La democracia representativa occidental (que incluso vive -¿o ha vivido?- su "primavera" oriental y meridional) agoniza... (Y aclaremos: puede hacerlo durante mucho tiempo, tanto como los que lleva haciéndolo, y con vaya a saberse cuántas recaídas circunstanciales, encubiertas o desnudas).
Agoniza en el fondo, en la raíz, en la médula.
Y esa agonía medular es cada vez más grave en la medida en que va siendo cada vez con más dificultad y menos vergüenza: embozada, mentirosa y desconcertante... aparentando buena salud tan sólo para seguir ocultando sus designios: cumplir su verdadera misión, a saber, la de establecer un escenario seguro para las luchas de las camarillas burocráticas por el poder, un escenario que garantice un resultado que no acabe con las esperanzas de conquista por quienes entran en el juego, sea por el camino de la herencia (¡muy importante!) como por el de la "ascensión social" (¡tan esperanzadora y tan domesticadora!). Por ejemplo: hoy no hay prácticamente nadie que se atreva a declarar en público el objetivo marxista de principios de acabar con la propiedad privada de los medios de producción... principio que se ha vuelto... anti-marxista poco más o menos, por obra y arte de su evolución. Sin embargo, sigue siendo la conclusión a la que deberían llegar (y tal vez lleguen en la intimidad... siempre y cuando sus intereses sociales se lo permitan) los defensores de las "realidades" justas ("democracia real", en concreto) si no quieren reconocer publicamente (tampoco) que lo que pretenden no son sino las migajas que recibían hasta ayer.
La estructura socio-política actual se nos presenta así como un inmenso bosque de pirámides (que ya me esforcé en describir hace un tiempo) y el proceso de su institucionalización subterránea, pero también -bajo disfraz- formal, ha dado lugar a dos fenómenos:
(a) prácticamente nadie que forme parte del sistema productivo (de la artificialidad legitimada como producto útil) no pertenece a alguna de las pirámides en pugna, sea en la base o más arriba, en algún punto de su estructura;
(b) cada vez son más las pirámides que adoptan métodos mafiosos de consolidación interna y de cohesión identitaria (para lo cual es básico el fortalecimiento de la lealtad), como obligar (desde la iniciación, o admisión en filas) a ejecutar una acción criminal inculpatoria capaz de hacer remar a todos los que quieran subirse al barco en "la misma dirección" autodefensiva, una dirección, por cierto, que no apunta a ninguna meta sustancial sino a la conservación del poder de la camarilla bajo cualquier forma y con cualquier argumento coyunturalmente eficaz.
Esta situación, explica (y es la única manera de hacerlo) todas las cosas que suceden en el plano político. Ello mal que les pese a los inocentes encubridores de la realidad. Y sin duda explica, como parte del cuadro, la existencia y conducta inevitable de estos últimos.
Entre estos, abundan los neo-intelectuales en estado permanente de debate, todos caracterizados por ser a la vez:
(a) asalariados en el marco de una cierta producción de cultural o educativa, productos a su vez de la formación alfabetizadora/domesticadora dadora de dignidad diferenciadora en el seno del pueblo y de esperanzas de ascenso social o, cada vez más, de una capacitación técnica diferenciadora respecto de la máquina y del esclavo.
(b) conformados en la sensibilidad (en tanto siga habiendo literatura auténtica y libros de anteriores tiempos de penuria), que en unos lleva a la repugnancia por la violencia (¡y la sangre!) -diría que cada vez son menos-, y en otros a elevarla en sí a la categoría de la vía regia de la depuración -me atrevo a suponer que cada vez son más y lo serán en masa: algo que el creciente atractivo por el moralismo como salvación hace prever-, sea ello con unos u otros signos identitarios (formalmente) "ideológicos", tomados de "los libros" de los que se sabe algo. Y pongo aquí el caso de los que piden nuevas "tomas de la Bastilla" y nuevos "asaltos al Palacio de Invierno" (esta vez, repito, sin la famosa meta final "ya superada") o a los que utilizan el subterfugio de minimizar la importancia de "roturas" e "incendios" en nombre de los verdaderos "objetivos", los "verdaderamente sublimes", mientras los más sensibles a la sangre hacen lisa y llanamente caso omiso.
Esto explica precisamente, me reitero, que haya tanta gente "desolada" y muchos más consideren que la coacción en las calles por parte de unas minorías deba considerarse un ingrediente "nimio" de un proceso que expresaría la voluntad de una "democracia real".
Esto explica, insisto, que esas acciones "de vanguardia" ("vanguardia" de la fuerza bruta sin más y, a lo sumo, futuros locutores/agitadores de radio, a la manera, ¡ay!, de la de las Mil Colinas) puedan servir apenas para mejorar la relación de fuerzas de una camarilla respecto de las demás en la escalada ciega e inescrupulosa hacia el poder.
¡Tomad nota... y no volvais la cara ni os cubrais las orejas con las manos!
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