sábado, 21 de mayo de 2011

Intentos elementales de imponer lo "e-Real" (léase "irreal" y entiéndase "lo nuestro")

Como decía Camus, para nosotros, los que nos consideramos poseedores de "una conciencia atenta", "no hay lugar para la esperanza". Ella es la argamasa de los programas y de los planes de futuro. En estos y sólo en ellos se llega realmente a adorar o venerar a esa vitaminizadora que es capaz de encender la inocencia de los hombres hasta el extremo de la temeridad.

Por mi parte, incapaz de sustraerme al imperio de mi propia coherencia interna y de mi propio ego, para el cual callar es morir aunque no sirva para nada, vuelvo a ser empujado a opinar más o menos "públicamente"... con el riesgo de perder amigos (¡esa amistad que llega a veces a ser totalitaria!) y... espacio donde ser uno más, donde está El Castillo que en el fondo deseo desde que superé la lactancia que me acoja... pero, claro, como todos, ¡tal cual soy!

Esta pulsión mía, se debe sencillamente, entiendo, a mi propia trayectoria, lo que no hace mi conducta muy diferente de la que atrae mi atención y me inclina a estudiarla. Es decir, a lo que el Zaratustra de Nietzsche denominó "mi obra" cuando ya no le quedaba nada salvo, aún, la copa llena, más llena, que lo impulsara a bajar al principio de la montaña: al final, el libro sin duda estaba escrito, pero el propio alter ego llegaba al final sin haberla vaciado en nadie, sin haber hecho más que regar con su contenido las tierras de la posteridad, ay, siempre tan recurrida.

"La obra" en mi caso reclama para sí un carácter teórico, formal, crítico y radical... lo que sitúa su objeto en lo que a mi criterio conforma la causa de última instancia del comportamiento humano y de su marcha, la que siguiendo ese criterio considero Real. Pero esa Realidad, siempre se expondrá ante nuestros ojos mediante casos concretos que, leídos desde la perspectiva asumida, pueden poner esta en duda o reafirmarla... Como dijera Nietzsche (no sé dónde ya que tomo la cita hecha por Albert Camus en su El mito de Sísifo): "Los grandes problemas están en la calle".

Y, para toda "conciencia atenta" y, como hemos dicho, por ello desesperanzada, lo que sucede "en la calle" sólo nos volverá a apenar... Una vez más, sí, si repasamos la Historia... Como nos apenó (e indignó) Tiannanmen, aunque aquello sí que fue terrible, quizás especialmente por lo "pacifista" que fue de un solo lado.

La manifestación de rebeldía juvenil que está teniendo lugar en España en estos días y bajo los lemas de "Toma la calle" y "Democracia Real Ya" (y dejemos claro que lo juvenil no tiene relación estricta con la edad de los participantes ni puede ser extendida a su vez a los "topos" que llegan a los lugares de acampada, se queden allí o sólo los visiten, partiendo de un previo dogma, de un plan y de unas consignas que consideran su deber imponer) tiene un indiscutible contenido idílico y de enorme ingenuidad; contenido que se reviste a sí mismo de puro y de liberador por el hecho de reflejar una esperanza... negando y vituperando al mismo tiempo (de hecho o de derecho) las ilusiones más o menos equivalentes de todos los que no ven el mismo camino para realizarlas... y negando a la vez la propia mezquindad que subyace a la suya como a cualquier otra esperanza. Contenido que logra sin embargo, y de manera inevitable, inspirar en mí cierta simpatía visceral, atávica quizás, en parte en contra de mi "conciencia atenta", especialmente en atención a la desesperanza y a la frustración a la que reconducirá, a su inutilidad incluso, que me recuerda mis propios resultados; pero también porque mi conciencia se ha provisto de una determinada narrativa que pretende explicar lo que sucede, incluyendo la emergencia de sí misma y de su asociada ausencia de esperanza, y alcanzando inevitablemente a desnudar lo que se demuestra nuevamente acerca de la mezquindad que nos impulsa a todos y que también está detrás de todas las esperanzas, de las suyas, de las de los demás, de la mías (¡ay, sí, mi desesperanza es kafkiana, y, como señala Camus, encierra también una cierta esperanza!)

Y es que, en ese sentido, todos estamos, nacemos y nos acabamos de conformar, atrapados en una telaraña a cuyo crecimiento contribuimos; una telaraña monstruo que aumenta su tamaño y su poder mientras nosotros mermamos... y mientras la araña y sus crías a su vez engordan (más exactamente, un nido de arañas, de madres araña e hijos araña). Una tela de la que no se puede escapar ni individual ni grupalmente porque, después de más de 10.000 años de haberse ido tejiendo hasta construir la actual encerrona política gigante en la que estamos, todos los grupos que se incorporan lo hacen como meros satélites complementarios que allí donde debilitan algunos hilos ayudan a fortalecer otros, donde hacen retroceder (para su readaptación y no para su muerte) a uno de los nidos mayores ayudan a que otro se aproveche y ocupe el centro más suculento.

Por fin, como tantos otros tantas otras veces, habrán sido meras piezas del juego de "los grandes" (esto es, de la partidocracia que pretenden desbancar), incluso a través del juego de los más "pequeños" (lo que se concreta en alianzas y traiciones poselectorales y parlamentarias, como las ya vistas), y del que volverá a salir victoriosa la sibilina burocracia real, en cualquier caso, con personajes equivalentes a los actuales. Los "grandes" que saben que cuentan (además de los aparatos represivos, legales y des-informativos) con sus propios "ejércitos de leales" (porque ya no hay lazos ideológicos reales) que, como saben y/o recordaron respectivamente... son cuatro o cinco veces más ("unos 90.000", se dijo en referencia al número de militantes) que los que resisten en la calle y/o campean virtualmente con consignas elementales. Los "grandes" que según su propia situación se lanzan a la cara y la cabeza unos a otros dentro de su propia "gran" lucha (¡y no en lucha contra unas decenas de miles!) la jugada de la condena o la jugada de la condescendencia e incluso la jugada del apoyo comprensivo... todas cosas puramente tácticas... que mejor no ver ni oir... para que la esperanza dure un poco.

Cierto que hay una "indignación" generalizada, pero es una "indignación dividida" en base a la visión o no de unas u otras perspectivas, las que cada uno imagina más efectivas para salir del paso, es decir, de "la crisis". Y no es la primera vez que "indignaciones" de mayor calado incluso acaban aprovechadas en el sentido antes mencionado en aras de la lucha interburocrática, a veces con resultados terribles para la "buena conciencia" y la sensibilidad más simple (la mía entre ellas). ¿O qué resultado le dio a Hitler explotar la "indignación alemana" de entre guerras... contra el "imperialismo" desalmado de la Entente y la "insensibilidad" hacia su propio pueblo por parte de los grandes financieros... reducidos por fin a "los judíos"? ¿...o el que dio a las "democracias occidentales" burocrático-capitalistas la plataforma sobre la que pudieron erigirse en adalides de "la libertad" sobre la base de su triunfo de 1945 y en alianza con regímenes similares al derrotado y germinalmente encerrados en el propio? ¿Y qué de las campañas "verdes" o contra "el cambio climático" que desarrollaron las "energías alternativas" junto con varios bolsillos e inflaron igualmente la burbuja crediticia? O, más cerca aún de nosotros y muy en el origen de la frustración actual de muchos que "creyeron": ¿qué resultado dio a ZP la "indignación" contra "la Guerra" y contra "las mentiras gubernamentales"?

La telaraña, apuesto lo que sea, como vengo señalando desde hace mucho tiempo, se fortalecerá, tenga el color que tenga luego, que tal vez no sea el que revista a largo plazo con efectos potencialmente terroríficos (¡y vaya si no lo deso!). Ya iba en esa dirección a caballo de la cacareada humareda de la "refundación del capitalismo" que todavía no ha dado todos sus frutos y que no serán sino los de una diferente relación de fuerzas entre las burocracias, para nada beneficiosas para "el pueblo" (la unión de burocracia política y financiera tal y como se ha definido por ejemplo en los países gobernados por tiranías de índole religiosa puede servir de ejemplo -el islamic banking, que será cosa de marcianos para la mayoría de los acampados-).

En cuanto a nosotros, los más reflexivos, los que somos insuficientemente capaces de soportar la incoherencia interior, por otra parte, a sabiendas del carácter pernicioso del pensamiento abstracto (que suele encorcetar e incluso lapidar la riqueza de lo particular cuya "buena" lectura hace aflorar sus raíces)... volvemos a ser empujados al análisis y a exteriorizarlo so pena de reconocernos demasiado superfluos y tendamos a quitarnos de la circulación en "cuerpo y alma", lo que por cierto, no cambiaría las cosas ni nos daría un último y desesperado sentido... ¿Refleja esto una pequeña luz que no se apaga acerca de los posibles resultados de esta práctica y esta conducta? ¿Ayudará esto a que alguno aumente su propia desesperanza? ¿Es este objetivo algo... esperanzador? ¿Acaso me servirá para que yo mismo me sienta "realizado", es decir, para sostener y hasta aumentar mi autoestima...? Tal vez esta última pregunta con su asociada respuesta afirmativa sea la única sincera: de nuevo, la malicia y la desconsideración humana por el prójimo ocupan el eje de nuestra conducta. ¡Qué nos importa el otro más allá de servirnos como el espejo de la Reina le servía, para reconocer lo que valemos y apuntalar nuestros pasos... en el fondo hasta que nos reproduzcamos ya que más allá de ello todo sobra, todo es exceso e imperfectibilidad!

¡Sí, esto que ha conseguido ser considerado (aunque cada vez con más hipocresía e histrionismo de comedia) lo más sublime que puede producir el hombre, es decir, lo que más le garantiza su aspiración de ser divino, La Sabiduría y recientemente La Cultura, ha comenzado (la primera piedra -¡yo acuso!- la puso Robespierre, que conste en acta, con su Campaña de Salubridad) a hundirse en su tal vez último ocaso, el de la tal vez última noche!

El estudio del suceso que tiene lugar en estos días "de penuria", permite, precisamente, reforzar esa "conciencia atenta" mía ("atenta" a mi criterio y tal vez no al tuyo) y por tanto... aumentar si cabe mi ya profunda ausencia de esperanzas... En última instancia, permitiendo compensarla con un poco de autoestima; la que deriva de la inefable sensación de lucidez que tal análisis devuelve a quien lo lleva a cabo... y lo narra con el mejor de sus lenguajes (hasta donde es capaz). Saberlo es bochornoso, pero... ¡qué diablos...!, como se suele decir en estos casos.

No abundaré en la línea ya desarrollada por mí en mi otro blog, donde me permito analizar los ejes centrales de los argumentos, sentimientos e intenciones (reconociendo que no fui allí del todo exhaustivo y que quedaron flecos que se van entretejiendo en la medida que aumenta la información particular sobre los acontecimientos concretos). Sólo me centraré en señalar mi convicción, un tanto obvia para mi propia visión de las cosas, de que el "movimiento" se inscribe enteramente en la marcha decadente general, marcha que, por otra parte, lo ha impulsado. Sería por tanto un hito más de esa marcha, y un hito débil por otra parte que pienso que no alcanzará ni la más leve dimensión ya no digamos revolucionaria sino reformadora. Muchos vectores concurren para que esto sea así, incluso para parecer a mis ojos como el último estertor de las ilusiones juveniles, tan en extinción como la capacidad de influir que pretendió tener desde un principio el pensamiento, por más lúcido que sea.

Todo lo contrario: se inscribe, nace y actuará estrictamente dentro de los límites y necesidades de esa marcha decadente que nos conduce paso a paso hacia lo que se podría denominar, por decirlo con referencia a una de sus perspectivas más visibles, significativas y paradigmáticas, "la progresiva extinción de la inteligencia".

¡Vaya!, diréis, ¡cuesta mucho entenderlo! Y lo comprendo: dicho de manera tan sintética parece incluso mentira... especialmente cuando aparecen tantas otros casos en sentido contrario. Sin embargo, sé que de entrada "no se entiende" porque, sobre todo, existen unas enormes resistencias (diversas y contrapuestas muchas entre sí) que se oponen a adoptar ese "entendimiento". La "extinción de la inteligencia" es consustancial a la burocratización y a su última fase, la de la posmodernidad... y, si bien puedo sentir pena por ello, debo reconocer que ésta nace de una idiosincrasia particular adquirida que ya no tiende posibilidad alguna no ya de imponerse sino de influir. Hoy el pensamiento que influye (y aglutina) es el del slogan y el digesto e-le-men-tal (que es el que campea en el campamento y en La Red, y que así demuestra definir a unos pequeños burócratas en potencia, con pequeños, limitados y autolimitados líderes a fin de cuenta patéticos... muchos de los cuales aprenderán a ser más demagógicos que sensibles en la medida en que crezcan... o se sumarán a los sumisos servidores de la renovada burocracia que les toque soportar y a la que acabrán ayudando... si es que no lo están haciendo desde ahora... aunque sea sin desearlo e-realmente o e-conscientemente). El mismo llamamiento a no "caer" en consignas "políticas" definidas y mantenerse en la vaguedad "que une" degrada "la indignación" a un ejercicio de perturbación y fiesta que la contradice y disuelve.

Llevo unos treinta y tantos años disparando contra el proceso de burocratización creciente que vive el mundo desde hace algunos siglos (y que dio muestras secundarias y subordinadas a lo largo de varios de los milenios precedentes), incluso rechazándolo desde que comencé a sufrirlo tanto como cualquiera en este mundo que no tenga la idiosincrasia y la escuela apropiada para llegar a ser un miembro de los que lo encabezan. Al respecto, sólo diré que considero que ese proceso reviste unas características específicas al igual que cada una de las fases por las que transita, pero que, en dos pinceladas, se caracteriza por la actividad de unos individuos particularmente agrupados en torno a la consecución per se de unos mayores o menores objetivos de poder para cuya conquista y conservación no caben escrúpulos ni convicciones intelectuales, cuyo camino se reafirma sobre la base de la conquista sistemática y creciente de privilegios sin límites previos, que forman manadas en constante lucha y entre las que las alianzas y las traiciones son moneda corriente así como en el seno de cada una de ellas... Lo he denunciado y lo denuncio en cada una de sus manifestaciones en contra de los intentos de revestirlos de "aceptables" y "prometedores", como se puede ver en mis blogs desde 2007.

Yo descubrí su existencia y lo viví como se vive Un Universal equivalente a Un Destino o Una Némesis (así, pues, como vive el mundo todo "trágico") a partir y a través de Kafka siendo apenas un adolescente, y por fin, tras tomar conocimiento un día, de las atrocidades más difundidas (que había estado negándome a descubrir y que, de entrada, tomé sólo por oportunistas) cometidas por aquellos dirigentes bolcheviques a los que me había acercado al equipararlos a los héroes justicieros de mis historietas juveniles... los auténticos por fin, por fin los de carne y hueso, los... justicieros reales, para decirlo con el mismo sentido con el que se habla en las Puerta del Sol de "democracia real". Atrocidades, pero sobre todo atentados flagrantes contra la coherencia, gravísimas muestras de la más extrema e inaudita hipocresía, que fue lo que por encima de todo me invitaron a llorar su muerte y a darles la espalda a sus tumbas. Constituían la segunda o quizá la tercera camada de dioses que mataba... y por ello una segunda o tercera caída en la locura del "El Loco" que sigue necesitándolos (buscándolos) a sabiendas de que ya no existen. (¿O no es un eco de esa "búsqueda" justamente ese sentimiento de inconsecuente simpatía que la ingenuidad que se despliega riega hasta producir frutos amargos, hasta podridos por dentro, hasta venenosos, pero bellos por fuera, adomecedores, acunadores... nostálgicos?)

¿Cómo puede volver a surgir una y otra vez la misma candidez, la misma ilusión desconcertante?, me pregunto ahora, a la vista de los hechos del presente. ¿Cómo pude llegar a creer en ellos?, se preguntó mi "conciencia atenta" cuando descubrió que mis sueños revolucionarios y justicieros no era nada nuevo salvo en muy escasos detalles y, sobre todo, que no habían logrado plasmar la fórmula del flogisto ni dar con el camino de la piedra filosofal.

¡Escasos detalles apenas, sí, como los que ahora han producido esta pantomina llena de histrionismo comme i faut de las "grandes revoluciones" de antaño, desde las más sangrientas hasta las "pacíficas" como las de Ghandi... unas y otras con un auténtico ingrediente del "nada que perder" ("tan sólo las cadenas")! ¡Detalles como el de la inusitada simpleza, la marginación de lo "elaborado" hacia una mera residualidad, el rechazo incluso de la imaginación potente que dio lugar a proponerla para "el poder" en el mayo francés del 68 (¡pronto hará 50 años; ay, y en cuestión de años tan sólo, habré de morir, de dejar de ver y de sentir todo este dolor y todas las dichas de la vida!) y su sustitución por una imaginación noña que pide por ahí cosas como la "amorcracia", a estas alturas! Formas, en fin, simples, e-le-men-ta-les o lí-qui-das, que ponen de manifiesto hasta qué punto el mundo ha sucumbido a la mencionada marcha decadente, hasta qué punto ha sido arrollado por ella, hasta qué punto todo se ha adaptado, ¡incluso el rechazo del "sistema"!, a un estilo puesto precisamente en vigor en nuestros últimos tiempos!

Indudablemente, en lo que podemos ver como repetitivo (lo que algunos llamarían "la sustancia" por eso de convertir lo que perdura en un absoluto, un incondicional, lo eterno), es necesario hallar una causa para estos nuevos pasos en tanto que pasos de profundización de otros anteriores, una causa en fin que continua operando, que sobrevive a las eras por las que ha transitado la parte de la humanidad que ha escrito la historia, es decir, el occidente más desarrollado en el aspecto técnico, científico-técnico si se prefiere pero también en cuanto a la sofisticación de sus discursos abstractos y de su capacidad narrativa (que son llevadas al colapso a tenor de una posible ley de la complejización, como hoy apunta la Teoría correspondiente). Al respecto, vuelvo a notar que, si prestamos atención a los aportes de la antropología, hay un punto de inflexión que marca el punto de partida de esa específica sucesión de eras, eras que en un conjunto, han recibido el nombre de Civilización. Y señalo esto de nuevo porque en definitiva, esta "sustancia" me ha llevado a concluir que, más allá de la desesperanza metafísica, el problema es la desesperanza concreta que se ahonda con cada paso dado desde aquellos tiempos primitivos (lo que no hace que me alinee con los que sin verdadera noción de lo penosos que debieron ser, los desean y los piden). No, simplemente me ocupo de constatar un hecho: la complejización nos está llevando al colapso dado, por cierto, nuestra idiosincrasia; un colapso que tal vez tenga más de un resultado novedoso... Y esta constatación, volviendo brutalmente al tema, reafirma el carácter profundo de ilusión y frustración en ciernes que tienen las sencillas manifestaciones de todos los que han optado por "la acampada pacífica" de la que pronto quedarán vagos recuerdos y nuevas frustraciones. En la persistencia del sueño occidental moderno, rebajado cada vez más por medio de una sistemática licuefacción como he indicado, que lo ha transformado en posmoderno, está precisamente el "error de apreciación" concreto. Eso es lo que expresan la voluntad de no ir demasiado lejos, de unificar a todos como sea, es decir, en torno a mínimos insustanciales, reformistas y pacifistas, de creer que pueden ir más allá de aprovechar una coyuntura en donde a los que tienen el mando y los aparatos a su disposición les conviene dejar que todo siga su curso, sirva a lo inmediato y se desmorone por sí solo... Por eso se proponen objetivos que pretenden que todo siga en realidad como estaba antes, "antes de la crisis", produciendo aquello que justifique los mismos trabajos por artificiales que sean (y siéndolo desde el punto de vista de lo que ahora se propone -y que se ha instalado y adoptado en el imaginario social- como "alternativa al ladrillo" o como alternativas para "la sostenibilidad", etc.); los créditos por más que representen una huida hacia adelante; el fortalecimiento de las estructuras del Estado, que sustituyan el debilitamiento del motor del beneficio, como si pudiera existir una burocracia buena, en la que algunos dicen no creer ya, que haga de su castillo un ariete "solidario" o "social"; que vuelvan a "cavarse zanjas para volver a llenarlas" aunque más no sea para justificar puestos de trabajo y salarios... necesarios para que el ciclo del consumo se reactive... y volvamos a ver en pie el "bienestar perdido"... que conducirá exactamente a una nueva crisis... tal vez la última, tal vez la que les toque vivir a los hijos y los nietos de los hijos de hoy. Y no digamos ya nada acerca de la voluntad tiránica que

En fin, así vamos, no se me ocurre pensar hasta cuándo, engañándonos todos y engañando a los demás para poder seguir viviendo sea como sea. Es perfectamente comprensible. Pero si lo es, en el mismo sentido se puede comprender a la masa (mayor en número que los acampados) que piensa que votando el 22 a uno de los dos grandes agrupamientos burocráticos españoles (algo que caracteriza a las democracias reales de occidente y no es algo simple como he intentado explicar muchas veces sin pena ni gloria en mi otro blog desde que lo inauguré en 2007) y a otros menores que jugarán en su juego de alianzas y chantages mutuos, obtendrán un mendrugo, una pizca del botín que salga de los otros... Como es comprensible que la conciencia de la debilidad propia lleve a la mayoría, desde los comienzos de la Cilivilización -y lo que ayudó a cimentarla-, optase y opte por alguna de las mil formas de servidumbre qye les permita sobrevivir... Están en su derecho ante un mundo que si no se desmorona por sí mismo, es decir, gracias a la mecánica de la burocracia que lo usufructúa, está demasiado solidificado como para hallar un hueco que comprenda y además responda a los deseos y necesidades de todos... desde "arriba" o "como sea". Por otra parte... ¿acaso habrá quien en su sano juicio quiera que ese colapso inevitable se concrete... "ya", "ya mismo"? ¿No compartimos todos el sentimiento de pavor que eso nos infunde, que nos lleva precisamente a pensar cosas terribles del futuro en el cual dejamos justamente a esos hijos y a esos nietos... todos los que, sabemos, no podrán negarse a la esperanza, por mínima y mortecina que sea?

En breve, no sentimos, al menos en parte, lo que el narrador de la historia de Bartleby, el escribiente, inventada por Melville, que confesaba:
"Raras veces me enojo; raras veces me permito una idignación peligrosa ante las injusticias y los abusos; pero ahora me permitiré ser temerario, y declarar que considero la súbita y violenta supresión del cargo de agregado, por la Nueva Constitución, como un acto prematuro, pues yo tenía descontado hacer de sus gajes una renta vitalicia, y sólo percibí los de unos años."



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