martes, 31 de mayo de 2011

"Hacer" y "Transformar"

Más allá de las interpretaciones que se construyen tras poner las propias ilusiones (unos) o razones tácticas (otros) delante de los ojos, no se puede negar a ninguna práctica política algún grado de efectividad transformadora. Otra cosa es que pueda merecer el nombre de revolucionaria o de reformadora o que sirva o desborde las estrategias de quienes piensan que pueden sacar algún partido de ellas. Los sucesos nacen y se desarrollan mediante y bajo la presencia de mil y una fuerzas interactuantes y el resultado que leerá la historia una vez que las aguas vuelven a su altura habitual (tras la desaparición o el aletargamiento larvado de muchas de esas interacciones) puede llegar a ser a largo plazo (y a veces hasta a corto plazo) un tanto impredecible. Lo que sin embargo parece indiscutible es que lo que se mueve lo haga sobre la base de una senda más o menos preparada por las circunstancias previas y que en al menos alguna medida crea senda nueva, aunque sea paralela a otra mayor en marcha. Y este proceso que se abre es sin duda del que no podemos asegurar uno u otro alcance.

Si echamos una mirada hacia atrás, concretamente al punto en que "La Crisis" se puso notablemente en evidencia, nos encontramos con lo que creo ha sido su expresión visible más referenciable: el terrible papel de la alta burocracia financiera (situada en bancos, entidades de crédito y de seguros), en la forma piramidal que caracteriza a toda burocrática instalada en una organización a la manera en que un árbol parásito ocupa el seno de otro. Lo que se vio clara, nítidamente, al margen de que se diera o no una interpretación radical, profunda o lúcida, fue sin discusión que un grupo de personas jerárquicamente organizadas (organización que exigía la propia idiosincrasia de la empresa tal y como éstas son concebidas en función de sus objetivos teóricos y de la supuesta eficacia racional para que favorezca al máximo su consecución) se había complotado contra la sociedad en su conjunto hasta un grado en que esa sociedad no podía fácilmente admitirlo, hasta ponerla en peligro, incluyendo la propia empresa a la que pertenecían e incluso sin que les importara hacerlo y llevar ambas a la banacarrota. La imagen de unos piratas desesmascarándose por fin y haciendo explícito el motín que preparaban parece bastante aproximada, aunque con el matiz de que ni siquiera lo hacían con la intención de llevar ese motín ni ningún otro concreto a cabo. La mecánica puesta en evidencia (indudablemente no por vez primera en la historia) fue digerida en diversos grados, de manera siempre limitada especialmente en atención al grado en que todo el mundo se sabe más o menos inconscientemente involucrado en un mundo en donde tales fenómenos se cuecen a fuego lento en sus entrañas; cosa que todos esperan que se neutralicen a tiempo o no lleguen al extremo de poner en peligro la navegabilidad del barco. Esta certeza más o menos intuitiva es procesada de diversos modos por los diversos actores, componiendo un espectro de perspectivas de efectividad posible (es decir, dejando fuera los exentricismo transnochados sin base social alguna, agrupados en sectas o por individualidades inconexas) que va desde las pretensiones más regresivas o "conservadoras" hasta las mil y una pretensiones "reformistas".

No es algo nuevo la animadversión que los habituales usuarios de créditos han experimentado hacia los prestamistas, una figura que a fin de cuentas nos remite hasta la figura del padre de uno mismo y hasta del Padre-Dios, esto es, a esa carga que nos impulsa al potlatch, un fenómeno brillantemente estudiado por Marcel Mauss más allá de sus regresivas y utópicas propuestas finales (para el lector interesado, remito a la fuente: Ensayo sobre el don, editado por Katz en castellano). Ahora bien, gracias a la expansión alcanzada por las actividades comerciales y la facilidad intrínseca con la que se hallan al alcance de la mano como actividad supervivencial legal e ideológicamente reconocida, tapadera de deshonestidades de menor, pero también de mayor, enjundia, y también al invento crediticio con objeto de consumo y ya no de producción como en sus orígenes, lo cierto es que los prestatarios de hoy en día son, especialmente allí donde el consumismo más a calado, es decir, en el llamado Primer Mundo, abarca casi a la totalidad de la población.

En estas circunstancias, es lógico que la animadversión mencionada se haya convertido en la argamasa de un frente extraordinariamente amplio a la vez que un tanto heterogéneo (en todo caso formado por la llamada clase media tal y como existe en el primer mundo) que crea lazos de unidad profundamente míticos de alcance "supranacional".

Sin embargo, en la otra cara de la moneda, ese sistema ha sido el alma mater del llamado "Estado del Bienestar" en el que se han complicado todos o prácticamente todos los estamentos de la "sociedad de consumo", para cuyos miembros ha representado sobre todo la realización efectiva de las promesas de progreso de la modernidad (aunque en buena medida en versión superficial, también en términos de una alimentación continua, una salud controlada, una vida más prolongada, cómoda y entretenida). Esto es lo que hizo que la gran masa de la población no fuese nunca decidida e indiscriminadamente crítica con los políticos. En las condiciones de relativa estabilidad (cuando la pobreza, la marginación, la muerte, el uso de seres humanos como cobayas o soldados, niños incluidos, la opresión y esclavitud a manos de las mafias, las consecuencias de la contaminación tóxica, etc., etc., están lejos, entretienen en el cine, dan tema de tertulias placenteras y, sobre todo, son condición del mencionado "progreso" en el entorno inmediato)... se soporta que, a cambio de ensuciarse las manos por "todos" se les consientan los privilegios, el robo, la corrupción...

En última instancia, se acepta un Robin Hood malechor como jefe de la banda de repartidores de migajas... al menos mucho más que los más malos, que siempre serán los que no reparten nada... para quienes se ven marginados del reparto (ya que, por ejemplo, no pueden pensar del mismo modo los empleados de banca y especialmente sus especialistas y directivos). Es más, se sabe intuitiva y conscientemente, que Robin Hood es... una pieza insustituible de la redistribución que se pretende. Y ello hace que sostenga que las masas son de hecho (y a veces de derecho) filotiránicas en una u otra medida y con unos u otros matices.

De ahí que, como en las causas de las revueltas que acabaron en la Gran Revolución Francesa, vuelvan a ser las llamadas "reformas" económicas las que pesen más que los deseos de libertad en general o politica (léase al respecto a Tocqueville), deseos que en realidad son opuestos a tales libertades (salvo algunas de las que más directamente les afecten) conformando la mencionada filotiranía. Esto es lo que refleja el lema principal de los indignados del 15-M: "Democracia real ya" no esconde otra cosa que esos deseos/exigencias de redistribución bajo una apariencia política; "real" sería "social", "económica", como ya he explicado en otra parte.

No es habitual ni es fácil encontrar material que trate del la naturaleza profunda de las relaciones entre los gobiernos democráticos, o más bien entre los gobernantes que lo ocupan temporalmente... o hasta que los defenestran, y las élites burocráticas de las grandes empresas. La fructífera herencia de Weber (al margen de su simplicidad), dio precisamente brotes interesantes en una u otra medida en las figuras de Thorstein Veblen, de C. Wright Mills, de Lefort (aunque seguramente no he dado con otros igualmente cubiertos por los sucesivos sedimentos de la complicidad antes mencionada). El tema está presente aunque se diluye en los más sonados desertores del marxismo, como Castoriadis y el mencionado Lefort, aunque la propia militancia en pro de una sociedad que respondiese a las reivindicaciones de las masas y el enfoque privilegiado sobre los casos límite, donde parecía existir sólo una burocracia política autosuficiente, redujo el alcance de esos análisis.

Lo cierto es que las relaciones entre las diversas pirámides de índole burocrática que conviven y usufructúan diversos grados de poder político son más que inseparables y plenamente burocráticas. Insisto: político, lo que no reduzco al ámbito gubernamental ni de los partidos sino que amplío al ámbito de la empresa, la universidad, el ejército, la policía... etc., precisamente en el sentido en que vox populis se habla de política en la empresa y en todos los otros ámbitos donde se procura, mediante su ejercicio, "hacer carrera".

Esas pirámides están siendo constantemente trasvasadas en todos los sentidos, aunque de manera selectiva en especial en la cúspide, en todo caso en el ámbito gerencial y muchas veces en el de las relaciones públicas bajo el supuesto de una labor de consejeros o asesores. Ministros y secretarios de estado son mañana gerentes o asesores de grandes empresas y viceversa, pero incluso rectores y decanos y, aunque en menor medida porque para ello algunas luces habrá que tener, jerarcas del ejército y de la policía. Las evidencias son indiscutibles, aunque se minimicen para reducir su real significación y alcance sociológico.

Estas relaciones son al parecer muy amistosas (y ahí están las sonadas manifestaciones del Sr. Botín), pero sufren las tensiones propias de este tipo de relaciones y sobre todo bajo el imperio del chantaje, la extorsión, el acorralamiento, el intercambio de favores, etc. Incluso, por qué no, las maniobras extremas allí donde se hagan indispensables (un resultado de esto: el asesinato de Kenedy, sin ir más lejos), como muestran muchas películas donde se tratan, siempre como casos extremos de malignidad, casos de corrupción empresariales, militares, gubernamentales y mafiosas. Sin duda, las características de nuestro mundo actual están demasiado a la vista como para que no sirvan d entretenimiento y no llamen la atención de los creadores de intrigas: forman parte de otro negocio... donde a veces tienen el descaro de exponerlo igualmente, aunque siempre para entretener (Get shorty, titulada aquí, Cómo conquistar Hollywood de Barry Sonnenfeld, por ejemplo, pero no es la única).

Y aquí entra un revulsivo que también viene de antiguo: el rechazo de la burocracia política que siempre fue vista como usurpadora del poder y de la representación popular. Esto también es viejo: dio lugar a la Revolución Francesa para dar paso a una refundación actualizada de la gestión burocrática que ya existía, dio igualmente lugar a las revoluciones bolchevique, maoista, vietnamita, cubana... para dar paso a otro recambio con variaciones... Parece también algo irradicable.

No obstante, la visión pretende ser innovadora, profética y mesiánica, incluso pretende el adjetivo de "revolucionaria", a pesar de sugerir de manera explícita meras reformas mediante la simple presión del pacifismo; "revolucionaria" en todo caso a lo Ghandi y elevando la resistencia pasiva a lo sublime. Todo muy a tono con la fase "cultural" en la que a encallado la presente travesía, toda la "ideología" que sustenta al "movimiento" se busca en las escasas, incluso muy escasas páginas, de Indignaos! (Hessel, con ¡treinta y dos!) y en la consecuente (y significativa) reunión "progresista" editada bajo el nombre de Reacciona... (Sampedro, Garzón, etc., donde cada uno aporta la parte de panfleto más simple y más o menos encendido según dan sus respectivas y mediocres luces) en donde se amalgaman sentimentalismos sin sustancia alguna con alusiones al supuesto mal mayor al que se denomina neoliberalismo y capitalismo salvaje (donde uno se propone como sinónimo del otro). (1)

Esto no evita que la acción ponga en cuestión y hasta debilite en parte las bases en las que se asienta la sociedad burocrática. Lo hace la propia esperanza que los hechos consumados (la acampada eficaz) transmite de que sea posible "otro modo" de funcionar... Una esperanza ilusa y basada en una experiencia de grupo que no puede extenderse a la sociedad compleja, pero que "ahí está", "resistiendo" de manera prolongada sea por la combinación de causas que sea. Ni tampoco evitará ser no sólo utilizado tácticamente (como lo es ya) sino incluso estratégicamente como pieza de la lucha interburocrática.

En este último sentido, el cuadro parece que acabará (incluso lo está desde el principio en atención a las ideas clave que se fueron expresando mayoritariamente, y que siguen ahí, en la base, dando "un sentido" al "movimiento") enmarcado en la vaga propuesta que nació seguramente en la mente de alguno de los consejeros (productores de slogans) de uno de los más prototípicos jefes burocráticos políticos del momento, Mr. Sarkozy para más datos, al principio mismo de "La Crisis"; la denominada "refundación del capitalismo" del que la prensa de izquierdas se hizo eco sin dudarlo ni un instante casi hasta apropiárselo (especialmente la zapateril).

El País daba la siguiente reseña (de la que sólo transcribo un párrafo) cuando se produjo el anuncio altisonante del presidente francés (y aunque un tanto crítico en su momento, será el mismo periódico y sus periodistas los que lo repitan tertulia sí, tertulia no, en estos días de acampada):

"La autorregulación para resolver todos los problemas, se acabó; le laissez faire, c'est fini", proclamó. "Hay que refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad, porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe", advirtió. Repitió sus diatribas contra los sueldos y los beneficios de los ejecutivos financieros y amenazó con una ley para regular sus prebendas. Recogió retazos de sus viejos discursos y disparó contra sus demonios familiares. El "desorden de las monedas está en el corazón de la crisis", dijo, y apuntó al dólar y el yuan chino como culpables de que las industrias europeas no sean competitivas.
Era una nueva muestra de la "libertad" con la que los políticos actuales alzan banderas mesiánicas al estilo del Lenin de leyenda (y los que vinieron luego, desde Mao hasta Yeltsin -subido éste a un tanque-, desde el Castro libertador al Chávez bolivariano del "¡Exprópiese!"...). Se trata más que del histrionismo de su uso, algo que cada vez se ve más en otros ámbitos, como el que llamamos intelectual (léase Hessel, Sampedro, Saramago, etc.) y no digamos el periodístico y/o tertuliano. Pero no se pude decir con simpleza que se trata sólo o fundamentalmente de una "cortina de humo" lanzada por un "representante del capitalismo", o "de la derecha", etc. En todo caso, la consigna se dirige a la población en general en tanto que soldados que se convoca a una batalla, para la cual deben aglutinarse en torno del conductor. Pero esto tiene también una cara oculta: manifiesta la relativa "independencia" de los gestores del poder político para avanzar sobre los hechos hacia un aumento irresistible del poder.

En este sentido, es interesante estudiar cómo la semilla fue dispersada y por qué vías ha germinado hasta ahora, en un proceso que no sabemos aún hasta dónde será capaz de llegar, y de llevarnos a todos. (2) Lo cierto es que no ha sido ningún movimiento anticapitalista y/o antiburocrático el que haya producido una contestación creciente ni siquiera testimonial, sino, justamente, un "movimiento" de miras reformistas, blando en cuanto a pretensiones de cambio y autolimitado al programa más mínimo que se hiciera posible entre los asistentes (aunque con sectores deseosos de entrar en acción fuese como fuese) el que ha conseguido alcanzar notoriedad. Y esto sólo se puede explicar sobre la base del producto social específico que la "sociedad del bienestar" ha creado y cultivado y que se compone de quienes piden, ni más ni menos, de hecho aunque no de derecho, una conducta ejemplar a unas u otras bandas burocráticas sin escrúpulos en marcha hacia el poder. Ese producto social está constituido por esos jóvenes indignados, decepcionados de sus líderes "de izquierda" (reformistas por otra parte) a quienes acusa de traición sin saber detrás de quienes marchar ahora, jóvenes en buena medida si no en toda medida sostenidos por sus padres como bien se pueda y mientras se pueda o por una combinación de ayudas del Estado y de los padres... Esos jóvenes, que a pesar de la decepción responden al temor a un futuro peor que siempre se remite al partido opositor y que, en el caso español, se inculcado hondamente, siguiendo una particular estrategia de largo recorrido potencial, tal vez hoy devaluada o sólo pospuesta, mediante consignas y demagogia de lo más elemental. Esa estrategia fue (y es) justamente la de aquellos políticos que más explícitamente han hecho suyas las banderas de la "refundación", y en perspectiva deberían ser los más capaces de formar el ejército que necesitan para avanzar en la conquista de nuevas cuotas de poder; un ejército en el que se integrará la mayoría de esos jóvenes, dado que son "progresistas críticos" a fin de cuentas.

Los jóvenes frustrados y los pueblos expoliados (es decir, los que vivían de los padres, del Estado y de la depresión y expolio del Tercer Mundo, en donde los productos europeos subvencionados por los gobiernos del la UE y los demás países prósperos e incluso emergentes barrían literalmente con las economías de subsitencia de la periferia a base de extender en esta una economía de servicios y distribución de alimentos y bebidas superfluas fabricados en los primeros, así como de mendicidad generalizada, en donde los puestos de trabajo por excelencia eran los que ofrecían a los nativos las ONGs, como se ha denunciado). ¿Acaso los griegos que se niegan a pagar la deuda apoyaron a los países del tercer mundo que no deseaban pagarla a la UE que mantuvo el bienestar de Grecia, de Irlanda, de Portugal, de España, etc.?

Claro que esas burocracias demagógicas, histriónicas, hipócritas, oportunistas y, con perdón usar el término con el nefasto pero establecido uso, maquiavélicas, esto es, tacticistas, son todo menos leales a principio o contenido ideológico alguno, y además tienen la habilidad de aceptar los resultados inmediatos del chantage que el botín entero que prometería una riesgosa conquista. Siguiendo las evoluciones de una coreografía de capoeira (esa danza y arte marcial), los grupos burocráticos responden al "más vale pájaro en mano que cien volando..." sin por ello dejar de estar siempre dispuestos y, esto es decisivo, siempre sensibles a las presiones de las circunstancias y a las situaciones que sientan "sin salida", para realizar ataques más frontales; sin duda son la expresión más alta de la animalidad política de todos los tiempos. Esto los lleva a alianzas en el seno de las cuales procuran la máxima preeminencia y el máximo botín. Y esto explica por qué se observa en la superficie un entendimiento entre los políticos y la alta burocracia de las corporaciones en frentes que luchan entre sí por el predominio territorial (caso de Libia y en general de África del Norte en estos días, para cuyas campañas sobran al parecer lo miles de millones de euros y de dólares que tanto habría que "ahorrar", y que se embozan detrás de la "defensa de la democracia" y cosas digestivas del estilo...)

Ahora bien, ¿qué significado puede tener ese indudable eufemismo e indudable trampa demagógica que a su vez esconde una indudable vocación dominadora a cualquier precio?

De su literalidad (que se pone en duda de por sí a pesar de su apariencia mesiánica, tan del estilo de las consignas burocráticas de la posmodernidad) se desprende el ideal por excelencia de la burocracia: el control máximo posible de la sociedad que gestionan, por el máximo de tiempo posible y hasta el más extenso territorio en sentido horizontal y vertical posible (lo que define su inevitable expansionismo). Algo del estilo del "capitalismo rojo" chino o del "islamic banking" tal y como se practica en Indonesia y otros países musulmanes. un capitalismo en fin de estado aunque contemplativo de las válvulas de escape que han demostrado ser las pequeñas empresas y el mercado negro, amen del comercio internacional... tengan quienes tengan los correspondientes daños colaterales que se merezcan por correr unos riesgos que no nacen sino de la falta de alternativas de otro tipo a la esclavitud más abyecta, la pobreza extrema y la muerte...

Esa "refundación", que dice pretender sólo limitar "los excesos del capitalismo", más en concreto aún la "discriminalidad" de los gestores del aparato financiero, requeriría supuestamente la constitución de nuevos organismos institucioneles, nacionales y supranacionales seguramente, que se dedicarían a vigilar el cumplimiento de unas reglas de supuesta honestidad y sensatez en la definición, diseño, alcance en cuanto a beneficios y a posibles daños colaterales, y de imponer una racionalidad extrema capaz de garantizar un "capitalismo social" vacunado contra toda nueva crisis económica o financiera, de superproducción o de crédito, etc. Sin duda, sus miembros deberían ser más "sabios" (y "morales") aún que los que dirigían las instituciones de control actuales, tener una moral insobornable y, para darle solidez... unos sueldos dignos de maharajás.

En cualquier caso, se trataría de una exigencias de sabiduría y moralidad muy elevadas para la realización de unos objetivos realmente pobres en la práctica, supuesto que se pudieran implementar, aunque dignos ciertamente del poder de un dios, un dios capaz de contener la hübris humana (como los griegos llamaban a los impulsos incontenibles) a la que por lo visto se sigue acusando de los males de la humanidad cada vez que se presupone estar ante su destino trágico. Y claro, habiendo hübris siempre habrá recurso a la moral. Y siempre... al castigo de los que la escriban (¡o la re-escriban en cada circunstancia, como se hace hoy y cada vez más rápido!).

Estas medidas equivalen a las tomadas en otras experiencias de las que las más recientes se encuentran en los modelos mencionados (islamic-banking, gestión político-económico-social chino o ruso...) y que ha demostrado derivar -en todo caso a largo plazo y en uno u otro grado- en un desarrollo de las prácticas mafiosas (se puede ver cómo funciona a través del documento que se publicó como Gomorra, pero es también lo que sucedió en tiempos de Stalin en la URSS y en las demás "democracias populares" con el extremo caso de Camboya o el que continúa inconmovible en Irán), algo que también puede verse como anticipo de futuro apocalíptico en el posible espejo de Somalía y que reproduce a una escala mayor las maneras típicas de una isla pirata.

En todos esos casos entre bastantes más se impuso de manera notable uno u otro sistema de control moral y/o político supra-económico acompañado de un sistema penal o seudopenal férreo y expeditivo, con o sin leyes formales pero con leyes de algún tipo (las que imperan en las bandas de ladrones son a fin de cuentas reglas de conducta cuya violación es penada, a veces con ciertos paliativos incluso).

En fin, así marcha esta capoeira colectiva en la que las ilusiones y las prácticas que giran en torno a ellas, conservadoras e inerciales y más mezquinas que bienintencionadas (como nos gusta ver), sólo pueden favorecer que otras tácticas, aprovechadoras, se montan encima y no dejen a sus sujetos otra alternativa que la frustración o las concesiones en nombre de figuras vacías que reivindican un aparente sentido ideológico, aunque mentiroso y por fin desconcertante.

De todos modos, algunas reformas pueden ser implantadas en la línea del dicho "hecha la ley, hecha la trampa", por ejemplo: las deudas nacionales semiperiféricas pueden ser condonadas o al menos reducidas... (algo que satisfará a la masa que en esos países reclama justicia... tanto como para re-olvidar lo ya-olvidado: la injusticia de igual signo sobre la que descansó tanto tiempo el usufructo relativo, pero suficiente, de la suya). Se implementen unas u otros medidas siempre producirán pérdidas de beneficios y separarán del poder a algunos para incrementar los y el de otros respectivamente. La perspectiva de acabar con la fragmentación (¡esa promesa del marxismo y de los autogestionarios de la democracia directa!) es incompatible con la complejidad... a su vez incompatible con un fragmentación sin conflictividad (salvo bajo una tiranía tan utópica como la mencionada democracia integral). En todo caso, como ya he dicho algunas veces: la complejización (que ha llevado a la fragmentación) tiende al colapso, y, al menos por un tiempo podrían darse diversos experimentos, tan transitarios como los del kibutz de Sol, de tiranías brutales hasta democracias de manada... Pero esto ya es meternos en terrenos de prospectiva fantacientífica... que no deja de servir para poder respirar.

Creo no engañarme siendo pesimista... Me apoyo en lo visiblemente que se han engañado los que guardan esperanzas desgastándose en nombre de su consecución, sangrando, pierdiendo la libertad de movimientos, muriendo prematuramente de un modo violento e inútil... No es que sea mejor que acabar como esclavos, sólo se trata de de no tener nada ya que perder más que las últimas fuerzas y los últimos compañeros de combate. Y, también, la burocracia desaprensiva e inescrupulosa puede insistir en obtener beneficios espúreos de realización rápida aunque tengan que "huir en helicóptero" (siempre tendrán dónde pasar cómodamente sus días, y siempre podrán disponer de testaferros...), apurando la copa hasta el último momento... Y todo para que otro grupo se suba a tales inmoralidades en nombre de la suya... y así sucesivamente...

Los problemas, como viene siendo humano desde sus inicios (aunque no por razones metafísicas sino evolutivas), no tienen salidas pacíficas (ni siquiera "salidas" en un sentido esperanzador... para un grupo concreto que se atribuya el "verdadero" punto de vista de la humanidad y se crea capaz de ser el diseñador más sabio -racional, seguramente- de su mejor futuro). Pero esto tampoco significa que pueda surgir de un enfrentamiento entre las masas sabiamente dirigidas y los instrumentos represivos hoy tan sofisticados (donde las fisuras son en todo caso, nuevamente, eco de las luchas interburocráticas que se cuecen sin pausa). La violencia está presente desde la propia raíz (en última instancia, ya lo es en la misma existencia del complejo y real choque de intereses, en acto o latente y en espera de circunstancias favorables para la próxima explosión), y es inevitable.

En el capitalismo, que fue y es desde siempre burocrático en mayor o menor grado porque siempre ha necesitado de una burocracia leal (como expresó Adam Smith, por ejemplo) y siempre rebasado gracias a la independencia burocrática que es muy real pese a liberales (que la denominaron democracia representativa) y marxistas (que la niegan... para autoerigirse en representantes de una clase contra los de las otras), la violencia se manifiesta bajo una aparente racionalidad y una apariencia de diálogo, tras una retórica impracticable, eufemística y engañosa. Por otra parte, tanto las crisis económicas como los conflictos políticos le son inevitables, como hoy ya es vox populis, y a largo plazo, ni las mentiras ni la aplicación del método de "dividir para reinar" podrán impedir que todo acabe resolviéndose con daños colaterales de creciente enjundia (a veces, por cierto, aprovechables incluso para bien de los negocios y muchas más para bien de los gestores de diversa situación cuyo lema parece ser principalmente: "más vale pájaro en mano..." mientras dejan a los ingenuos y esperanzados ver a "cientos volando").

Más allá de la visiones elementales, tanto marxiana como liberal, el "problema" (en buena medida insoluble) se encuentra en el propio proceso de producción constante y creciente de "artificialidad" (en la que incluso cae envuelto hasta "lo necesario"), especialmente en tanto se apoya en la "fragmentación" y la complejidad instituidas desde hace miles de años bajo sucesivas variantes donde se apeló a la coacción por unos en uno u otro grado consentida por los otros. Y esto lleva a la emergencia sistemática de situaciones de caos que tal vez resulte especialmente colapsante, aunque vaya uno a saber después de todo...

Sin duda, no será sin embargo ninguna lucidez la que nos evite el dolor de experimentarlas. ¿Puede ante esto, que tarde o temprano acaba por ser intuido, no entenderse que sea precisamente la predilección por "La Paz" lo que más generalizadamente cale... y, consecuentemente, lo que más ayude a que todo siga, por así decirlo, igual?



Notas:

(1) Sin duda esta probreza intelectual, típica por otra parte de nuestros tiempos, no es la causa a la que atribuiría el agotamiento a medio plazo del "movimiento", al menos tal y como intenta aparecer a la vista del mundo. Esa pobreza la creo más exactamente un hecho confluyente con la idiosincrasia general del mismo. En términos teóricos, no comparto la tesis de algunos historiadores de que "la necesidad (histórica, entiendo) hace al hombre" (Trevor-Roper) sino más bien que la "necesidad" (presente en una coyuntura derivada de lo históricamente recorrido) los localiza en el montón, los pone de relieve, los activa, en la dirección en la que aquella intenta conformarse como dominante (muchas veces sin conseguirlo).

(2) No descarto que el "movimiento" pueda tener continuidad, en tanto viene de atrás y responde en buena medida a un climax que muchas fuerzas en presencia favorecen, tanto agonizantes como utópicas, tanto tacticistas como esperanzadas. Sin duda no como para conformarse a la manera del marxismo o del liberalismo -y no sólo por la pobreza intelectual que lo intenta sostener como ya he mencionado en (1)- aunque, por qué no, como el propio cristianismo o el portestantismo... a la espera del encuentro apropiado con una u otra forma de poder, ocupante o a ocupar que sepa re-vestirse y re-mozarse con astucia. En todo caso podrá intentar entre tanto operar como un lobby más, a la manera de "los negros" en Norte América, salvando las distancias, es decir, procurando evitar desde la calle los excesos hasta el punto de conseguir fijar una nueva (por adicional) manera culposa de pensar equivalente al antirracismo; algo que sólo alcanza peso suficiente en la medida en que exista y se consolide un grupo burocrático con medios adecuados y eficaces para explotar esa "fuerza" o "corriente de opinión" y insuflar elementos propios en el "estilo dominante de pensar". Remito al respecto al best-seller y película correspondiente "La hoguera de las vanidades". En fun, un lobby... del bipartidismo que se pretendería superar.

Lo que cabe señalar a la luz de la experiencia histórica, es que la mecánica de toda corriente, comience o no por formas aparentemente fútiles e infantiles, elementales o poco reflexivas, puede dar lugar a la rotura de los diques que se dan por muy seguros hasta el mismísimo momento crítico, y que gracias a la "orografía del terreno", aquí el contexto burocrático, puede alcanzar el propio horror. Guste o no, se pretenda ignorarlo o no, desde el caso de la Inquisición a los casos del golpe bolchevique, del nazi o del fascista, a los que últimamente se añadieron el de la "Revolución Cultural", el de los jemeres rojos o el de los ayatolás entre los más sonados, dan cuenta de ello.


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