domingo, 26 de diciembre de 2010

"1984"... ¿irreversibilidad ad infinitum o colapso in progress? (Tercera y última parte)

George Orwell (continúo) situó el futuro previsible (a la luz de las evidencias que había estado observando) a sólo treinta y cinco años de su tiempo... en un mundo que tenía por centro neurálgico a la mismísima Inglaterra... ¡el escenario por excelencia del conflicto final entre "los medios de producción" y "las relaciones de producción", ni más ni menos!

Orwell conforma ese mundo de tal modo que parece absolutamente irreversible.

En 1984, el futuro del presente, la única oposición efectiva a la que se puede acudir, como hemos visto, es inventada por el propio régimen además de prometer lo mismo y bajo un nombre minimamente diferente: al Gran Hermano no se le ocurrió mejor enemigo imaginario que una temible y lúcida Hermandad... Tal vez mera simplificación recomendada y bendecida por los neolingüistas.

El futuro, gracias a la sistemática dedicación del aparato del Estado a borrar y reecomponer el pasado, desaparece, por fin, en la eternidad...

¿Es esta una prospectiva razonable, es admisible, es en todo caso realizable; toma en cuenta un cuadro suficientemente completo de la realidad de la que, como hemos demostrado en las dos partes previas de este ensayo, parte, en concreto, la sociedad post bélica visible en 1949?

Orwell se apoya en observaciones sutiles (como he dicho: retroalimentadas en la fragua fructífera de la frustración, que cada vez se hace menos desprejuiciada) de las circunstancias que lo llevarían además a atar cabos a lo largo de la Histórica Humana, permitiéndole así completar sus capítulos aún irrealizados mediante la construcción imaginaria, específicamente literaria. Podemos a nuestra vez reconstruir esas observaciones llevando a cabo el proceso inverso, es decir, remontando la corriente del tiempo desde el futuro supuesto hasta nuestro presente. Precisamente, lo que Orwell intentara provocar inventando y proyectando en sus lectores potenciales coetáneos y de la posteridad... "comunicar con el futuro", aunque fuera "imposible por su propia naturaleza" (ibíd., pág. 14). Hacerlo nos permite el siguiente inventario mínimo:

a) las masas trabajadoras no pueden ni pretenden gestionar el mundo sino sólo obtener el máximo de bienestar posible gracias a la buena gestión de los especialistas (cuando no de un rey sabio). Pero las propuestas o, si se quiere, los sueños idílicos relativos a dictaduras proletarias o populares o a la autogestión han demostrado ser pura propaganda al servicio de una camarilla que consigue autolegitimarse seudorracionalmente para acabar estableciendo prioridades pragmáticas que ponen por encima de cualquier meta mesiánica y ni siquiera son capaces -supuesto que les interesara- de llevar a cabo. Los gobernantes pretenden representar al pueblo sólo para gobernar lo real con aparente realismo... Pero ello los lleva simplemente a mantenerse en el poder en la medida de lo posible, sin responder más que a su propia mecánica sin contenido. Esto es en el fondo lo fundamental, ya que los intereses personales y de grupo se reconforman y redefinen en la medida en que el proceso avanza, como es costumbre en el comportamiento de todo mecanismo u organismo inestable.

b) la intelectualidad se ha proletarizado y/o burocratizado, dando de entre sus filas cada vez más miembros potenciales de la futura dictadura, miembros que son reclutados por el Partido Interior aparte de los que combaten en los frentes de batalla inciertos y más o menos puestos en escena (el Partido Exterior, del que se sabe poco aunque sí que es un escalón más bajo y al parecer menos sólido en sus convicciones, podría ser un intento vago de dibujar a la carne de cañón militante que obedece a la camarilla y da su vida por ella bajo la bandera de la patria o del líder).  O sea, se trata de un estamento útil pero en el que no se puede confiar. A unos se los vigila, a otros de los expone a las balas.

c) la técnica y la ciencia en la que esa sociedad descansa se han superinstitucionalizado hasta más allá de sus básicas razones de existencia (la conquista y la opresión, sobre y de los otros). Así se llega a la producción de la destrucción, llamada guerra, reducida a su vez, en una nueva vuelta de tuerca, a la función de control social y psicológico, donde esos objetivos de destrucción y de odio combinados permiten canalizar todas las energías de la sociedad. Es decir, la guerra ya no pretende la conquista ni el poder omnímodo sobre el enemigo (lo no humano) sino la estabilidad y cohesión internas, donde lo no humano por fin ha sido completamente fagocitado y esclavizado simultáneamente. La técnica, en manos del Partido Único, es por tanto no sólo irrebatible sino inutilizable y su carácter de creación, de producto artificial, se hace ostensible mientras la idea (fundacional) de progreso, que parecía inseparable a la ciencia y sus aplicaciones queda definitivamente vaciada de toda significación: no  hará falta ya inventar nada nuevo: lo inventado ha comenzado a ser, en 1984, en 1949 y hoy, suficiente para los fines del Gobierno: continuar per eternum mudando el pasado según lo exijan las circunstancias, controlar el pensamiento, reducir el lenguaje en sus significaciones y su operatividad, torturar para domesticar mentalmente, mantener un estado de guerra sin vencedores ni vencidos, mantener un sistema de comunicación, agitación y propaganda centralizado, mantener un cierto balance en la producción de bienes de consumo básico, y poco más). La famosa recomendación de Maquiavelo al Príncipe será ya innecesaria: no hará falta mudar de la bondad a la crueldad hacia los súbditos según las circunstancias, bastará sustituir o incluso eliminar las palabras bueno y malo y convertirlas en servicios equivalentes al futuro. "The Big Brother is ungood".

d) la lengua debe ser sometida a la invariabilidad variable donde todo es apariencia teatral con personajes mudables. "The Big Brother" es demócrata y democrático haga lo que haga porque fue elegido... o porque está al mando... "... is ungood".

¿Falta algo en este cuadro cuyo progreso podríamos observar como hizo Orwell, esto es, si dejamos a un lado el temor de renunciar a los viejos atavismos mágicos y a las supersticiones que lo disfrazan  y animarnos a... mentar al diablo?

A mi modo de ver hay tres cosas notables que se pueden añadir al cuadro, y que ya existían en 1949 , que existieron en 1939, y en 1789... e incluso desde los tiempos clásicos en cierto modo:

e) la vocación filotiránica de las masas (en las que incluyo a los intelectuales que se suman a sus filas de uno u otro modo; los que, aunque su base tenga una idiosincrasia originaria propia, se confunde cada vez más con la de la masa para contribuir y converger al mismo resultado; convergencia por ambas partes a tenor de la reducción -o licuefacción- posmodernista de lo significante -su expresión psicológico-social- y la concomitante producción de burocratización a instancia de la propia democracia representativa... que su expresión socio-institucional). Vocación tiránica de las masas en sentido estricto (pueblo) que resulta del fraguado circunstancial periódico (crisis social mediante) de su deseo (aspiración) del buen soberano, y que, en los pensadores e intelectuales, nace de su particular manera de pretender el poder... el de hacer del poder efectivo o potencial un títere de sus ideas, lo que permite evitar ver las prácticas realistas que pudieran hacerse indispensables, colaterales, etc., o sea, toda suciedad causada por su propia mano. Esto cuando no deriva en su metamorfosis decisiva. Y aclaro: crisis social y no "económica" ni "política" ya que la razón de fondo de fenómenos de indignación por pérdida de derechos sociales, en el extremo por hambre, deriva a mi criterio de la imposibilidad de toda gestión buena, la del soberano bueno o, in extremis, la de los sabios detrás del trono. Y en todo caso de la pérdida del estado de equilibrio que resulta de los inevitables embates interburocráticos.

e) el carácter intrínseco que reviste la lucha intestina por el poder en el seno de la propia camarilla  burocrática en detrimento incluso de la complicidad criminal establecida para mantenerse como "grupo de ladrones" (el peligro consciente de que todos perderían todo si se hundiese el bote... al haber participado todos en todo). Por cierto, dicho sea de paso y como apunte a las evidencias que deberían admitirse como prueba del fenómeno descrito: el progreso en la dirección señalada de todos los gobiernos hacia un funcionamiento típicamente mafioso, diluye los límites tradicionales existentes (los licua) entre la criminalidad tradicional y la política, como se puede constatar hoy en día en todas partes, y, también, convierte La Ley adecuadamente modelada y/o tergiversada y/o soslayada en  un instrumento tiránico útil al servicio tanto de la  persecución como de la discriminación (como lo percibieran algunos de los afectados por esas prácticas, de repente situados en el límite de la lucidez -véase mi nota al pie de la primera parte de este ensayo-).

f) la tendencia excéntrica de los más individuos más reflexivos y a la vez más resistentes a la marginación y a la persecución, que debemos mencionar porque sin lugar a dudas se manifiesta... todavía al menos...

La  filotiranía de las masas (idílica pero minimalista, a diferencia de la filotiranía de los filósofos que sería maximalista salvo momentáneas claudicaciones ingenuas), descarta por falta de amor propio de parte de cada uno de sus miembros la posibilidad y la capacidad de gobernar (a los demás, claro, ya que la idea de autogobernarse en masa encierra incongruencias insalvables incluso en el límite, y sólo cabe como ideal alternativo del cosmopolitismo que la motoriza). Y esa es la base de su conformación como masa. El individuo que renuncia a ello porque no se siente capaz de asumir la tarea de tirano se suma a la masa o se convierte en su servidor privilegiado (tanto los co-tiranos de segundo orden como los demás cómplices o servidores actúan en realidad como cualquiera de los individuos de la masa, incluso si proviniesen del conjunto de los tiranos potenciales, y como estos se diferencian del resto de esa masa por ser capaces de ensuciarse la manos cumpliendo órdenes y prodigando alabanzas para hacer una carrera superior o secundaria). De ahí que bastantes miembros de segundo orden de la pirámide gobernante provengan de uno u otro modo de la masa para integrarse al gobierno tiránico en uno u otro grado, y, por supuesto, que provengan de la intelectualidad proletarizada o burocratizada, lo que se ha vuelto cada vez más ostensible, como es evidente). En este sentido, la descripción que Tocqueville hace del proceso revolucionario francés de 1789 desnuda una generalidad típica del comportamiento de las masas (el tema fue visto por muchos pensadores de enjundia desde el Renacimiento: Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Kant, Hegel...; conservándose siempre el cosmopolitismo idílico que caracterizó a la modernidad, es decir, al que ocultaba formalmente su significación concreta, real, radical situándolo en un futuro mesiánico al que no se debía renunciar por nada), el carácter idiosincrásico de la masa y de los individuos que la integran y definen; las masas no quieren gobernarse, sus miembros se reconocen incapaces de gobernar a los demás -una figura imaginable de la gobernación factible-, lo reconocen y se resignan a ser gobernadas... eso sí, exigiendo el reparto del botín, sea a costa de quien haga falta, esto es, mediante la sistemática marcha hacia la productividad y la redistribución (dos cosas que inevitablemente llevan al agotamiento de recursos y a la consecución de daños colaterales, es decir, a contradecir profundamente la propia racionalidad a la que se supone que se deba ser leal; dos cosas que apuntan por cierto a la base y la meta artificial que puso y vuelve a poner una y otra vez todo en marcha). El diagnóstico de Tocqueville es lapidario e indiscutible: "las masas no querían libertad sino reformas", es decir, que se les dejara de expoliar hasta la muerte. Lo demás es pura esperanza vana que ni Dios ayuda a alcanzar sino todo lo contrario, como refleja la leyenda de Babel.

El siguiente componente es descartado por Orwell que lo reduce a una pura comedia controlada, la comedia del fantasmagórico Goldstein que de todos modos utiliza para darnos algunas explicaciones causales. Es una perspectiva plana (por referencia a los encefalogramas de un cadáver) la que propone 1984 y a la luz de los datos expuestos parece el único resultado posible. No sólo en la imaginación literaria la selección artificial ha sido aplicada por una sociedad para depurarse. Más de una vez se han creando variantes realistas aunque increíbles de Morloks y de Elois y no hay nada en nombre de qué negarle a un grupo poseedor de varias docenas de patas, de miles de millones de docenas de patas (poder institucional, poder tecnológico y neotecnológico...) conseguirlo al fin. Sin embargo... encuentro una dificultad que me parece insalvable y que incluso excede cualquier referencia a las cuestiones de productividad que plantearía la nulidad dominante que esas perspectivas apocalípticas de hecho producirían: la productividad sería sin duda lo que menos importaría siempre y cuando se pueda apelar al exterminio o a las drogas... Y si no, considérese la fantasía de un mundo completamente stalinizado o reconformado mediante la revolución cultural maoista o a imagen de la Kampuchea Democrática o la Corea del Norte... o sea, donde no haga ni siquiera falta competir técnico-militarmente con el enemigo...

Sin embargo, sí que veo una dificultad para la realización y perpetuación de tales pesadillas.

En Ante la guerra, Castoriadis expuso su visión pesimista que sin afirmar que podría conducir al 1984 orwelliano sí parecía ser nada más que su antesala, al menos en caso de triunfo soviético, es decir, de las fuerzas sociales burcráticas representantes por antonomasia de la Fuerza Bruta en sí. La caracterización, a mi modo de ver, era realista: nada persigue una tal Fuerza que se pueda señalar como significativa, nada que levante ella misma para justificar -y camuflar- sus pasos en la niebla puede ser considerada auténtica y ni tan siquiera simbólica o alegórica o camuflaje de otra que bajo el maquillaje pudiera ser seriamente dibujada: es la neolengua la que habla, el doblepensar, que dice lo que simplemente parece útil para que todo siga marchando hacia la nada, para que el equilibrio se mantenga o se dirima en beneficio propio, para que los que escuchen reciban lo que quieren o prefieren oir, etc. En neolengua sólo hay tacticismo, no estrategia; o la estrategia única se reduce en todo caso a la conservación del mando "a cualquier precio" y no a la consecución de metas, no a construir utopías sino a conservar una ficción básicamente desconcertante, ilusa, aunque esto sea incluso secundario. No hay ideología en el sentido que se le diera al término y como se entendiera históricamente, sino extinsión del pensamiento; puro... amor, puro amor al Gran Hermano, diga y haga lo que diga, sea real o fantasmal; es la pura adopción de un mundo sin pasado ni futuro...

Sin embargo, en Ante la guerra, la cúspide no es homogénea ni está cohesionada por nada... Puesto que nada existe, nada se pretende, eso es una consecuencia lógica. Puesto que la única aspiración es sentarse en el sillón del jefe y/o a su vera... ser El Tirano o uno de los diferentes Tiranillos de segunda fila en el espacio donde las pirámides proliferan como hongos, la práctica política en la cúspide se reduce a la fabricación de la conjura o a la adulación, a morir por el líder existente y el propio puesto o a aspirar a conquistar otro superior, eventualmente el que ocupa el propio líder... En el mundo del hombre, por otra parte, la perentoriedad irremediable de la muerte lleva más tarde o más temprano al punto de ruptura del precario equilibrio que en realidad ofrece la estructura piramidal (algo que siempre puede anticiparse y que siempre está anunciado... bajo el nombre de magnicidio).

Ese punto de desequilibrio, deseado y compuesto hasta donde se puede en cada momento por unos y temido y evitado por otros, todos ellos intercambiables en primera y/o última instancia, punto que parece haber sido eliminado del futuro y con el futuro del panorama de 1984, es en la realidad insoslayable, forma parte de la mecánica de esa estructura de poder (del mismo modo que el asesinato o la revuelta formaban parte de la tiranía clásica -como el Herón, de Jenofonte, y la Historia, lo refleja-). Y ese desequilibrio resulta ser nuestra única esperanza... aunque sólo sea para conseguir un mero respiro más o menos perentorio. Un respiro hasta la siguiente fase de equilibrio en el límite, o el último respiro antes del colapso al que la superposición piramidal enloquecida provoque la ruptura de todas sus costuras.

Sin duda, no es como supone o sugiere Winston, el intelectual, en voz alta (es decir, mientras es registrado por la Policía del Pensamiento): "...aquel pájaro cantó para nosotros", sino tal y como sostiene sencillamente Julia enmendándole la plana: "No cantaba para nosotros. (...) Tampoco, sencillamente, estaba cantando" (tal como redondea la sentencia, enmendándose a su vez a sí misma de manera inmediata y corrigiendo el previo desliz antropomórfico dicho en primera instancia, situado en el lugar en el que puse los puntos suspensivos entre paréntesis, a saber: "Cantaba para distraerse, porque le gustaba." (ibíd., pág.268). Nuevamente, Orwell nos sorprende (aunque para muchos pasará desapercibida la intención o no calará en su manera de ver y de pensar las cosas) al volver a señalar a la naturaleza del pájaro y no a la proyección de la nuestra en él, en atención a nuestra conveniencia psicológica o ideológica a la manera en que la practica inutilmente Winston... lamentable o inevitablemente arrastrándola también a ella. Y nada es el ser humano en todas sus manifestaciones que nos diga, más allá de nuestra perplejidad congénita y de nuestra confusión concomitante, que nos permita tratarlo con otro enfoque. En todos los casos, se trata de unos resultados particulares.

Por esto no me parece factible conseguir o producir que la clase gobernante permanezca sin fisuras ni tensiones. Si un tirano pudiese tener todo el poder del mundo entre sus manos y no sólo pudiese seleccionar los más idóneos miembros de la masa para reducirlos a ganado de uno u otro tipo, sino también a sus compañeros de ruta... sólo obtendría a su muerte un vacío tal que en cualquier caso conduciría al colapso, del que tarde o temprano saldrían renovados creadores de mitos. Esto, en fin, sólo podría implantarse en el límite mediante un tirano eterno o inmortal, un dios terrible y estúpido al que movería el capricho y a quien amenazaría el hartazgo al estar absolutamente privado específicamente de amor.

En De la tiranía, Jenofonte nos hace ver entre otras cosas interesantes, lo que desespera al tirano, lo que precisamente Simónides le indica el camino para conseguirlo. Se trata, respectivamente, del amor que por cualquiera de los camino de su consecución llevaría al propio tirano a la autodestrucción o autodilución de su dominio. Esa necesidad tiránica es lo que la hacía en sí misma defectuosa o imperfecta. Lo que pondría en entredicho la necesidad de continuar con el Terror...

Precisamente, lo que no parece factible, lo que parece imposible viviendo del hombre, es todo tipo de perfectibilidad, tanto la vista como maléfica por la Historia real como la benevolente según prometen las utopías, sea la del estilo de la República de los Sabios socrático-platónica, sea la del propio Reino del Superhombre llena aún de cierto platonismo residual.

Parece a todas luces imposible que en base a seres humanos se pueda conformar una subespecie capaz de funcionar como lo haría una maquinaria programada. No sólo ni fundamentalmente al respecto de las masas (porque mutilarlas o drogarlas las haría inservibles) sino respecto de los propios dirigentes, que alcanzarían igualmente la incapacidad absoluta. De ahí que no sea aceptable la explicación histórica que Orwell nos ofrece a través del larguísimo texto atribuido a Goldstein (es decir, de O'Brien y su omnipotente equipo), donde la burocracia política habría alcanzado un imposible superracionalismo maquiavélico (ibíd., págs. 228-263) y cuyo "secreto" queda al final en el misterio... seguramente por esa imposibilidad que invita a la catarsis.

Lo específicamente humano es la introducción de la artificialidad en el Universo. La creación humana es creación de artificialidad, cuyos resultados, artificiales, se incorporan a la realidad del mundo como objetos reales o acciones de objetos reales... convirtiendo el mundo real en el mundo apariencial o "de la voluntad y de la representación"... aunque sólo en un sentido alegórico. La fuerza principal del hombre es su capacidad para crear artificialidad, y esa capacidad es en buena medida falta de cordura dentro de los límites de lo efectivo u operativo. No es inteligencia ni conciencia ni sensatez ni sabiduría ni sentido de la justicia.... sino todo lo contrario: locura en ciertos grados (aquí se ve cómo la conciencia paraliza...) Se requiere gran amor propio, confianza máxima en uno mismo, intrepidez, carácter temerario, predisposición a superar lo que sea que venga -los avatares, penalidades, obstáculos, percances, designios divinos, etc., o sea, ser héroes y semidioses rebeldes, no dudar, no vacilar, no caer en la desesperanza, no permitir que la mano tiemble, estar dispuestos a todo en nombre de la obra -uno mismo como proyecto-, ser un príncipe, un rey, un jefe, sentirse la conciencia y/o la voz de muchos, sentirse impulsado o motivado al mesianismo, avanzar a toda costa en la consecución de los sueños idealizados, edulcorados, justificados, adornados,  complejizados para embaucar y embaucarnos, es decir, para hacerlos realizables a través de sucedáneos similares o supuestas construcciones previas, caiga quien caiga... estar más allá del bien y del mal aunque en nombre de la propia valoración de lo bueno y lo malo... ser capaz de inventar e imponer la creencia generalizada  en el mito del cual es figura clave o decisiva, una valoración conjetural, ideología, dogma, visión, una incondicionalidad, un absoluto retrospectivo (que reescriba toda la historia, que sitúe el origen del mito en el pasado remoto, que sea una revisión de lo tradicional o una recuperación de algo aún más primitivo o primigenio, en principio algo con atributo de natural) que sea capaz de rodar y crecer como una bola de nieve, integrando y definiendo un estilo de pensamiento, un magma de significaciones, un camino, una marcha gloriosa... que produzca un botín que se pueda repartir.

La Tiranía, nacida en el límite pero a instancias de esos deseos compulsivos de realizar los sueños de unos y de otros, es expresión de la voluntad humana de dominación y domesticación (de la preferencia por contar con 24 patas en lugar de sólo con dos, como se dijera en el Fausto como signo de una locura irresistible). Parece inevitable. Parece que sólo queda la resignación en el sentido laxo del término, en un sentido nihilista.

Sin embargo, me pregunto si podría construirse un Edén donde el propio sentido de esa locura pudiera ser anulado... donde esa atracción cómoda perdiera su sentido y se vaporizara por simple ausencia de necesidad... 

Y esto nos lleva a contar con mi propio ejemplo como caso de la mencionada excentricidad y reflexividad inevitable (aunque tal vez extirpable, en cuanto sea molesta y el molestado tenga la capacidad de extirparla).

Winston siente (con Orwell) que escribir ha dejado de tener sentido cualesquiera que sea la perspectiva de futuro, pero no puede dejar de hacerlo... hasta que la única perspectiva lo demuele definitivamente, es decir, cuando deja de existir toda alternativa, toda duda. Winston, por fin, renuncia a ser un individuo; ha sido, por fin, domesticado como mera pieza del mecanismo integrador que realiza en falso el cosmopolitismo soñado (en esto equivale a las pesadillas de Huxley o de Wells): una raza separada, una subespecie, domina a los demás convirtiéndose en su cabeza inseparable; instituyendo dos humanidades en nombre de la unicidad. Sería, por una parte, una realización, auténtica por factible, del sueño cosmopolita (el de Kant, el de Marx... los cuales habrían devenido claramente en engaños y, a lo sumo, autoengaños). Pero una situación tan extrema sólo podría establecerse de manera imperdurable por no decir interminable si la tiranía perfecta de 1984 lograse eliminar de entrada el nacimiento de la subespecie que tiende siempre a quejarse y a proponer utopías, o, en todo caso, como en 1984, a demoler a posteriori esas personalidades en cuanto sean detectadas, para lo cual estaba la Policía del Pensamiento precisamente. No podemos garantizar sobre estas bases que ello sea imposible.  La técnica y la ciencia en manos del poder se acercan peligrosamente (desde el punto de vista de la preservación de los excéntricos al menos) a una fase en la cual esas opciones se vuelvan técnicamente factibles. La ingeniería genética, las drogas farmacéuticas, los sistemas electrónicos, la sofisticación represiva... podrían incluso discriminar por exceso para cubrir al máximo los riesgos de los molestos. La ciencia ficción abunda en jueguecitos extraordinarios para el exterminio feliz y hasta útil de tales individuos, sean rebeldes irracionales o conspiradores en potencia (carreras de alto riesgo, por ejemplo; una suerte de "encierros" o "corridas", como las que incorporé yo mismo a la novela que sigo prometiendo...) En realidad, seamos capaces de reconocerlo, el proceso de domesticación iniciado hace miles de años ha progresado sistemáticamente en la dirección de su propia significación. Domesticar fue convertir los frutos en comestibles, los animales en domésticos, es decir, consistió en adaptar, moldear, mutar sus propiedades naturales mediante su sometimiento a nuevas imposiciones a fin de cuentas naturales pero también artificiales (naturales en tanto la creación de artificialidad es natural en el hombre). Y los hombres, convencidos de su propia humanidad a la vez que de la inhumanidad de todo lo que fuera ajeno o extraño a la identidad propia, (mujeres incluidas, que como bien señaló Veblen fueron las primeras víctimas), cosas ambas inseparables y autocatalíticas, se dieron a la domesticación de los demás (es decir, a la selección artificial primaria pero ya efectiva de, por ejemplo, la práctica misma de la guerra y otras incluso más indiscriminadas, aún demasiado ideológicas o míticas, como la de acabar con una raza sin más consideraciones, etc.) como complemento de sus prácticas exterminadoras (la capacidad de domesticar, por lo visto, se conformó en el homo sapiens mucho después de que desaparecieran los neandertales... porque si no... menudos mayordonos tendríamos ahora...). El propio Sócrates de Platón es partidario de medidas de ese tipo con vistas a la instauración de la República de los Sabios...

No hemos llegado aún a una situación tan extrema, pero es innegable que, si no consideramos más que las dos tendencias mencionadas (filotiranía masiva y potencia exterminadora), los días de la excentricidad y de la brillantez están sentenciados, y puede verse en el horizonte lo que ya viera Orwell en 1949 y lo que daría lugar, con Nietzsche, a que sólo quede la risa... aunque ya sólo será la de los fantasmas a cuya condición serán finalmente reducidos (es decir, a nuestra actual subespecie de cuestionadores), fantasmas aherrojados entre tapas de libros polvorientos y registros magnéticos que se volatilizan, que nadie se preocupará por preservar siquiera como reliquias porque, al final, perderán todo interés.

En cierto modo, la perspectiva parece volver a apuntar a la utópica República de Sabios, tantas veces soñada... donde las masas aceptarían su condición y los dictámenes racionales de sus gobernantes: hoy se puede comer mucho, mañana poco, etc., lo que no parece factible. Unos Sabios que podrían ser molestados para la atención de los asuntos cotidianos y nimios, es decir, alejados momentáneamente de su mundo reflexivo e inútil... lo que no parece factible. Unos Sabios que se contentarían con ser alimentados y vestidos sin pretender más privilegios u honores que los que les concederían a los dioses individuos primitivos, y no unos ciudadanos seudoracionalistas y sofisticados como los del presente... sin duda, un imposible.

Pero... ¿podría haber aún diversos Edenes para grupos reducidos de Sabios que estuviesen dispuestos a dejar los demás atrás, a abandonar el resto del mundo a su suerte, incluso a manos de Morloks; tal vez a manos del proceso de autodestrucción anunciado... ? ¿Serían realmente Sabios, se podrían reproducir como Sabios desde entonces...? Parece claramente imposible imaginar a la vista de lo que estamos viviendo, un mundo en el que todos los humanos puedan conformar una sociedad única y a la vez desfragmentada... La humanidad sólo puede vivir grupalmente, o sea, fragmentada, separada o en lucha, por lo que la humanización universal soñada por la filosofía mederna (o tan sólo agitada como se agitan las banderas aglutinantes) sólo puede realizarse como opresión y/o exterminio sistemáticos y cíclicos destinados al colapso. Pero, sea o no de un modo transitorio, muchos grupos a lo largo de la Historia supieron construirse o crearse un mundo satisfactorio (aunque fuese a costa de someter y mandar, de legislar y contentar, de aniquilar y ponerse en riesgo de ser aniquilados... en fin, de hacer trampas en nombre de la seguridad y la certeza...)

No podemos aventurar sino lo que puede vislumbrarse, y, suponer a la manera de Orwell aunque sin coincidir con su pronóstico, que vamos hacia un colapso inevitable... Tal vez algunos puedan hallar un Oasis como el mencionado, tal vez todo simplemente se encamine de nuevo hacia el mismo fin... y se siga realizando el "eterno retorno". Eso es lo más sensato... a pesar de lo cual, sin duda por ese pertenencia idiosincrásica al conjunto, asimismo heterogéneo, de los individuos más excéntricos y  más reflexivos, reconozco que me cuesta dejar de acariciar la idea de ese Oasis idílico donde, para resolver todas las reticencias occidentales adquiridas por mí y a las que en auna u otra medida aún soy propenso, imagino que los esclavos necesarios para solaz de nuestra simple y buena manada podrían ser sólo máquinas especializadas, algunas fabricantes hasta de sí mismas... programadas para no pedirnos nada... no molestarnos... permitirnos dar la cara a nuestra propia insatisfacción congénita que se mueve entre resignaciones y alegrías... buscando sin hallar... aferrándose a una u otra creencia...

Hace poco he comenzado a leer Ensayo sobre el don, de Marcel Mauss, donde, nuevamente, encontré un caso antiguo, esta vez incluso primitivo a la vez que más próximo a nosotros en el tiempo, de grupos humanos simples que se sentían en su entorno "muy ricos" y "muy felices", vivir... "una fiesta perpetua" incluso, como apuntara Mauss (op.cit., de donde los términos y las frases entrecomilladas precedentes y que siguientes). Y lo fueron en los casos más crudos, al extremo de poner esa riqueza y esa felicidad en estado constante de "aniquilación" mediante la práctica sistemática de la destrucción que se ha dado en llamar potlatch... "esos fenómenos sociales totales" o "sistemas de prestaciones totales de tipo agonístico" que promovían y conservaban como obligatoria "la batalla", "el asesinato" magnicida y "la destrucción puramente suntuaria de las riquezas acumuladas". O sea, que mantenían una orientación del enriquecimiento para... "la aniquilación", el consumo que llamaríamos gratuito (aunque no lo serían en el marco de lo imaginario, y social, donde se entendían como devoluciones obligadas) de índole "sacrificial",  "contractual" con el poder dador y gratificador del mundo (físico y metafísico en las proporciones en que se dividiera), el mundo con el que bailamos o entablamos un duelo. Ricos, muy ricos, y felices... en fin, bajo unas reglas de vida tan histriónicas, tan artificiales -aunque más inocentes- como las nuestras de hoy en día...

Entenderlo, debería servir para algo, aunque acabe en una ilusión renovada de realización imposible.

Sin embargo, la idea de que los hechos puedan obligarnos a vivir de otra manera, renunciando a la pretensión de unificar a la humanidad o igualarla a nuestra propia imagen y semejanza, podría ser una alternativa de futuro... ¿para después de colapsp?, ¿igualmente temporal hasta que todo volviese a complejizarse...? ¡Algo así ofrece un pequeño giro al sueño de Sócrates!, aunque sin desembarazarse del todo del mismo, cuyo núcleo precisamente define al ser humano.

¡A mí, que lo sueño y lo desprecio por momentos, me produce risa! ¡Sé que se trata de un sueño infantil y tramposo, es decir, de otro juego que conduce al juego que conduce al juego...!

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