domingo, 6 de febrero de 2011

Crimen y venganza

Creo que el componente fundamental del “castigo” es “La Sed de Venganza”, que a su vez no es sino una fórmula de apropiación/recuperación, “la más contundente y extrema que fuese posible”, la que estuviese con toda seguridad por encima del daño causado, de la pérdida infringida... y pudiese así “compensar” a "todos" los que se consideren "damnificados" por “el crimen”. Claro que definir un acto como "criminal" no viene de la mano de la racionalidad sin que se hayan establecido los apriorismos a cuyo servicio La Razón se pone, y en cambio obedece a la imperante o adoptada interpretación imaginaria socio-histórica de los hechos. Por eso entiendo que el castigo aparece siempre como “venganza” colectiva, “de la sociedad”. Para lo cual el acto delictivo debe sentirse antes como una violación de lo justo.

Las justificaciones de cada época pasada (Santo Tomás, por ejemplo; que cita Nietzsche en “La genealogía de la moral”) ocultan precisamente ese carácter "compensatorio", especialmente en estos tiempos de seudoracionalidad oportunista, tiempos en los que todo lo que se entiende por legítimo se hace en nombre del común, de la humanidad y del futuro... como si ello fuera lo natural-humano incondicionalmente establecido... por decreto, por definición…

Si, además, reconocemos que el ser humano de hace unos centenares de años (¿o menos si consideramos los diversos campos de exterminio y/o reeducación?) es “el mismo”… entonces, juzgar cosas del estilo de que "el hombre ha evolucionado positivamente" o "ha cambiado y se ha hecho más..." bondadoso o sensato o pacífico o… no pasa sino por correr un velo sobre los problemas (ya veremos cuáles lo son en realidad, ya que hasta los problemas suelen ser enmascarados mediante el enunciado de otros) para proveer un mero cambio de disfraz a los intereses embozados, un fenómeno que incluso ya no basta llamar hipocresía…

Se habla del horror por las ejecuciones punitivas, pero no es “real” ni convincente: se podría decir en todo caso que se ha sofisticado el gusto y se prefieren soluciones de la máxima tecnología (cámaras de gas, sillas eléctricas, picana, inyecciones letales…) en lugar de los descuartizamientos operados por caballos o cuellos rotos a base de cuerda o de garrote… Y aún más cuando se recluye lo cruento en el desván de la imaginación personal. ¿O es que cuando “se clama” contra un “criminal”… no se desea al unísono verlo descuartizado o sometido a algo que permita estirar al máximo su sufrimiento en vida; no aparecen las imágenes de “los viejos tiempos”?.

La sed de venganza y la correspondiente sensación de que el criminal nos ha arrebatado “algo” que no tenía derecho a tomar “de nosotros”, no han desaparecido, y no desaparecerán mientras no lo haga antes ese sentimiento (de apropiación indebida: donde, sin duda mágicamente, siempre se asume la existencia previa de un propietario... natural o metafísico).

La mala conciencia contemporánea debe rechazar lo primitivo en nombre de su propia fundación identitaria (es un rasgo inseparable del racionalismo), pero el recurso ante lo innato sólo puede consistir en histrionismo e hipocresía… clamor y dejar hacer… volviendo la cara y sin embargo… imaginando si no recreando las reparadoras llamas del infierno.

Seguramente se puede arrojar mucha más luz sobre todo esto. Incluyendo esa sustitución racionalista fundacional de la modernidad que llevó a la institución de penalizaciones pecuniarias en los tratos puramente pecuniarios, separando así estos de las exigencias medievales de la libra de carne… Así y todo, más de una vez el pueblo desearía que el robo sistemático que experimenta en carne propia mediante corrupción y engaño de signo monopolista y burocrático se pagaran de aquella vieja manera. En cualquier caso, es obvio (se puede ver cada vez que se pide el cumplimiento de las condenas máximas y, allí donde se la ha proscrito, la aplicación de cadena perpetua y/o pena de muerte al menos en aquellos casos donde, precisamente, se trate de "lo irreparable".

Creo que, de nuevo, la única salida a la aplicación del sentimiento de venganza, ajena a la vez a la hipocresía y a la mala conciencia racionalista, sería la resignación a perder in extremis todo, la vida de los nuestros y hasta la propia... y entregarnos a la nada voluntariamente.

Lo constato, que conste; no es que lo proponga. ¡Basta ya de eufemismos pusilánimes!


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