miércoles, 9 de febrero de 2011

De cómo y por qué Marcus Rorty Antonius honraba a Julius "La Institución" Caesar

"Foucault fue un hombre brillante, pero su brillantez fue utilizada para arrojar sospecha sobre las instituciones más que para intentar reformarlas."
Estas fueron las palabras que Rorty dedicó a Foucault en una entrevista que le hicieron en 2005 (y con la que topé muy oportunamente por cierto, dado lo bastante que se habla del primero y el grado y extensión con la cual hoy ha llegado a adoptadarse el "pragmatismo" que él defiende con altisonancia y que otros consideran poco menos que un proceso natural... de licuefacción). Unas palabras, debo confesarlo de entrada, que no producen en mí sino un efecto opuesto al que percibo como pretendido: refuerzan a mis ojos el valor del pensamiento del francés y mi desprecio por la mezquindad evidenciada por el crítico americano, confirmando mi convicción de que esa pobreza y ruindad es la propia de todo el movimiento realtivista que Rorty prefiere llamar "pragmatista".

Indudablemente, a veces no hay como unas frases cuidadosamente calculadas (es decir, políticas) para desnudar a su autor y sacar de paso conclusiones adicionales acerca del entorno presente y de los tiempos que corren.

Foucault brilla... según Rorty, pero, según él, eso no sólo no sirve para nada, no sólo sería apariencia, adorno fútil, sino que incluso le haría un flaco servicio a... la realpolitik, al status quo, a "las instituciones"... al "arrojar sospecha" sobre ellas... algo que no puedo sino asociar  al método propagandístico par excelence de la izquierda, desde la jacobina hasta la bolchevique y más allá (Marx lo habría hecho así, y Lenin... y Mao... siempre con gran pragmatismo por cierto, y, sin duda, desconcertante a propósito, que es cuando ese enfoque y/o preferencia se hacen merecedores del nombre, es decir, cuando sirven para algo, cuando son efectivos... para que se entienda: tanto como los venenos) (*).

¿Puede haber más retorcimiento oportunista, más intento de colar mediocridad y chatura, miserabilidad y truco barato detrás o debajo de palabras que parezcan corresponderse con grandes ideas? La frase me remite automáticamente a William Shakespeare: ¡sí, Shakespeare! Porque el "...fue un hombre brillante, pero....", me remite al "And Brutus is an honourable man" en boca de Marco Antonio; cuyo su sentido embozado, lo que se descubre luego y su resultado final nos son conocidos... o, de no ser así, convendría que lo fuesen por lo mucho que nos pondrían en guardia.

Sin duda, sólo se puede decir que Rorty es (en tanto texto registrado) lamentable. O, como apuntó Nietzsche, un filosofastro, un obrero intelectual y manual de las "ideas", justamente, a mi criterio, lo que nos permitiría explicar básicamente todo. Pero seamos cautos, dado que... ¡Rorty "es un hombre honrado"!

Supongamos que Rorty no admite, o, mejor dicho, que nos diga que no admite la inacción, la renuncia a la praxis, en cierto modo en la línea defendida en la vieja tesis de Marx contra Feuerbach: "no se trata ya de interpretar el mundo"... aunque a la manera superadora de la posmodernidad: ya (tampoco) se trataría de una praxis revolucionaria, sino de una praxis reformista. (¡lo que, por lo visto, no sería "contextual" sino... curiosamente, incondicional... y acaso por el mero hecho de ser... democrático!)

Así, se coloca en un papel bien estudiado de "reformista a la manera del revolucionario", a la manera de los socialdemócratas (o liberals) en tanto se consideran herederos legítimos, reencarnaciones incluso, de la vieja izquierda (algo así como lo que, curiosamente o no tanto, hacen los actuales gobernantes españoles cuando presentan sus reformas regresivas como trampolines necesarios para volver a la senda del progreso y el bienestar que les corresponderían por antonomasia y en exclusiva... aunque hagan lo contrario. Total... los que se encargarán de perpetuar esa regresión haciéndose dignos de escarnio y movilizaciones... será la oposición triunfante... en-todo-caso. ¡Y adelante con el circo!)

Aceptemos pues que Rorty optase por rechazar justo lo que Nietzsche valoraba y valorar lo que le repugnaba; es decir, que prefiriera imponer "inventos filosofóficos" (por racionalistas, por idealistas, por utópicos, por tiránicos) y despreciar a quienes sólo se dediquen a... "encontrar", como sería el caso de Foucault, al menos según dice Rorty, que sin duda, "es un hombre honrado", sea o no un feliz ejemplo (y al menos lo parece, aunque lo que también parece es que ha sido estigmatizado con esa figura tan poco grata a los ojos de la izquierda, por una razón fundamental que se señala: haber "arrojado sospecha sobre las instituciones", haberlas traicionado, haber herido con su daga a César...)

Ahora bien, entrando en su terreno, ¿por qué tiene que tener menor valor la interpretación inocua, el "encuentro" al margen de lo que se derive del mismo, la crítica sin pretensiones, sin metas predefinidas, crítica que en todo caso llama a la  elucidación inclusive si su resultado fuese inútil... todo ello en comparación la honra a  la acción o al llamamiento a la acción, incluso por tanto si fuese servil (siempre que sirva disfrazada de unas determinadas maneras y no de "otras", las estigmatizadas, las que ya fueron desemmascaradas, las... agotadas), a la "invención" retórica, a la mentira piadosa, a arrastrarse para conservar la fuente de las migajas, incluso a la contrición y la resignación... cuando ya no queda (y porque no queda) más espacio para soñar con revoluciones mesiánicas, con mundos paradisíacos de leche y de miel, de justicia y de virtud? ¿Por qué hay que claudicar y ponerse al servicio pragmático de la "edulcoración", de la disuación a los sueños más ambiciosos... aunque tan falsos y preparatorios del pragmatismo final como de costumbre? ¿Es que Rorty ha recibido como Verdad Revelada el que eso deba ser así (flaco servicio sin duda, como puede verse, el que nos hiciera ese domesticador aforismo kantiano)?

Ahora bien, Rorty no quiere exagerar... por las dudas... o quizás porque, aún sin haber reflexionado mucho al respecto, perciba, intuitivamente, epitelialmente incluso, instintivamente sin duda, que ya no es tiempo de revoluciones y de tiranías obvias sino de eufemismos y de máscaras, de paciente trabajo de topo... En cualquier caso, tributando al desprestigio alcanzado por el mesianismo revolucionario, hace desaparecer, por las dudas, ese lado de la ecuación, sustituyéndolo por "las reformas"... Justo lo contrario de lo que habría hecho Foucault, negativamente (!) al parecer, ya que "arrojar sospechas" ayudaría a sembrar desconfianza y al parecer haría crecer revoluciones (aunque más no fuese utópicas) o en todo caso un nihilismo al parecer perjudicial... Es decir, lo que supuestamente debería hacer, al parecer, todo intelectual comprometido, y práctico...

Podemos pensar, con menos malignidad que la que nos lleva a ver en Rorty a un lacayo de su propio status socioprofesional y del de "su comunidad", pero, en ese caso, sólo se puede pensar que esa incondicionalidad que atribuye a La Democracia y a La Acción Positiva se deba a una suerte de Revelación (y esto, además, sin entrar a desgranar el hecho de que esos conceptos son rellenados por él con un contenido propio que alcanza nunca a explicar lo suficiente, comme il faut... porque, total, él sólo pretende "crear universalidades gradualmente" -R. Rorty, Universalidad y verdad, en Sobre la verdad, Amorrortu, Bs. As., 2007, pág. 59-, es decir, "crear un público" -ibíd., pág. 64-). Sólo así se podría comprender (superficialmente sin embargo) por qué se debe evitar "arrojar sospecha" sobre La Democracia o por qué haya que actuar en la línea del servilismo reformista o gatopardista... que de todos modos no tiene vergüenza en señalar al enemigo interno... yo diría... con el que para qué discutir. Y por qué se opta por poner "lo real" (por lo instituido, por lo adoptado) über ales... Y por qué, por fin y sobre todo, se insista en ello a pesar de lo que el estado de cosas da de sí y por sí, a pesar de lo que produce realmente y motus propio, que no es más que la encarnación de lo contrario (de lo que promete el concepto, el ideal, la propaganda...), encarnación como la de aquellos dioses que pasan a jugar entre los hombres como sus míseras antípodas...  todas perdonables, todas comprensibles, todas... "justificables".

Nietzsche apuntaba bien a la cuestión de fondo (aunque quizás de una manera demasiada sutil, demasiado alegórica para el buen entendimiento de muchos, quizás rescatando lo que ya ha sido enterrado y muy hondo, y que incluso no era del todo inmaculado, porque como él mismo reconociera, lo inmaculado es un disfraz...):
"...círculus vitiusus deus [dios es un círculo vicioso]" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Libro de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1997, pág. 61).
Lo que resume honestamente el carácter de los divinos intelectuales, los humanos más divinos, el mejor de los cuales no puede evitar querer: "volver a tenerlo todo tal como ha sido y como es, por toda la eternidad, gritando insaciablemente da capo! [¡que se repita!] no sólo a sí mismo sino a la obra y al espectáculo (...) porque una y otra vez tiene necesidad de sí mismo..." (ibíd.); los humanos a quienes le vino dada poco a poco la fragmentación del mundo e inventaron los ropajes con los que cubrir sus desnudeces vergonzantes: la religión, la democracia... Por vergüenza pero también porque "honraban algo de sí mismos cuando honraban al santo" (ibíd., pág. 78), "animalizando" a dios (después de haberlo proyectado desde la conciencia perpleja de sí mismo).

¡Vade retro!, exclamo yo ante ese nuevo cristianismo pragmatista al que cabe aplicarle, otra vez, lo que del original dijo Nietzsche:
"No su amor a los hombres, sino la impotencia de su amor a los hombres es lo que a los cristianos de hoy les impide -- quemarnos a nosotros." (ibíd., pág. 98)
Nietzsche nos radiografió psicológicamente como pocos (algo que sin embargo hizo a caballo de su propio mesianismo iluso, típicamente intelectual, de cuya idiosincrasia nunca pudo evadirse a caballo, sencillamente, de su amor propio inextirpable -¡de esta "tragedia" da cuenta el periplo de Zarathustra... y es lo que menos se toma en cuenta al analizarlo!-):

Somos los que emplean "el hablar para callar y silenciar" (ibíd., pág. 65), y al hacerlo registran frases como las de Rorty, propias del Marco Antonio que venerara el cadáver "aún caliente" de La Institución yacente ya a sus pies, buscando con ello "arrojar sospecha" sobre unos asesinos a fin de cuentas inconsecuentes como Marco Bruto y sus conjurados. Pero esto, pienso, no debió preocupar profundamente a Rorty, quien se debió contentar con actuar contextualmente y poco más... proponiendo sin embargo cosas cada vez más indelebles e irremovibles, incondicionales -como corresponde con la idiosincrasia humana-, en su caso mediante el método de "cambiar los conceptos de modo que sirvan mejor a nuestros propósitos" (R.Rorty, ibíd., pág. 80).  Indudablemente, se dirigía con tanta franqueza (relativa) a "su comunidad" -dentro de la cual se puede hablar con bastante franqueza... para conservarla y acrecentarla como "público"- y de la que esperaría, digo yo, que por obra de una actuación tan sagaz como la que propone, logre convertirse alguna vez, "gradualmente" claro, mediante un trabajo de topo de esa índole, en victoriosa y dominante, un objetivo platónico, en fin, que siempre será consustancial al intelectual  y a sus esperanzas mesiánicas, y que otros, como Nietzsche -ibíd., págs. 130-137 o aforismos 201-203-, o Heidegger, entre otros, creyeron realizables o auguraron que lo podrían ser de otras maneras... no democráticas o aristocráticas con las iguales resultados utópicos o idílicos... e iguales motivos grupalistas y socio-profesionales.

Por eso, en lo que se refiere a La Democracia, como Rorty llama al Régimen burocrático hoy vigente y decadente, a pesar de que no cesa de marchar contraconceptuales y no ya reformar los conceptos sino conseguir vaciarlos del todo... debo constatar y resaltar el hecho que permite explicar radica y decisivalmente las cosas consiguiendo con ello someter los hechos a la crítica a calquier precio contra los muchos deseos de no escuchar ni responder que proliferan...:

La Democracia es una realidad inventada que le permitió a él, como a todos los especialistas contemporáneos, ser aún un ponente privilegiado y protegido; por eso es para él "Lo único que importa" (ibíd.). Y lo que lo define todo, él incluido.



(*) No es de extrañar que los que se sienten "legítimos herederos" del marxismo, es decir, de la "necesidad histórica -y natural- de la revolución proletaria", para dar su concretos anunque eufemísticos nombre y apellidos, se empeñen en devolver al redil del dogma (levemente revisado, comme il faut) a los reformistas, es decir, a los socialistas, socialdemócratas y liberals diversos, a retomar la fe en el futuro... futuro que no podría ser según ellos el del paraíso tecnocrático en el que viven como peces en el agua los más integrados (y por ello... reformistas) sino el del poder burocrático pleno, el control absoluto, la planificación extrema de una idílica camarilla burocrática "sabia" y "justa" (y por ello... revolucionaria). Una y otra vez cuestionan a esos usurpadores de la herencia arruinada su seguridad en el "sistema" tecnocrático y de los especialistas, advirtiéndoles que bailan con ingenuidad sobre la "eterna inestabilidad del capitalismo". Y si los períodos de bonanza dan ínfulas a unos, los de "crisis" dan coraje a los otros... y así es como corren de los libros de unos padres a los libros de otros, mientras siguen añadiendo humo a la cortina que encubre la marcha zigzagueante de la burocracia real. Porque "cambio" va, revisión viene, la mentira se repite, típicamente humana, con disfraces cada vez más efímeros, burdos y despreocupados; especialmente cuando de lo que se trata es de "conservar una especie de vida", como bien apuntara, una vez más, nuestro dilecto Nietzsche (rúmiense , por favor, los 23 aforismos de la Sección Primera de Más allá del bien y del mal, dedicados a "los obreros..." "filosofastros de la realidad", para una primera aproximación, y acerca de su "ambición metafísica de conservar el puesto perdido" -ibíd., págs. 24, 29, etc.-). Y conste que mi principal acusación no es que sean "mentirosos", sino que eviten reconocer a toda costa que lo son como nos vemos forzados a serlo todos, a "inventar" lo "incondicionado", a sostener "juicios falsos"... so pena de "renunciar a la vida" (ibíd., pág. 24); un reconocimiento que nos pone ante el problema, y que inmediatamente nos pide una explicación (de todos modos, puede verse algo más justo aquí.

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