domingo, 12 de septiembre de 2010

¡Basta!, si es que se puede

Creo pertinente repetir aquí (con algún adendum leve) lo que remodelé a cuento de unas reflexiones que Luis Thonis me hizo llegar por email y en donde extendía (¡nunca podremos decirlo todo dentro de los límites de los discursos cerrados!) su encantador artículo sobre Baudelaire y los paralelismos entre la Bélgica que visitara el poeta en el XIX y la situación hoy generalizada e imperante...

Los intelectuales (como Baudelaire; como el Sócrates de Platón -y por ende él mismo-, quien sentenciado por el pueblo -y por ende senciable- sentenciaba que el Reino de los Cielos sólo le estaba reservado a... ¡"los filósofos"!, es decir, a nosotros...) ven a los demás seres humanos con desesperación: ¡no son filósofos, no se conmueven ante lo que "exige" conmoción, ante "Lo (que consideran/mos) Magno"... Sin embargo (cito del artículo de Luis): "...el conatus de Espinosa por el cual toda criatura tiende a perseverar en su ser. Bartleby ("el escribiente" para más señas) llama la atención porque no está loco, tan solo tiene una relación lógica y única –es decir fatal- con la verdad; en eso está en la vía de Sócrates".

La cuestión, pues, parece estribar en que los Bartleby no son monstruos extemporáneos (¡como ni siquiera lo somos nosotros (los intelectuales), a menos que veamos toda la naturaleza como un constante engendrar de mosntruosidades, que podría ser...!) sino meros miembros de un ejército que crece sin pausa (¡muchos miles de millones ya!). Así, mal que nos pese (a los intelectuales), parece evidente que "toda criatura tiende a perseverar en su ser"... aunque no en el sentido del ideal nuestro, ni el cosmopolita, ni el occidental, ni el futuro "hombre consciente"... que "debe(ría) ser", ni el del clon genérico, homogéneo y perfecto que se situaría desde siempre en La Caverna... y que no responde sino al deseo de todo individuo de "perseverar" reproduciéndose, domesticando y exterminando incluso.

¡Basta pues de indignación y de sermón admonitorio: ellos saben lo que hacen tanto como cualquiera... y en buena medida hasta donde hay que saber y reconocer (esto sólo podemos aventurarlo)! ¡Ellos sólo sobreviven, como nosotros, como todos, más o menos pintarrajeados, adornados, disfrazados, caracterizados...!

¡Ah, si nos ciñéramos a dar una lectura más del mundo y renuciáramos a la compulsiva voluntad de transformarlo!

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