miércoles, 30 de diciembre de 2009

El alienista

En su relato o quizá "noveleta" (como la llama el traductor de la versión con la que cuento) cuyo nombre se extiende a la colección, fue escrito por Machado de Asis a finales del XIX. En él se construye un mundo imaginario donde las cosas salen tal vez demasiado ajustadas, al menos en algunos aspectos, al guión. Pero, además de ser producto del habitual Deux ex machina que todo escritor representa en sus propias historias, Machado de Asis demuestra, también como los mejores, hasta qué punto un escritor, acuciado por la realidad del mundo, consigue desvelar las tripas de una realidad subyacente (que sin duda ha percibido observando e intuyendo). Verlas y mostrarlas de manera conmovedora... incluso más allá de sus propios deseos y pretensiones, de su grado de certeza o convicción y de sus intenciones apaciguadoras o reformadoras, a veces esperanzadas, a veces comprimidas por la frustración y el pesimismo que dan lugar a la ironía furiosa, incluso agresiva. A veces más y a veces algo menos libres de alzar el vuelo...

De nuevo, podemos apreciar cómo la literatura escapa en mayor o menor medida (y cuanto más lo hace, a mi criterio, mejor literatura es) de lo racionalmente deseado por el autor, de la ciudad buena o mejor con la que sueña. De, en fin, las moralejas, las enseñanzas o recomendaciones, los consejos reformistas o morales, los intentos totalitarios de cada ser humano en todos ellos encofrados...

Y consigue mostrarnos lo que nos define, de lo que no podremos, en principio, escapar: lo que somos, lo que es nuestro mundo, nuestra realidad.

Sólo para ilustrarlo, sírvanse, mis eventuales lectores para apreciar, en sí, o sea desde la óptica por mí propuesta, así como por su buena factura literaria, un extracto que habla en ambos sentidos por sí mismo (donde me he permitido corregir algún que otro término usado por el traductor mejicano que realizó la versión del que lo he tomado), precedido por una breve puesta en situación para que podais todos circunscribir el tema:

Sinopsis de situación: Un "alienista", dominado por el racionalismo y el cientificismo más vehemente imaginable, va encerrando progresivamente a casi todo el pueblo en el manicomio (todos van encajando en la categoría de la enfermedad). Un día, a instancias de la propia absurdidad y el miedo, estalla en el pueblo una revolución. El jefe revolucionario, barbero de profesión, que ha comandado a las masas en contra del manicomio y del excesivo y peligroso celo científico del médico, se dirige a casa de éste apenas conseguido el triunfo donde se presenta con un destacamento que aposta fuera. El médico lo recibe segura y lógicamente temeroso por su vida (así se inicia el capítulo IX): ¡es para pensar que ha triunfado la sinrazón revolucionaria! Por lo que de entrada se ofrece a someterse a la nueva ley (pidiendo que en todo caso "no lo obligara a asistir personalmente a la destrucción de la Casa Verde" (el manicomio en cuestión).

Ante esto, el barbero-líder revolucionario, habla:
"-Se equivoca Vuestra Señoría -dijo el barbero, después de una pausa-, se equivoca en atribuir al gobierno intenciones vandálicas. Con razón o sin ella, la opinión general cree que la mayor parte de los locos allí metidos están en su perfecto juicio, pero el gobierno reconoce que la cuestión es puramente científica, y no piensa en resolver con actitudes precipitadas las cuestiones científicas. Además, la Casa Verde es una institución pública. Así la aceptamos de manos de la Cámara disuelta. Sin embargo, por fuerza, debe haber un juicio equitativo que restituya la tranquilidad al espíritu público.

"El alienista mal podía disimular su asombro; confesó que esperaba otra cosa, el allanamiento del manicomio, su prisión, el destierro, todo menos...

"-El asombro de Vuestra Señoría -intervino gravemente el barbero- viene de no atender a la grave responsabilidad del gobierno. El pueblo, poseído por una ciega piedad que le da en este caso legítima indignación, puede exigir del gobierno cierta especie de actos; pero éste, con l responsabilidad que le incumbe, no los debe practicar, por lo menos totalmente, y esta es nuestra situación. La generosa revuelta que ayer derrumbó a una Cámara vilipendiada y corrompida, pidió a gritos el allanamiento de la Casa Verde; pero ¿puede entrar en el ánimo del gobierno eliminar la locura? No. Y si el gobierno no la puede eliminar, ¿está por lo menos apto para discriminarla, reconocerla? Tampoco. Es materia de la ciencia. Así, en asunto tan delicado, el gobierno no puede, no quiere prescindir de la colaboración de Vuestra Señoría. Lo que pide es que de cierta manera le demos alguna satisfacción al pueblo. Unámonos y el pueblo sabrá obedecer. Una de las ideas aceptables, si Vuestra Señoría no indica otra cosa, sería hacer retirar de la Casa Verde a aquellos enfermos que estén casi curados y también a los maníacos de poca importancia, etcétera. De ese modo, sin gran peligro, mostraremos alguna tolerancia y benignidad.

"-¿Cuántos muertos y heridos hubo ayer en el conflicto?- preguntó Simâo Bacamarte (el alienista), después de unos tres minutos.

"El barbero se quedó admirado de la pregunta, pero en seguida le respondió que once muertos y veinticinco heridos.

"-Once muertos y veiticinco heridos -se repitió dos o tres veces el alienista.

"Y en seguida le respondió al barbero que la idea no le parecía buena, pero que iba a buscar alguna cosa y dentro de pocos días le daría respuesta. Y le hizo varias preguntas sobre los sucesos de la víspera, ataque, defensa, adhesión a los dragones, resistencia de la Cámara, etcétera, etcétera, a las que el barbero iba respondiendo con gran prodigalidad, insistiendo principalmente en el descrédito en que había caído la Cámara. El barbero confesó que el nuevo gobierno no tenía por sí, todavía, la confianza de los principales de la villa, pero el alienista podía hacer mucho sobre eso. El gobierno, concluyó el barbero, se alegraría si pudiera contar no ya con la simpatía sino con la benevolencia del más alto espíritu de Itaguaí, y seguramente del reino. Pero nada de aquello alteraba la noble y austera fisonomía de aquel gran hombre, que oía callado, sin envanecimiento ni modestia, impasible como un dios de piedra.

"-Once muertos y veiticinco heridos -repitió el alienista, después de acompañar al barbero hasta la puerta- He aquí dos lindos casos de enfermedad cerebral. Los síntomas de duplicidad y descaro de ese barbero son positivos. En cuanto a la idiotez de los que lo aclamaron, no es necesaria otra prueba además de los once muertos y veiticinco heridos. ¡Dos lindos casos!

"-¡Viva el ilustre Porfirio! -gritaron unas treinta personas que aguardaban al barbero en la puerta.

"El alienista miró por la ventana y oyó todavía el final de una pequeña charla del barbero con las treinta personas que lo aclamaban:

"....Porque yo velo, podéis estar seguros de eso, por la satisfacción de los deseos del pueblo. Confiad en mí y todo se hará de la mejor manera. Sólo recomiendo orden. El orden, amigos míos, es la base del gobierno...

"-¡Viva el ilustre Porfirio! -gritaron las treinta voces, agitando los sombreros.

"-¡Dos lindos casos! -murmuró el alienista."

Y llegado a este punto (he transcrito hasta el final el capítulo IX), dejo a mis lectores sumidos en sus propias reflexiones...

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