jueves, 6 de enero de 2011

Una reconocible idiosincrasia "socrática"... que, ante "la retórica", sólo atina a despedirse

En el curso de mi investigación del fenómeno que lamaré "filotiranía" (en particular la de índole filosófica -esto es la predilección de los filósofos auténticos por La Tiranía- lo que, por cierto, no es exactamente  lo mismo que la que las masas acarician en el límite de su desesperanza)-, abordé días atrás la lectura del diálogo platónico que sostuviera Sócrates con Gorgias y sus discípulos Polo y Callicles, fuese un Sócrates real, uno inventado o uno reconstruido a voluntad de Platón, lo que no tiene para el caso demasiada importancia (sobre esto, remito, como recurso fácil, a la discusión con la que abre mi amigo Luri su Guía para no entender a Sócrates, editado por Trotta). En cualquier caso, yo me apunto no a negar su existencia, pero sí a sostener que el de Platón es un personaje en toda regla, si no inventado cuanto menos retocado respecto del original.  (*)

Pero no hablaré en detalle ni de este asunto secundario y en cierto grado anecdótico ni del tema realmente central del Diálogo citado (preparo un post separado sobre la Democracia en donde algunas citas pertinentes tomadas del mismo tendrán mejor cabida), sino de un suceso sorprendente que me sucedió por el camino, o sea, de mí mismo y de lo que me sucede a diario en estos tiempos y en el lugar en el que me desempeño. Se trató de que de pronto, no pude sino verme retratado en Sócrates, tanto en los sentimientos que vi aflorar en mí como en la conducta de los otros que considero detonante; detonante justamente como la de quienes instaron a Sócrates a manifestar la suya, siempre según Platón y siempre a mi criterio personal... Esto, deduje, sólo puede deberse a puntos en común de índole idiosincrásica, pero también de una significativa similitud con la situación vivida que allí y entonces se había desarrollado, siempre según Platón la hubo narrado (y nos la han traducido, claro).

Este es pues un mero testimonio (y de paso un reproche, la expresión de mi dolor, una muestra de inevitable resentimiento... aunque rebajado mediante la comprensión o la conciencia...). Una confesión en fin, una página que cobra vida fuera del inexistente diario donde correspondería formalmente que estuviese.

En el Diálogo en cuestión, Sócrates, que se encuentra concretamente frente a los defensores del relativismo y el pragmatismo de la época, trata de imponer una conducta al menos en el marco del intercambio filosófico que es en el cual pretende situarse, es decir, no en ganar la discusión "como sea" sino en tomarse en serio eso de "alcanzar la verdad". Seguiré evitando entrar en el debate de este asunto problemático (que ya he tratado y trataré aún más por separado) y aprovecho para insistir que mi objeto es aquí mismo otro. Así pues, veamos lo que dice el Sócrates platónico para conseguir lo que he señalado hace un momento:

"...si tienes mis condiciones de carácter te interrogaré con gusto; si no, no continuaré. ¿Pero cuál es mi carácter? Soy de aquellos que gusta que se les refute cuando no dicen la verdad; que gusta también en refutar a os demás, cuando los demás se separan de lo verdadero; y que tienen, por consiguiente, igual complacencia en verse refutados que en refutar" -dice dirigiéndose a Gorgias (Platón, Diálogos, tomo I, Gorgias o de la Retórica, Editorial Porrúa, México, 2007, pág. 208; esta y las siguientes transcripciones provienen de esta edición de los Diálogos que es de la que dispongo, y que dicho sea de paso no está precisamente cuidada, aunque para el caso es suficiente, o eso creo).

En fin, fue todo un impacto propio de la imagen de uno en un espejo fiel. Y, como he dicho, tanto de mí mismo como de las situaciones en las que últimamente me encuentro. Y eso que mi sensibilidad y mis estudios me han llevado a considerar que "los demás se separan de lo verdadero" no se puede demostrar como se ve que sostenía Sócrates a fin de cuentas, es decir, que "lo verdadero" y los contrario no pasan de ser apreciaciones vinculadas de una u otra manera al individuo que lo sostiene o lo refuta, no necesariamente sin embargo a su subjetividad sino a lo que en síntesis tal vez imprecisa se pudiera denominar su estar ahí. Pero esto vuelve a remitirnos al problema de la verdad y de la incondicionalidad... de modo que sigamos dejándolo pendiente.

Lo cierto es que Sócrates se ve una y otra vez en la encrucijada a tenor de la conducta exhibida por sus oponentes y una y otra vez debe salir al paso con parecidas intervenciones, algunas seriamente admonitorias y que pueden muy bien ser consideradas altaneras o prepotentes. Por ejemplo:

(En esta ocasión, dirigiéndose a Polo:) "...ponte en mi lugar. Si tú discurres anchamente y rehusas responder con precisión a lo que se te propone, ¿no tendré yo motivo a su vez para quejarme si no me fuese permitido marcharme y dejar de escucharte?" (ibíd., pág. 213)

(Ahora a Callicles:) "... se dice comúnmente que no es permitido dejar incompletos ni aun los cuentos y que es preciso ponerles cabeza para que no marchen acéfalos de un lado a otro. Responde a lo que resta por decir, para que no quede sin cabeza esta conversación. (...) ... no abandones este discurso sin acabarle. (...) ... todos los que estamos aquí presentes debemos estar ansiosos de conocer lo que hay de verdadero y de falso en el punto que tratamos, porque es de interés común que el asunto se ponga en claro." (ibíd., pág. 263)

Una conclusión a modo de digresión se hace inevitable y es de mayor importancia para la cuestión que el problema de la verdad, que sin duda aquí vuelve a presentarse: ¿Acaso, pienso, Sócrates debió interrogarse seriamente, filosóficamente, como habría dicho él mismo, acerca de este último punto: era realmente acaso "de interés común" y no "que el asunto se ponga en claro" sino que todos llegaran a tener el mismo interés que él, y, además, por qué? ¿Acaso, en otras palabras, no es importante dirimir lo que debe hallarse en la base misma del tira y afloja al que asistimos (y en el que me he involucrado tantas veces) y que algunos (creo) pretendemos hallar mientras que otros (me consta) quieren evitarlo;  enfocar en fin la atención en lo que causa que estos se escabullan mientras sostienen erre que erre: "invito a todos y (...) a ti mismo (...) a adoptar este (el suyo) género de vida" (ibíd. pág. 284)? Sinceramente, debo reconocer publicamente que no puedo evitar ese enfoque ni de hecho dejar mensajes de invitación en todos los océanos...

Así, poco queda que añadir (y quizás sólo que repetir). La conclusión en primera instancia es lo suficientemente concluyente y contundente como para cerrar el asunto, al menos para los que sepan comprender y se sientan reflejados o involucrados... por haberme conocido al menos. A todos esos amigos, gracias, pero... opto por "marcharme y dejar de escuchar" del mismo modo que, sin rcconocerlo sinceramente, muchos con los que me he encontrado han hecho. De cualquier forma, si bien es una "despedida reiterada", no dejaré aún de escribir aquí o en otra parte ni con sistemáticos fines capciosos; se trata de una despedida de aquellos cuyos intereses se les imponen sin poder ni lograr evitarlo, o sea, de los que hacen oídos sordos a todo los que les moleste, sea cual sea su razón y su justificación, con tal de no perder suelo, y por tanto terreno, esto es, la parecela que les da el sustento, que no sólo es de cielo, pero que sin duda tiene más de cielo que de tierra.



(*)  Adendum del 12-2-2011: Nuevamente me encuentro con un apunte más o menos coincidente de Nietzsche al respecto que no quiero dejar de registrar aquí: el Sócrates de Platón como una reconstrucción oportunista por su valor "popular" (Más allá del bien y del mal, aforismo 190).


1 comentario:

  1. No alcanzo a comprender del todo tu discurso, que me parece una diatriba y como todas ellas una tergiversación, una reducción interesada, en fin, basada en una intencionada mala lectura. Y Nietsche, al menos, aparte de yo mismo y como yo, señaló que eso no es más que "actuar de manera mitológica", lo que pone en cuestión todo objetivo mesiánico, toda verdad absoluta y redentora. Esto como poco. Lo mismo me equivoco, pero me parece que precisamente "Se razona aquí según la rutina gramatical" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal). Pero supongo que en el fondo, sólo ocupamos trincheras diferentes y tal vez hasta opuestas.
    Gracias de todos modos por dejar el comentario.

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