tarde dejamos de ver los acantilados y se apagó la luz en el extremo del faro, poco después desaparecieron  los barcos que habían demorado su salida y los edificios del puerto, después la ciudad y finalmente nosotros" (que es la totalidad de mi microcuento La niebla, publicado por primera vez en 2002, en Microrelatos y en Axxon en 2005)
y
"...despierto siempre aquí y con la misma sensación de que todo continúa. Sólo me consta, porque así debería ser según entiendo, que he debido distanciarme de las cosas de manera irremediable, de todo y de todos los que… ¿viven?, ¿duermen?, ¿han desaparecido…? Nada puede ser igual ni parecido a como todavía lo recuerdo. Sin embargo, el bullicio sigue afuera, más allá de las persianas bajadas… ¿Crees tú que pueda querer eso decir algo? No me animo a comprobarlo. Si me levantara y saliera ahora mismo a la calle, sé que no podría reconocer el mundo. Debo suponer que debimos envejecer en proporciones diferentes gracias al invento..." (extracto pertinente del cuento corto "Si una mala jugada del tiempo", publicado en una primera versión en 2005, en Axxon)
Para empezar (¿a qué sino a divertirme?) me pregunto si Cartarescu (sigo omitiendo necesariamente las medias lunas) lo llegará a saber alguna vez (porque por supuesto aún no lo sabe y es difícil que lo sepa... es decir, que le llegue esta botella arrojada al océano del conocer o alguien que la pesque se lo cuente). Y me pregunto también otras cosas, por ejemplo: cómo pensando él que "debe" existir Dios y yo considerándolo una conjetura ajena a mí del todo..., como es que no encuentrando él "espacio para el absurdo en el proyecto del mundo" (pág. 54) mientras que en cambio yo considere que todo es absurdo visto "todo" desde la humana sensación de vacío que precisamente acaba por producir la inexistencia necesaria de todo "proyecto"..., en fin, cómo es posible que hayamos llegado a coincidir de esa manera y en ese grado (que tal vez para muchos no sea para tanto). Y a continuación también me pregunto si la coincidencia (insisto en que la hay y para mí es notable) no lo acabará atribuyendo él a la magia de su "ruletista" que ni siquiera acertaba cuando todo el mundo aseguraría que acertaría, hasta, indudablemente, Dios.

En fin, yo digo que lo más maravilloso de todo esto es que algo así acabe siendo solamente divertido... Y que, debo reconocerlo (y esto es algo que también ya había apuntado, en este caso dentro de la novela que estoy en estos meses corrigiendo, antes, claro, de haberlo leído aquí) que coincido con Cartarescu cuando dice, tal vez con obviedad pero sin que esto se vea mucho por ahí, "¿Cómo puedes abandonar los arcanos del estilo?" cuando eres un "hombre que ha dedicado toda su vida a escribir literatura" (pág. 57)

Tal vez por eso coincidimos, por eso él inventa su propia creencia y miente a conciencia acerca de la magia, y al al fin y al cabo haga lo mismo yo. En cualquier caso, recomiendo con entusiasmo literario la lectura de "El ruletista" (...y de mis textos, claro).



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